Prólogo:

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Las gotas de lluvia caían sobre su cuerpo mientras sus lágrimas eran acompañadas de un sentimiento que no paraba de dañarla poco a poco. Dicen que la tristeza es buena, pero en exceso puede ser mala, mala a tal punto de perder la sensación del peligro y se vienen emociones totalmente negativas que se van acumulando en tu cabeza hasta que explotas. Haneul no era la acepción ese día.

Sintió pasos apresurados hasta ella y un jalón en su brazo la hizo girarse. No quiso llevar su mirada hacia la persona que ella sabía perfectamente quien era. Era la persona por la cual se sentía totalmente rota, pero la única que la entendía. La lluvia dejó de caer sobre ella por el paraguas que traía el contrario, mordió su labio dejando caer más lágrimas. Sintió uno de los brazos del chico rodear su cuerpo y la expresión de tristeza se extendió por todo su rostro regañandose a sí misma por ser tan débil frente a él.

—Idiota.— Le dijo la chica con su cabeza undida en el pecho ajeno.

—Haneul, espera a que cese la lluvia. Siempre que te resfrias te pones muy mal.— Ella odiaba que él la conociera tan bien como para saber hasta la hora de su nacimiento— Siempre tengo que estar al pendiente de ti.— Suspiró y separó a la chica del abrazo— No te voy a dejar irte de esa manera, no hoy.— Le dijo el chico para entrelazar su mano con la de la chica y arrastrarla hacia el edificio de regreso a su apartamento.

Dejó una toalla sobre los hombros de la chica y un chocolate caliente delante de ella. Se sentó a su lado y al no ver acción de la chica por querer secarse, Èl tomó la suya y comenzó a secar la cara empapada de su amiga la cual seguía dejando caer lágrimas sin parar. Se levantó y se agachó a su altura para poder sacarla mejor. Los ojos tristes de la chica le destrosaban el corazón y él por un momento se sintió culpable por todo aquello.

—Lo siento Haneul.— Sé disculpó agachando su cabeza— Debía haberte prohibido conocerle.— La chica alejó la mano del de cabellos castaños  y con su mirada triste encaró a su mejor amigo.

—Sé que te gusto.— El chico se sintió pequeño ya que la pelinegra se había dado cuenta de que le gustaba— Y yo... yo no soy alguien de la cual debas sentir algún cariño.— El muchacho mordió su labio y sintió las manos de la chica sobre sus mejillas haciendo que la mirara a los ojos— Pero siempre he querido hacer esto.— Acercó su rostro al de él y este sintió la respiración de la otra sobre sus labios— No quiero perderte por no poder corresponderte.

—No tienes que hacer...— La chica posó sus labios sobre los de él y las mil emociones hicieron revolotear el cuerpo del muchacho como si lo que tanto deseara se cumpliera ahora mismo frente a sus ojos.

Le correspondió y él beso tuvo que ser cortado por la falta de aire. Los ojos de la chica se abrieron dejando ver un rostro sonrojado delante de ella que no podía ni mirarla a la cara.

—¿Me prometes nunca dejarme?— Preguntó la chica extendiendo su meñique hacia su mejor amigo el cual miró aquel gesto recordando cuando eran unos simples niños.

—Lo prometo.— Juntó sus meñiques y la chica sonrió con lágrimas en los ojos para juntar sus labios con los de él una vez más.

—Lo siento.— Dijo la chica entre besos cálidos que la hacían sentir otras emociones que escondía por miedo a arruinarlo todo como sus amores fallidos— Lo siento Innie.— Volvió a decir y las lágrimas del contrario cayeron sin detenerse mientras se besaban apasionadamente.

Ellos querían llegar a otro límite. Ambos estaban rotos y no les importaba arreglarse mutuamente sabiendo que eran los únicos que se entendían así mismos, el dolor de un engaño, de una promesa rota que solo ellos podían cumplir. Pero le temían a un amor que arruinara ese lugar seguro del otro, tenían miedo de que todo se echara a perder con un noviazgo que aunque ambos querían, ninguno antes dió el primer paso y ese no sería tampoco uno de esos tantos.

Yang Jeongin y Bang Haneul, ambos se sentían rotos y se necesitaban uno al otro para poder sentirse bien. Aunque tuvieran que hacer acciones y tomar decisiones como las que habían elejido ahora mismo. No, no se arrepentían. La ninguno de los dos se negaría, porque la verdad dolía para ambos y les hacía feliz al mismo tiempo.

Eran un eclipse que solo podían tener en un oscuro secreto que nadie podía saber, aunque todo fuera parte de ellos. Tanto Jeongin como Haneul, se sentían abrazados por una emoción que ellos llamaban "confusión" pero en realidad era miedo de enamorarse fuertemente el uno por el otro.

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Hours [Yang Jeongin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora