Debilidades

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—¿Cómo crees que podrás enfrentarte a todos? Me has estado buscando y ahora me tienes aquí, dispuesto a entregarme. Por favor, deja libre a Hoseok… él… él está esperando un bebé.

¡Vaya, eso sí que es una sorpresa! Tú y Hoseok son medios hermanos y, aun así, ¿esperan un bebé juntos? No me extraña que tu gato te haya abandonado, con tantos donceles alrededor y tú te fijaste en tu medio hermano.

—¡Eso no es tu problema! —dije molesto, intentando liberar mis manos.

—Shhh, Hoseok, tú eres el que menos derecho tiene a hablar. Pero tú, anciana, estás muy callada, ¿te comieron la lengua los ratones? ¡Ah, olvidaba! Yo te corté la lengua. Perdón por eso, no sabía que eras mi abuela, pero ya sabes que mi relación con mis abuelas no es muy buena.

—Jungkook, por favor, déjalos ir. ¿Qué harías tú en mi posición si Jimin estuviera en peligro?

Jungkook me miró con una mezcla de furia y determinación en sus ojos. Se acercó lentamente, su sombra alargándose en la tenue luz de la habitación.

—¡Te exterminaría! —respondió con frialdad, su voz resonando en el salón. Ya no había una sonrisa en su rostro, solo una expresión seria y decidida. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda al darme cuenta de la gravedad de la situación.

—Entonces, con más razón deberías entender lo que estoy sintiendo. ¡Hoseok es mi doncel y estoy dispuesto a todo por él, así como tú lo harías por Jimin! —dije con firmeza, tratando de apelar a su empatía.

—Me reí a carcajadas—. Está bien, te daré a Hoseok —dijo, su voz cargada de una mezcla de burla y resignación.

—Ve, Hoseok, camina hacia donde está Yoongi —ordenó Jungkook con voz firme.

—No, Yoongi, no lo hagas. Tú eres el único que puede salvar este reino —imploró Hoseok, su voz llena de desesperación.

—No me interesa este reino si no estás tú en él. Te amo y quiero que te vayas con nuestros hijos —respondí, mirándolo con determinación. La decisión está tomada; nada era más importante que nuestra familia.

Hoseok empezó a andar y Yoongi caminaba hacia mí en un intercambio.

Mientras veía a Hoseok acercarse a mí, miré por encima de su hombro el rostro de Jungkook y cómo se dibujaba una sonrisa cargada de maldad; sus ojos parecían hacerse más oscuros, como pozos sin fondo. La luz tenue de la habitación proyectaba sombras inquietantes en las paredes, intensificando la atmósfera de tensión.

Cada paso de Hoseok resonaba en el silencio, como un tambor que marcaba el tiempo que se agotaba. Sentí que mi corazón latía con fuerza, casi al ritmo de sus pasos. Jungkook, con una expresión impenetrable, sostenía su espada en su mano, sus dedos apretando con fuerza la empuñadura. La tensión en el aire era palpable, como una cuerda a punto de romperse.

El destino de todos parecía pender de un hilo, y ese hilo estaba en manos de Jungkook. Su mirada fría y calculadora me hizo estremecer, consciente de que cualquier movimiento en falso podría ser el último.

El sonido del corte resonó cuando la hoja de la espada separó la cabeza de Hoseok de su cuerpo. Un grito ensordecedor salió rasgando mi garganta mientras Jungkook, con una ligereza escalofriante, decía:

—Estaba tardando mucho, tal vez su cuerpo pesaba demasiado.

La cabeza de mi amado doncel rodaba por el suelo, y no habíamos tenido la oportunidad de despedirnos. No podía creer cómo el emperador felicitaba a Jungkook con euforia:

—¡Ese es mi hijo!

Todo a mi alrededor daba vueltas. La desesperación y el dolor me consumían. La sangre de Hoseok se extendía por el suelo, creando un charco oscuro y espeso.

La Bestia y el DoncelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora