Por Celos

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Doctora, Victoria ¿estará bien?

Sí, joven consorte, aunque el pico del ave hirió de gravedad a la joven, no dañó algún órgano sensible.

Respiré sintiendo alivio.

—Eres bastante hipócrita, Jimin. ¿Es por tu culpa que Victoria está allí? ¿Cómo fuiste capaz de hacerle eso?

Por primera vez vi el rostro de Jungkook mostrando preocupación por alguien más que no fuese él.

—Yo jamás lastimaría a Victoria a propósito. Ella entró a la casa con un cuchillo y mi águila salió en mi defensa.

Jimin, tu pollo es un peligro para todos los de este reino. Tendremos que cortar sus alas para que, por lo menos, no vuele.

—No, no, Jungkook, te lo suplico. Te juro que mi águila solo me defendió —hablé tomando su brazo.

Lo empujé —No me toques.

Yo nunca en mi vida haría daño a alguien, aunque la persona fuese muy mala conmigo. Y sin querer, una lágrima se resbaló por mi mejilla y cuando esta tocó el piso, hizo que la tierra temblara.

—Deja de llorar, con lágrimas no se levanta un imperio. Hazte cargo de tus acciones.

Me levanté del piso tratando de aguantar las lágrimas. —Golpéame a mí y corta mis cabellos, pero no lastimes a mi águila. Te prometo que a partir de ahora ella no va a intervenir en nada, lo juro.

—Está bien, tú aceptarás el castigo por el ave. Tendrás que recibir 50 latigazos en la planta de los pies y dejarás que corten tu cabello.

¡Acepto! —dije con una sonrisa.

¡Craa-Craa!

No te preocupes, pequeña, yo estaré bien, lo prometo.

—Bien, camina, ya mismo recibirás tu castigo.

Caminé detrás de Jungkook, quien estaba como siempre serio. Llegamos a una habitación, como especie de calabozo, y me acostó en un madero. Con unas correas de cuero, me sujetó las manos y los pies. Lo vi sacar un fuete, ese que usan para castigar, especialmente la caballería. Sin perder el tiempo, él quitó mis zapatos y me dio el primer latigazo en la planta del pie. Apreté mis labios evitando gritar; cada latigazo era peor que el anterior. Pero por fin se acabó, recibí 50 latigazos. Luego, él se acercó a mí, tomó la cola completa de mis cabellos y lo cortó con su espada. Sin decir nada, soltó las correas que me amarraban. Mi águila, llorando, se posó en mi hombro y yo le sonreí —No pasa nada, estoy bien, lo prometo.

—¡Eres un buen mentiroso, Jimin!

Yo no le miento, estoy bien porque aunque maltrates mi exterior, mi interior seguirá fuerte.

—Veremos qué tan bien estás. Camina, te escoltaré personalmente a la cabaña.

Mis pies estaban cubiertos de sangre e hinchados. Tomé los zapatos en mis manos y caminaba descalzo, manteniendo mi rostro en alto, mientras los pocos trabajadores me miraban orgullosos y felices de ver mi sufrimiento.

—¡Apresúrate, Jimin!

Sí, príncipe. Apresuré mi andar, sintiendo cada vez más dolor, hasta que llegué a la casa. Él me tomó por el brazo y me empujó. "No quiero que salgas de aquí", me dijo firme.

¡Toc, toc, toc! La puerta sonó y con dificultad me paré, viendo entrar a un hombre con capucha. Retrocedí asustado.

—Tranquilo, Jimin, hemos venido a ayudarte -hablé, descubriendo mi identidad-.

¿Min Yoongi? ¿Pero qué hace usted aquí?

—El pueblo al que ayudaste es una de mis zonas. Quería agradecerte, pero alguien del palacio me dijo lo que había ocurrido y quise ayudarte.

La Bestia y el DoncelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora