Prólogo

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—Estás Mojado.
Había abierto su puerta a las 12:38 de la madrugada tras escuchar golpes fuertes y los gritos de una voz conocida, para recibir a su ahora ex pareja, frente a su puerta, completamente empapado por la lluvia, con el único sonido de las gotas golpeando en el pavimento acompañándolos
—Sergio... Por favor, perdóname —Exclamó el hombre frente a él, mientras despegaba la mirada del piso y la clavaba en aquellos ojos cafés que los miraban con desprecio y un ligero tinte de decepción en ellos.
Rápidamente su semblante se arrugó en uno sin consuelo, con la cejas juntas y los labios entreabiertos, con lágrimas cayendo de sus ojos y una nariz chorreante.
—Lewis, sólo mírate —Pasó su mano por su rostro—, vienes aquí, en la madrugada en medio de la lluvia mientras lloras. ¿Te parece que con todo este circo te perdonaré? ¿Aún después de lo que hiciste? —Escupió indignado, pero antes de poder terminar, aquel hombre frente a él se tiró al piso, de rodillas, llorando ahora más fuerte que antes y juntando sus palmas.
—¡Sérgio por favor! ¡Eres mi vida entera! —Gritó.
—Esto es un chiste —Rodó los ojos y sin más, cerró la puerta de un golpe.
Extrañamente, pareciera como si se acabara de encerrar a él mismo en una burbuja. Ya no escuchaba el ruido de la lluvia o los truenos, mucho menos los lloriqueos de Lewis, ni siquiera podía escuchar su respiración o los latidos de su corazón. Inhaló y exhaló con calma, siguiendo el movimiento de su pecho con una de sus manos, mientras la otra formaba un puño a su costado, de repente, sus piernas flaquearon y no supo cuando sus rodillas chocaron con el suelo, se apoyo en sus manos para evitar golpear su rostro, cerró los ojos con dolor y, sin darse cuenta, dejó caer lágrimas, una tras otra, de forma paulatina, hasta que el llanto se convertía en algo irregulable. No podía negarlo, su corazón estaba hecho pedazos y sentía como el dolor lo tragaba. Ahora aquel silencio era invadido por su llanto, desgarrador e inconsolable. ¿Quién se preocupaba por él? ¿Quién le tendería la mano? Quién en esa burbuja...aparte de él mismo.

Sérgio Pérez, ex piloto de la fórmula uno. Había vuelto a sus tierras natales después de despedirse del mundo del automovilismo hacia ya dos años y medio. Un shock total para el medio. Despedirlo no había sido fácil, todos estaban confundidos y buscando respuestas que jamás encontraron, simples especulaciones y declaraciones banales como "asuntos personales" era lo único que se podía leer en los artículos oficiales, además de teorías ridículas por parte de los internautas.
Pero ellos jamás sabría la verdadera razón por la que Sergio tomó la decisión de alejarse de ese mundo.
Que si no se llevaba bien con el equipo, que si su compañero, Daniel, lo odiaba, que si se dedicaría a la vida de padre, problemas de dinero, cruce de intereses, cambio de escudería. Todos los días leía algo diferente, pero ninguno lograba acertar, y en verdad él dudaba que algún día alguien adivinara.

Su ruptura con el piloto Lewis Hamilton.
Eso fue lo que puso el punto final.

Habían logrado escabuir una relación de casi un año y medio, entre cámaras y cientos de miles de ojos sobre ellos día tras día. Sérgio juraba haber encontrado a el hombre de su vida. Tan guapo y atento, tan carismático y amable, con habilidades envidiables, ¡Dios! Era la pareja del siete veces campeón del mundo. En verdad había deseado vivir toda su vida y carrera junto a él, hasta que el británico decidió tomar el corazón de Sergio y pisotearlo hasta reducirlo a polvo.
Mentiría si dijera que aún, a día de hoy, recordar aquello no hacía que su estómago diera un vuelco, o que su garganta ardiera, pero al final de cuentas, era algo que había tenido que vivir.
Estaban en el gran premio de Miami, una noche calurosa y un cielo despejado lo acompañaban, las vistas desde su balcón eran maravillosas, pero había algo en el ambiente que lo incomodaba. Había tenido una pelea con su novio, lo mismo de siempre. Lewis sentía que Sergio lo apartaba cada que estaban en público, y sentía que era evitado de más.
"¡Ni siquiera me volteas a ver!" le había dicho. Y aquello permaneció en la cabeza del castaño durante todo el día. Tal vez Lewis tenía razón y solo estaba exagerado, simplemente su ansiedad por ser descubiertos había aumentado y era algo que no le había dicho, simplemente decidió negar y retirarse cuando su pareja lo confrontó. Sí, se había equivocado y debía hablar con Lewis. Ya era tarde y mañana era el día de la carrera, pero sin duda, no quería correr mientras estaban enfadados, él necesitaba hablar con su novio.
Determinado, abrió la puerta de su habitación y se dirigió un piso arriba, a la habitación 307. Los pasillos parecían interminables mientras el repasaba en su mente todo lo que quería decir y la manera correcta de hacerlo, ya no quería lastimar los sentimientos de Lewis y necesitaba que él lo entendiera, así que debía ser muy cuidadoso con sus palabras, pero, cuando se detuvo frente a la gran puerta café y la descubrió ligeramente abierta, todo su discurso se borró por completo. Un escalofrío recorrió su espalda y su respiración se corto. Algo no estaba bien.
Con la boca entre abierta y una mano temblorosa, terminó por empujar la puerta en silencio, topándose con una habitación completamente a oscuras, un jadeo escapó de sus labios, el aire le faltaba. Escucho algo, y se inmovilizó. ¿Era la voz de Lewis? Pero... Otro sonido, su corazón comenzó a latir rápidamente y la negación comenzaba a apoderarse de su mente.
No, no puede ser él.
Hizo su cuerpo para atrás, comprobaría el número de habitación, para su desgracia, estaba parado afuera de la 307, como se suponía.
—No... —balbuceó. Apretó los ojos y se adentró en la habitación.
Un gemido más, fue todo lo que necesitó para perder el control.
—¡Lewis! —Gritó entre la oscuridad, teniendo un estrepitoso sonido como respuesta.
—S...Sérgio...
La luz fue encendida de inmediato, descubriendo al que creyó sería el hombre con el que se casaría, en una cama de hotel, con alguien más ahí, desnudos y acalorados.
Sérgio estaba sin palabras, petrificado y temblando, su respiración irregular y los latidos acelerados le impedían hacer algo, se sentía mareado, con náuseas.
—Sérgio —exclamó el moreno mientras extendía una de sus manos como señal para que el mencionado se calmara.
—¿Con Mick? ¿En serio? —murmuró con la mirada perdida. No obtuvo respuesta de nadie—. Sé que no he sido el mejor, pero en serio, pudiste haberme dicho que ya no querías estar conmigo...
El rubio se mostró notoriamente sorprendido ante tal declaración.
—¡¿Estás con Sérgio?! —Le reclamó al moreno con visible indignación. De repente él también se sentía mareado. No podía creer la situación en la que se había metido.
—Ya no —exclamó el mexicano.
Observo cómo, mientras Mick se levantaba desesperado de la cama y buscaba sus ropas, Lewis hacía algo similar, pero se acercaba peligrosamente a él.
—¡Sérgio espera! Podemos hablar de esto, yo... En verdad yo...
—Nada de lo que te diga es verdad Sérgio, él vino a mí, y él me propuso esto. Yo acepté porque no sabía que estaba contigo. En serio lo siento tanto, si yo hubiera estado enterado te prometo que esto no hubiera pasado —Interrumpió rápidamente el rubio mientras terminaba de abotonar su camisa recibiendo una mirada feroz del británico.
Pero eso a Mick no le importaba, ahora Lewis lo hacía sentir enfermo, ¿Cómo creyó que este tipo era atractivo?. Decirle a Sergio la verdad era lo mínimo que podía hacer, aunque el sentimiento de ser una mierda nada se lo quitaría.
—¡Cállate! —Gritó
—¡Tú eres el que debe guardar silencio, Lewis! —Le respondió Sérgio, ahora visiblemente molesto. Hizo una larga pausa antes de hablar, donde el frío y el silencio del edificio los acompañaba. Miraba a Lewis fijamente, muy adentro de sí esperaba que el moreno dijera algo, lo que fuera, cualquier mentira... pero no obtuvo nada más que silencio y una mirada retadora. Decepcionado y con el corazón en las manos, aún así no bajó su mirar; ni dejó caer ninguna lágrima.
—Estás muerto para mí.
Sentenció y, sin mirar atrás, se apresuró a salir por la puerta, directo a encerrarse en su habitación. Seguido de él salió Mick, procurando empujar a Lewis con todas sus fuerzas, se detuvo en la puerta y, antes de salir, giró ligeramente su rostro para asegurarse de que el moreno escuchara lo que tenía que decir.
—Eres patético —Escupió y cerró la puerta tras de él con un golpe.

Al día siguiente, Sérgio dejó toda su ira en el circuito, logrando un 2-3 junto a su compañero de equipo, a quien no le había puesto realmente atención durante el día, en realidad, a nada en especial le había puesto atención, era como si estuviera viviendo en automático, haciendo lo que sabía hacer.
La carrera fue ganada por Hamilton, así que Sergio tuvo q tragarse sus sentimientos y ganas de llorar y mostrar una sonrisa, darle un apretón de manos y bañarlo en champagne como si nada de lo que vivió la noche anterior; hubiera si quiera sido una pesadilla. Al bajar del podio celebró con su equipo con una sonrisa amarga, se tomó fotos y felicitó a su compañero, mientras todo lo que podía pensar era lo mucho que deseaba que ese maltido día por fin llegara a su fin.

Aún quedaba un camino largo en la temporada, y él debía soportar ver a Lewis más seguido de lo que le gustaría. No charlaban, no caminaban juntos, no interactuaban, pero lograban mantener las apariencias, pues gracias a Dios, no había aparecido ningún artículo exponiendo una supuesta "rivalidad" entre pilotos. Pero notaba ciertos comentarios en internet que, sin querer, habían notado su reciente distanciamiento. La gente de repente se preguntaba qué había pasado, pero como si de una estrella fugaz se tratara, pronto todos se olvidan de nuevo del tema.
Sérgio continuaba dándolo todo en las carreras, pero era evidente que su rendimiento habia decaído gracias a su estado de ánimo. Las entrevistas eran aburridas, daba las mismas respuestas optimistas y planas, los posts en redes sociales eran casi iguales, felicitaciones a sus compañeros sin emoción, publicidades escritas y videos de contenido sin grandes reacciones o risas como lo eran antes. Los fanáticos de Checo Pérez podían notar que algo no estaba bien con su piloto favorito, él no era el mismo de antes, aquella chispa que llevaba consigo había desaparecido.
"está en depresión" "está bajo mucha presión" "perdió la pasión", la gente lo defendía, y otra más pedía que Checo saliera del equipo ante sus resultados.
Así que, concedió el deseo de muchos y, al finalizar la temporada, Sérgio Pérez decidió no renovar su contrato con RedBull y abandonar por completo la parrilla.

Lo que el mexicano no sabía aún, era que, de entre todos esos pares ojos que lo seguían, había uno en particular, un par de ojos azules como el cielo y el mar, unos tiernos ojos que miraban todos sus movimientos con compasión desde la distancia, esperando el momento adecuado para acercarse a él.

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En Algún Lugar | Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora