Capítulo tres: El bar

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—Por favor
—Ya te dije que no
—¡Por favor!
—¡No!
Ya no tenía idea de cuánto tiempo llevaba discutiendo con el rubio, pero lo que sí sabía, era que su paciencia estaba al límite.
Aquél día Checo había abandonado el paddok de manera esporádica, sin avisar o despedirse de nadie, simplemente se escabulló entre la gente y desapareció en silencio, pero Max se había encargado de hacerle saber a Horner el momento y el motivo exacto de la huída del mexicano.
No iba a mentir, Horner estaba enterado —no gracias a métodos muy éticos— de la situación de Sérgio con Lewis, sin embargo siempre se mantuvo al margen y fingió no saber nada sobre el tema por el bien de Sérgio, tal vez saber que su jefe conocía todo su embrollo terminaría por ser lo último que necesitaba, aunque, a día de hoy, después de perderlo por años y ser testigo de cómo su chispa lentamente se evaporaba, no podía evitar arrepentirse todos los días de no intervenir. Tal vez si hubiese alzado la voz, Sérgio se hubiese sentido apoyado, respaldado, y las cosas no hubieran terminado de esta manera. Ladeó la cabeza y apretó sus labios en un gesto, enterarse de que, nuevamente, Lewis había sido la razón por la que Sérgio se fuera revolvía un poco su estómago y hacía que su pecho comenzara a harder con enojo.
Sin embargo, no tenía tiempo de gestionar todo lo que sentía, pues tenía a un hombre de ojos azules pegado a su lado que no paraba de hablar y hablar y hablar...
—¡Vamos Christian! —exclamó dejando ir su cuerpo en dirección a su jefe.
—Espera, haz hablado tanto que incluso ya olvidé qué era lo que querías... —Dijo en un murmuro cansado.
—Quiero que invites a Sérgio a la fiesta de esta noche —Automáticamente; el mayor levantó una ceja.
Había descartado la idea de Max en el primer instante en que éste abrió la boca, justo esa mañana, pero, después de que él le contara todo lo ocurrido, ahora tenía una opinión diferente. ¿Qué tal que la vida le estaba dando una segunda oportunidad? Una en la que por fin, puede hacer algo, y evitar perder a Checo de nuevo. Permaneció en silencio, pensando. Pero alguien a su lado simplemente no podía mantener la boca cerrada.
—¡Piénsalo Horner! —Habló en el momento en que vió una pizca de consideración—. ¿Qué tal que le puedes ofrecer empleo a Checo? ¡Sería genial verdad! Además escuché que muchos otros pilotos se quedaron con ganas de verlo y hablar con él, Carlos dijo que sigue sin responder el teléfono... Tal vez a tí si te escuche... —hizo una pausa mientras miraba a sus zapatos— Por favor... —Susurró, comenzaba a rendirse.
Un silencio se hizo entre ambos, la duda crecía cada vez más, inclusive Max se sentía derrotado, pero entonces, justo antes de darse media vuelta y salir de aquella oficina, Horner habló.
—Está bien, lo llamaré. Pero si no responde a la primera, lo dejaremos en pa...
—¡Sí! ¡Sí! ¡Gracias! —Ni siquiera lo había dejado terminar. Él saltaba y alzaba sus brazos victorioso, alegre, todo estaba yendo de acuerdo a su plan...
Christian dejó salir una risita, Max estaba tan lleno de vida y entusiasmo que era imposible no contagiarse con su ánimo. Lo vió salir resplandeciente con dirección a quién sabe dónde. Ese chico era extraño, nunca era capaz de decifrar qué pensaba, justo como ahora. Desde que llegaron había insistido en querer conocer a aquel piloto mexicano, sin dar mayores razones, pero siendo demasiado insistente. "Llamaló, ¡Seguro querrá ver el nuevo auto!" "Es la oportunidad perfecta para saludarlo" decía. Claro que sabía de él, nadie jamás paró de hablar de Checo en todo momento, su espíritu siempre permaneció ahí, con el equipo, y no era para menos pues todos lo extrañaban y anhelaban su regreso. En fin, al final, la insistencia de Max había Sido un buen empujón, ya que si él no lo hubiese presionado, Horner seguiría hundido en la cobardía, sin llamar a Checo, sin atreverse a mirarlo, gracias a ese sentimiento de culpa que cargaba con él. Pero Max... ¿Realmente su razón era la pura curiosidad? No podía ser simple destino, ¿O tal vez si? Bah.
Desistió de pensar tonterías y se puso a trabajar.

[...]

Su celular sonó. Él se encontraba saliendo de tomar una larga ducha caliente en un intento inútil por calmar sus nervios y, con algo de esperanza, borrar cualquier rastro de Lewis en su ser. Claro que no lo logró. Salió de la ducha y aún se sentía inquieto.
—¿Horner? —Dijo mientras alzaba una ceja, leyendo el contacto en la pantalla de su celular.
¿Por qué lo llamaba? Si que era extraño, pero pronto pensó que la razón más lógica era por qué se había ido sin avisar, tal vez estaba preocupado. Atendió justo antes de que la llamada se desviara.
—Hola —Respondió después de unos segundos, intentando no sonar afligido.
—¿Qué sucede chico? —Claro que se iba a dar cuenta. Sérgio se limitó a soltar una risa amarga y frotar su ceja derecha.
—Ah... Larga historia —Sonrió para sí—. ¿Qué sucede?
—Deja de lloriquear, ven está noche al bar x, el equipo se reunirá, ya sabes, lo de siempre —Le dijo con ese tono cariñoso y divertido que lo ponía de buen humor. La sonrisa de Sérgio creció y no pudo evitar quedarse en silencio, recordando todas esas fiestas y reuniones después de las carreras y lo bien que lo pasaba.
—Ahí estaré —Y colgó.
Al otro lado de la línea Horner se deshizo en su silla, sin creer lo que estaba pasando. Estaba a un centímetro de recuperar a Checo, –si es que esa era la palabra– no pudo retener una sonrisa en su rostro. Esta vez lo haría bien y no lo dejaría ir. Demonios, le debía un abrazo a ese chico rubio. Se levantó y salió a buscarlo.

Bien, el lado positivo era que ya estaba duchado, limpio y fresco, con su atuendo no se lo complicaría, un pantalón de algodón negro y una polo blanca, zapatos cómodos y listo para la acción. No tomaría, o al menos, no demasiado, no quería ponerse ebrio y no recordar nada, tal vez sea la última vez que vea a los de su equipo, porque sí, Sérgio estaba convenciéndose de que en verdad, la mejor opción era cortar complemente la relación con su ex trabajo.
Tontamente creyó que el tiempo sanaría su herida con Lewis, pero hoy descubrió que realmente él no había hecho nada para que eso pasara y simplemente perdió esos años engañándose a sí mismo. Soltó un suspiro mientras miraba su reloj, estaba tan emocionado arreglándose para salir hasta que, de nueva cuenta, lo recordó y todo se fue al carajo, se inmovilizó, ni siquiera sus ojos se movían. Alzó los hombros y los dejó caer rendido, tiró su cabeza hacia atrás y respiró profundo. Ya había sido suficiente, pero no creía ser lo bastante fuerte como para enfrentar la situación. Al final del día, perdió al hombre que creyó era para su vida...

"¿Acaso ya no te importo?" Resonaba en su mente mientras conducía en dirección al bar. ¿Cómo Lewis se había atrevido a hablar de esa manera? Si a pesar de lo que hizo, Sérgio jamás se había dejado de preocupar por él, lo pensaba con más regularidad de la que le gustaría, y, a veces, se atrapaba revisando sus redes sociales o sonriendo ante publicidades con su cara. ¿Quién realmente no le importaba a quién? Bueno, ahora dentro de él el enojo iba tomando campo.
Estacionó su auto, había mucho bullicio fuera del bar. No supo si era porque la gente ya estaba ebria, pero nadie lo molesto, ni siquiera parecían reconocerlo, realmente eso no le molestaba, simplemente le había sorprendido. Se encogió en hombros, comprobó que no olvidaba nada y se adentró en el sitio buscando con la mirada a alguien conocido, topándose al instante con un par de ojos azules que lo veían con un brillo sorprendente, tanto que Sérgio alzó las cejas. Nunca vio unos ojos tan llenos de vida. Max.
¿Así brillaban sus ojos esa misma tarde? ¿Qué tan distraído había estado con Lewis que no se percató de aquello? Sonrió de lado inconscientemente mirando al rubio de arriba a abajo, un ligero sonrojo ajeno lo hizo darse cuenta de sus acciones, rápidamente se reincorporó y, esta vez con una sonrisa más amigable, comenzó a acercarse, ahora dándose cuenta de toda la demás gente que acompañaba al más joven.

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