Capítulo seis: Los cobardes

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El sol brillaba, el ruido ensordecedor del lugar era tan familiar y agradable que le provocó una sonrisa brillante en el rostro, de su cuello colgaba su gafete identificador y sus ojos eran cubiertos por unas gafas de sol. Sérgio Pérez estaba de vuelta en el juego.
Brazil lo recibía tan cálidamente, aún era aclamado entre los fanáticos que lo reconocían, se sentía en un sueño de fiebre ya que no creía volver a escuchar su nombre ser clamado.
El día de hoy formaría parte del equipo de estratégias de neumáticos pues su experiencia en pista sería de bastante ayuda y en verdad estaba emocionado, no se había puesto a pensar cómo sería vivir las carreras desde la otra parte del equipo y eso le generaba tanta curiosidad.
La pitlane estaba ajetreada y él un tanto perdido, realmente no sabía por dónde comenzar y se estaba comenzando a preocupar un poco pero una mano en su hombro lo hizo salir de sus pensamientos: Horner estaba ahí con una enorme sonrisa en su rostro, se veía fresco y contento.
—¡Estás aquí! Debo admitir que enloquecí cuando supe que habías llegado. Por algún motivo pensé que no lo harías —Lo acercó para abrazarlo. Sérgio le correspondió, pero no respondió a su comentario, no tenía el corazón para admitirle a Horner que en un principio, no iba a asistir.
—Ven, te diré quién será tu superior, él te guiará. Ingresó después de tu salida, así que tenle un poco de paciencia —Comenzó a guiarlo en el área de boxes.
Sérgio volteó a ver sobre su hombro, una extraña sensación se plasmó en su pecho, algo como un extraño presentimiento de algo malo, sin embargo no pudo ver a nadie conocido. Christian seguía hablando de quién sabe qué.
—¿Y Max? —Le interrumpió. Su jefe hizo una mueca.
—Está con su entrenador, pronto vendrá hacia acá —Dijo y permaneció en silencio.
Sérgio no sabía por qué había hecho aquella pregunta, simplemente se había resbalado de sus labios y ver que a Horner no le había agradado lo hizo arrepentirse.
En fin, sacudió el mal trago y se centró en su trabajo.

[…]

Veía a Max a lo lejos, a punto de comenzar la práctica libre número uno, con su traje puesto y recibiendo indicaciones. Él se veía tan atento, sin duda disfrutaba su trabajo y no era para menos, Sérgio recordaba con nostalgia cómo amaba su trabajo... La misma pregunta se volvía a estacionar una vez más en su mente: ¿Qué hubiera pasado si...?
De repente se dió cuenta de que una vez más, estaba soñando despierto y regresó en sí cuando se dió cuenta de que unos ojos azules lo habían encontrado entre toda esa gente, de nuevo pudo observar cómo los ojos de Max resplandecían frente a él y sólo para él. Divisó cómo el rubio le pedía a la otra persona amablemente que dejara de hablar y se dirigía directamente hasta él. No iba a mentir, la seguridad con la que Max se acercaba logró intimidarlo un poco, sólo atinó a enderezarse y sonreír con calidez.
Max se abalanzó sobre el en un abrazo, sorprendido y sin realmente saber qué hacer, Sérgio correspondió el gesto intentando igualar la intensidad.
El cuerpo de Max era cálido y lo cubría por completo, olía tan bien que juraba podría derretirse y, por alguna razón, podía sentir el corazón del contrario latiendo con fuerza. Estaba demasiado nervioso y Max no mostraba tener intenciones de soltarlo.
—Estoy feliz de que estés aquí —murmuró a la altura de su oído, Sérgio sonrió.
—Hola para tí también —Exclamó. Max se separó bruscamente de él mientras soltaba una carcajada alegre.
—Escuché que estarás armando estrategias para mí —Dijo sonriente mientras acomodaba sus manos en su propia cintura.
—Bueno, por lo menos intentaré ayudar —Se hundió en hombros. Max lo miró fijamente durante unos segundos antes de responder
—Lo harás excelente, Checo —El nombrado alzó una ceja y gesticuló una sonrisa curiosa. ¿Desde cuándo Max lo llamaba Checho? Bueno, no le disgustaba, este chico era lindo después de todo.
Ambos se miraron con detenimiento muy hundidos en su propio mundo, mientras por a fuera, todo el equipo los miraba con confusión, ¿Qué carajos pretendía Max? Su cambio de actitud hacia con Sergio era exagerado y totalmente fuera de lo común.

[…]

—¿Cómo te enteraste?
Una vez más, Max se encontraba frente a frente con Christian en su oficina.
El día había terminado, Max había finalizado P1 como había Sido previsto seguido de Hamilton, a quien por obvias razones no había felicitado, así que fue llamado a junta debido a su actitudes poco amistosas con el otro piloto. Uno que otro empujón y malas miradas fueron los delatores.
—¿A qué te refieres?
—¿Cómo te enteraste del asunto de Lewis y Sérgio? —Dijo nada más el otro terminó de hablar.
—Max sinceramente me estás dando miedo —Pronunció y se giró ligeramente en su silla para no verlo de frente. Max permanecía en una postura inmóvil, con una mirada oscura.
Horner suspiró, sabía que no le podía ganar al neerlandés.
—Tal vez mentí cuando dije que era el único que sabía de ésto —Hizo una pausa—. George fue el que me dijo todo.
Max permanecía quieto, incitando a Horner a seguir hablando con un simple movimiento de cejas.
—Descubrió todo ya que interfirió en una de las peleas secretas de Sérgio y Lewis. Por lo visto el Hamilton se estaba alterando demasiado así que ayudo a Sérgio a salir de ahí y después interrogó a Lewis —Acalaró su garganta, estaba incómodo —. Vino a mí esperando que yo pidiera hacer algo por Sérgio... —Terminó hablando en un suspiro.
—Max, sólo necesito que seas más paciente y confíes en mí, esta vez tengo todo bajo control, en serio —Cambió su tono a uno determinado y se recargó en su escritorio, casi parecía que le estaba rogando a Max para que éste le hiciera caso, pero ambos ya sabían la respuesta.
—Lo siento Christian, pero no puedo creerte —Dijo—. Si sirve de algo, el incidente de hoy con Lewis no se volverá a repetir. No me conviene aún.
Aquellas palabras asustaron a Horner.
—Ahora, tengo una visita que hacer —Se levantó y arreglo sus pantalones.
—Por favor no metas la pata —paseó una mano por su rostro, no podía evitar pensar que todo esto saldría terriblemente mal.
—No soy tú —y como ya se le estaba haciendo costumbre, Max dejó a Christian con la boca llena de palabras y azotó la puerta al salir. Horner ahogó un grito.

Salió en dirección al hotel donde sabía que cierto británico se estaba hospedando, necesitaba conseguir la mayor información posible sobre la situación de Sérgio y Lewis. Sí, se lo había tomado personal. Simplemente no era capaz de quedarse de brazos cruzados como todos los demás tontos que dejaron solo a Sérgio, alguien necesitaba decirle algo a Lewis, no podía seguirse saliendo con la suya, no después de que el mismo Max lo vió acorralando a Sergio el día en que lo conoció.
Eran cerca de las once de la noche cuando Max tocó la puerta de George con efusividad.
—¡¿Quién es?! —Escuchó que este gritó alarmado al otro lado de la puerta después de unos minutos. Max permanecía de pie ahora con sus manos en su cadera.
—Soy yo, Max —Dijo mientras miraba al suelo, ya se había calmado un poco—. Necesito hablar contigo urgentemente.
Entonces la puerta se abrió, un rubio de ojos azules lo miraba confundido, ya tenía el pijama puesto y su cabello estaba revuelto, posiblemente acababa de salir de la ducha. Ambos se miraron fijamente durante unos segundos antes de que Russell le cediera el paso a su habitación. ¿De qué quería hablar Max? Especialmente Max, no eran mucho de convivir, así que verlo frente a su puerta a tales horas de la noche sin duda no podía significar nada positivo.
—¿Y bien? —Exclamó, él permanecía de pie a un costado de la puerta, el neerlandés ya había tomado asiento en uno de los sofás.
—Quiero que me cuentes todo lo que sabes de Sérgio y Hamilton. Necesito saber qué fue lo que pasó entre ellos detalladamente. Ahora —La frialdad en las palabras y en la mirada de Max le erizó la piel al contrario. Tragó fuerte y cruzó sus brazos.
—¿Por qué supones que yo sé algo? —Dudaba, ya que si Max hacia algo, Lewis sabría que George fue quien le dijo pues nadie más sabía la verdad.
—No te hagas el tonto, Horner ya me lo contó —Sus ojos seguían clavados en Russell, eran como pequeñas dagas amenazantes.
El británico se balanceó en un pie y en otro intentando no verse nervioso, Max le asustaba eso era verdad, pero no sabía si Lewis le asustaba aún más.
—¿Qué harás si te lo cuento?
—Darle lo que se merece a Lewis.
—Él sabrá que yo te dije... —Murmuró sosteniéndole la mirada. Max soltó una pequeña risa.
—Sabía que eras un cobarde, pero nunca pensé que tanto —Se levantó del sofá y caminó en dirección a la puerta—. Olvídalo, con o sin información, ya sé qué debo hacer.
Y se marchó. George permaneció su lugar por unos segundos más después de eso, sintiendo cómo un escalofrío recorría su espalda. No sabía qué estaba pasando, pero de dos cosas si estaba más que seguro: número uno, no le contaría a Lewis sobre su conversación con Max, y número dos, de que el regreso de Sérgio a la fórmula uno solo traería más problemas y reavivaría los más graves.
Le puso el cerrojo a la puerta y se fue a dormir.

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