Prólogo

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He aquí, un joven conde.
 
Su nombre, es Louis Chandler. Este es, más bien, el Conde Chandler.

Es conocido como el colaborador y amigo más cercano de Ralph II, quien recientemente ascendió al trono. Además, es famoso por desempeñar un papel clave en su ascensión pues, se decía que sin la ayuda del conde, que provenía de una histórica familia de caballeros reales, ¡Ralph II no habría ni siquiera logrado nacer! Entonces, no era de extrañar que el emperador recompensara a su amigo concediéndole un título, dinero, espadas, hombres y una gran propiedad con la que podía quedarse.
 
Sí. ¡Todo el mundo en el imperio conocía a este joven conde! Sabían que era el hijo mayor del venerable vizconde Ingrid, que era un hombre alto y apuesto con atractivo cabello negro e inteligentes ojos grises. Que se trataba de alguien respetado por los otros caballeros, que había sido un amigo cercano de Ralph II desde pequeño, y que incluso era muy íntimo de sus padres. Pero, curiosamente, también se tenía que hablar de que, lo que había vuelto más famoso al Conde Chandler en los últimos tiempos era su horrible y detestable personalidad. Una a la que el joven emperador no parecía poder acostumbrarse.

"Por favor, tienes que ser más flexible." "¡Maldito bastardo frustrante!" "¡Un día vas a terminar muerto!" Y más palabras que se decía, Ralph II, que era el heredero, gritaba mientras se golpeaba el pecho con el puño completo.
 
Y eso no era todo.
 
Ralph II, que acababa de ascender al trono, dijo esto una vez mientras estaba muy intoxicado con vino: "¡Con mucho gusto renunciaría a la mitad de mi imperio aunque sólo fuera para ver a ese bastardo mostrar un poco de sentimientos humanos!" Por lo que, como se puede ver en esta anécdota, el Conde Chandler siempre fue calificado como una "persona estirada", recta, cínica, emocionalmente insensible y sin ninguna flexibilidad. De hecho, se podría decir que su personalidad provenía de su linaje: El vizconde Ingrid fue muy famoso durante generaciones por su integridad, rectitud y personalidad agresiva e intransigente por lo que, el hecho de que el Conde Chandler fuera elegido como amigo cercano del joven heredero pudo haber sido una elección cuidadosa que tuvo, como punto de partida, la personalidad única de su honorable padre. ¡Pero la excesiva honestidad del Conde Chandler ya estaba en un nivel que excedía con creces incluso las características más salvajes de su familia! Y lo peor de todo era que incluso el vizconde Ingrid se había golpeado el pecho con el puño varias veces después de oirlo hablar.

"Oh Dios, voy a morir de un infarto por culpa de ese tipo".

Dijo.
 
Y es que este año, cumplió los 27.

Era alto y apuesto, con atractivo cabello negro e inteligentes ojos grises. Un joven conde que carecía de la honestidad y flexibilidad reconocidas por el imperio, extremadamente aburrido, emocionalmente inestable...

Y quién ahora, tenía una hoja en la mano.

"..."

¡Era literalmente una hoja!

Pero para explicarlo con más detalle, se trataba de una hoja pequeña, enrollada y de textura bastante suave, que venía con un par de manitas pequeñas, muy pequeñitas, empujándolo en su dirección.

"Léelo."

"..."

El Conde desvió la mirada de la hoja en dirección a las manos. Incluso su cuello estaba doblado hacia atrás porque no entendía que demonios estaba pasando ahora: Porque junto a la hoja había una cabeza dorada. Y podía ver dos lindas antenas extendiéndose entre un cabello inusualmente dorado.

Entonces, tan pronto como sus ojos se posaron en sus antenas, "la cosa" en su mano hizo una expresión tímida y torció todo su cuerpo para adelante. Con un movimiento de cabeza, sus antenitas revolotearon para abajo, y las delgadas alitas de su espalda comenzaron a temblar como si quisiera volar hacia otro sitio. Por supuesto, el Conde se tomó un momento para ordenar un poco sus ideas y recapacitar: Porque había una pequeña criatura del tamaño de su pulgar justo frente a él y, además esta criatura, del tamaño de un pulgar, era rubia, pálida, y elegante, con antenas y alas de libélula que además, podía hablar.

"..."
 
Vamos a empezar desde aquí ¡Los humanos del tamaño de tu pulgar no existen! Por tanto, este tipo no era humano.
 
Tenía antenas y alas así que entonces era un insecto.

"¿Señor?"

Pero los insectos no hablaban.
 
Entonces estaba loco y lo que hizo no fue hablar, sino... Un extraño llamado de insectos.
 
Pero los insectos no te daban hojas para leer, por lo tanto, esa hoja era solo una hoja que entró volando por la ventana.

En otras palabras, solo era un insecto horrible y una hoja común y corriente volando por la ventana abierta. 
 
El Conde levantó la mano y sacudió al insecto de la almohada para dejarlo caer. Se escuchó un fuerte grito como de "¡Aaaaah!" Proveniente del insecto que aterrizaba contra el suelo, pero, no era importante ¡Porque era el grito de un insecto y ellos no gritaban!
 
Y pronto el bicho, que voló hasta la cama de nuevo, se tocó las antenas dobladas y dijo: "Mis antenas". 

"..."

"¡Lastimaste mi antena!"

Pero también lo ignoró. Porque era la queja de un insecto.
 
El Conde cerró los ojos y se acomodó para dormir de nuevo. El sonido del insecto era fuerte y molesto, pero estaba bien. Podía dormir profundamente incluso en un bosque lleno de todo tipo de bichos y animales porque estaba entrenado para eso, así que, esto no era nada.

"¡Oye! ¡Oyeeeeee! ¡Mis antenas están dobladas! ¡Mira mi antena!"

"..."

"... Pero tienes una cara bonita así que te perdonaré esta vez ¡Te perdono! ¿Escuchaste?"

"..."

La mente inquebrantable del Conde Chandler se debía a su ignorancia y a su increíble capacidad de borrar de su mente todo lo que estuviera fuera del sentido común. Por eso esta personalidad suya volvía locos a quienes lo rodeaban y les hacía pensar que era, quizá, alguien un tanto desalmado.

"Pero me dolió..."

El insecto lloró.
 
"¿Estás realmente bien con lastimarme y no hacer nada al respecto? ¿¡A tu futuro esposo!?"

Siguió llorando.

"¡Pues muy bien!"

Y el insecto, que llevaba un rato llorando ruidosamente, salió volando por la ventana abierta y desapareció en un segundo.

El Conde abrió los ojos de nuevo. 

"..."

Sacudió casualmente la pequeña hoja que había llevado el insecto y volvió a dormirse. 

Pero el Conde Chandler, que era honesto, recto, intransigente e inquebrantable, acabó atrapado en una situación enorme ese día. 

Era solo que no estaba enterado.

La boda de las hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora