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"¿Estás seguro?"

Preguntó "Alapequeña" con una expresión bastante incrédula en la cara. De hecho, los rostros de los otros ancianos no eran diferentes a la suya. Parecían tristes, decepcionados, enojados y asustados mientras rodeaban a "Piegrande", que tenía una moneda de oro enorme entre las manos, y le preguntaban sobre lo que había pasado en el pueblo. Es decir ¿Realmente estaba tratando de explicarles que el humano devolvió la moneda que pidió prestada? No le dio dos o tres o nada, sino que le devolvió exactamente la cantidad justa.

Barbalarga preguntó "¿Es enserio?" Así que "Piegrande" volvió a asentir. Al parecer, "Piegrande" le prestó al hombre una moneda de oro y al día siguiente, el humano devolvió exactamente una moneda. Esta fue una muy mala noticia para todos en el reino quienes, tal vez no tan secretamente, esperaban que el humano fracasara.

"...Esto confirma que es una persona honesta que sabe cumplir sus promesas."

Porque, aunque no quisieran admitirlo, a fin de cuentas esa era la realidad y tenían que aceptarla como venía.

Pero hubo silencio.

Algunos de los ancianos tenían lágrimas en los ojos y otros estaban diciendo "Ay, nuestro pequeño príncipe" mientras pensaban en como ese joven adorable y encantador, igual iba a terminar en las garras de ese lamentable humano. Sintieron como si les desgarraran el corazón y les arrancaran las antenas junto con las alas, algunos se sentaron a llorar, el Rey Hada Oberon permaneció en silencio, tapándose los ojos con las manos, y la reina Titania, que había votado a favor del matrimonio la primera vez, también pareció terriblemente deprimida y luego incluso ambos se abrazaron y comenzaron a tratar de consolarse los unos a los otros. Pero "Alapequeña" que había estado derramando lágrimas todo este tiempo, de repente adoptó una expresión decidida y habló con Oberón:

"No es que no haya manera de detenerlos".

Ante esas palabras, los ojos de Oberon, Titania y los mayores se centraron en "Alapequeña" y preguntaron:

"¿Cómo?"

Haciendo que "Alapequeña" volara hacia el centro mismo del salón y abriera la boca nuevamente:

"Una promesa es una promesa así que es lógico pensar que deberíamos aceptar el matrimonio entre nuestro príncipe y el humano. Pero..."

El hada hizo una pausa por un momento y luego entrecerró los ojos. Los ancianos tragaron saliva con caras nerviosas, el rey y la reina aguantaron el aire y "Alapequeña" mirando a su alrededor, confesó su plan:

"Verán..."

La boda de las hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora