CAPÍTULO VEINTICINCO: «Al fin»

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Sophie Vera

Sintiendo el ritmo de la canción sigo los movimientos de Alexander quien me guía rozando su pelvis en la mía al tener una de sus piernas entre las dos mías creando una cercanía que me mantiene con los pezones endurecidos y la ropa interior húmeda.

Me lleva completamente como él quiere, yo me limito a mover mis pies siguiendo el ritmo de la canción sintiendo el calor subir a mis mejillas cuando Alexander me sonríe con picardía sabiendo exactamente lo que está causando en mi cuerpo.

Va susurrando la canción en mi oído sonando más sensual y muchísimo mejor que Romeo Santos quien canta originalmente desde su móvil. Me hace girar dejando mi espalda contra su pecho, su erección se clava en mi trasero y sin poderme contener me froto en ella disfrutando de la sensación.

Saber que está duro por mí es una maravilla inexplicable.

- ¿Siente eso, mi amor? -su pregunta en ese tono tan grave es la clara invitación al sexo. Asiento con mi cabeza aún moviéndome contra su gran bulto, que Dios bendiga su miembro-. Se pone así por ti, solamente por ti.

Sonrío satisfecha de tener ese poder en él. Sentir su excitación me hace revivir del sexo que hemos disfrutado desde que nos conocemos y gimo con el recuerdo tan lúcido en mi memoria.

Sus labios caen en mi cuello besando la piel con la mayor sensualidad que es capaz de tener. Los besos se vuelven húmedos dejando el rastro de su saliva en mi dulce piel que se eriza con su contacto, mi interior se contrae humedeciendo más mis pliegues y tiro mi cabeza hacia atrás apoyándola en su pecho dejando que siga besándome todo el cuello.

Sus manos traviesas agarran el dobladillo de mi camiseta sacando la prenda por mi cabeza dejándome en un sujetador negro el cual le permite acunar mis senos y sentir mis pezones fruncidos a través de la delgada tela. Sus besos alcanzan mi clavícula y succiona con sus gruesos labios, sigo frotándome en su erección y gruño al necesitar más contacto directo.

Desabrocho mis pantalones y los bajo sin despegarme de su cuerpo, saco mis pies del pantalón dándole una patada y enviándolo lejos de donde estamos. Alexander ahoga un gemido en mi cuello al bajar sus manos por mi cintura hasta conseguir tocar mi tanga negra a conjunto con el sujetador.

La música sigue sonando reproduciéndose otra canción aún más lenta la cual no consigo identificar. Alexander me obliga a girarme para encararle y no tarda en besarme lentamente haciendo del ambiente uno más íntimo, mucho más excitante al sentir su lengua mimar la mía al encontrarla y obligarme a gemir en su boca, llevo mis brazos a su cuello clavando mis uñas en sus hombros obligándole a seguir besándome.

Mis manos bajan desesperadas eliminando su camiseta de su cuerpo al igual que desabrocho su pantalón dejándole en unos bóxers blancos donde se marca aún más su masculinidad que tanto placer me da al estar dentro de mí.

Y el deseo se identifica, mi libido aumenta de forma infinita sin una transición. Salto enrollando mis piernas en sus caderas frotando la tela húmeda de mi ropa interior en su gran bulto, gimiendo al hacerlo y dejando que Alexander deje caer hacia atrás su cabeza dándome absoluta libertad para besar su cuello.

- Sophie... -gime.

Sonrío lamiendo el lateral de su cuello, besó su manzana de Adán que se mueve por su garganta al tragar grueso. Alzo la vista y tiro de su cabello para que me mire, sus pupilas extremadamente dilatadas me reciben y con su mano sujeta mi cuello besándome con violencia dando pasos hasta estamparme en la pared más cercana.

Y parece querer arrancarme la ropa que me queda, pero se contiene al tomar aire.

Reparte besos desde mi cuello hasta el pecho donde marca con sus labios la piel expuesta por el sujetador y dándole una lamida delicada a mis pezones a través de la tela. Un jadeo se escapa de mis labios haciéndole sonreír.

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