CAPÍTULO QUINCE: «Beso»

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Alexander Shirley

Hace dos horas terminamos de comer y ahora mismo me dedico a mirar cómo Sophie y mi hermana juegan al UNO. Miro las cartas de Sophie acariciando su muslo llamando la atención de mi madre que golpea mi muslo con su mano.

- No le mire las cartas a la niña. -me regaña.

- No estoy jugando, puedo hacerlo. -me defiendo.

- Estás haciendo trampas porque seguramente le haces gesto a Brenda al saber mis cartas. -salta Sophie haciendo que mi hermana se ría.

- Por supuesto que no, yo quiero que gane usted, no la perra sarnosa aquella. -le digo señalando a mi hermana.

Me gano un golpe merecido de mi mamá por insultar a mi hermana. Termino acurrucándome contra Sophie apoyando mi cabeza en su hombro y cerrando los ojos dejándome relajar por su contacto.

Dibujo en su muslo mi nombre a ciegas haciéndola soltar una risita cuando reconoce y une las letras que voy escribiendo.

Pasan toda la tarde jugando con las benditas cartas hasta que cae la noche y escucho las palabras sagradas de mi mamá.

- Puede quedarse esta noche si quiere, Sophie.

Alzo mi cabeza del hombro de Sophie viendo a mi madre con una sonrisa plasmada en mis labios.

- Si no soy una molestia... -murmura Sophie dejando que sus mejillas se tiñan de rojo.

- Por supuesto que no, querida. -le dice mi mamá.

Brenda no comenta nada, se dedica a darme miradas cómplices que me hacen querer morirme de la vergüenza.

- ¿Dónde dormiré? -la pregunta de Sophie me retumba en los oídos.

- ¿Como es eso de "dónde dormiré"? ¿Dónde planea dormir si no es en mi cama, Sophie? -reacciono frunciendo mi ceño al verla.

Enrojece aún más viéndome de reojo.

- Bueno, no quería darlo por hecho, yo... -duda al hablar presa de los nervios.

- Os dejamos solos, tortolitos. -ríe Brenda levantándose del sofá llevándose a mi madre con ella.

- Él y yo no somos... -comienza Sophie guardando silencio con la mirada incrédula de mi hermana.

- Por cierto, quería decirle que me ha caído muy bien. Es muy transparente y natural, eso me gusta. -le dice Brenda a Sophie.

- Oh... gracias por eso. -susurra la morena a mi lado.

Recibe una caricia en su hombro antes de que mi hermana y madre nos dejen solos. Sophie suspira con alivio dejando que sus músculos caigan relajados en el sofá.

- Creo que no he estado tan nerviosa nunca, en los veinte años que llevo de vida. -reconoce.

- ¿Ni siquiera estando conmigo?

- No hay punto de comparación. Y aparte, tú no eres capaz de ponerme nerviosa, Alexander.

- ¿Ah, no? -acojo su barbilla con mis dedos girando su rostro hacia el mío dejando que nuestras narices se rocen.

La reacción de su cuerpo me resulta demasiado satisfactoria: su pecho se hincha tomando una respiración profunda, sus ojos caen en mis labios, sus manos inconscientemente bajan hasta mis muslos apoyándose en ellos, traga grueso y su piel se eriza. Termina alejándose y poniéndose en pie en clara señal de no poder aguantar más sus nervios.

- ¿Tu habitación donde queda? Necesito encerrarme entre cuatro paredes donde poder relajarme. -desvía el tema.

Decido ceder y dejarlo pasar sabiendo que se lo recordaré en un lugar más íntimo como lo será mi cama.

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