CAPÍTULO ONCE: «Crisis»

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Alexander Shirley

Desabotono por décima vez el botón de mi camisa dudando en dejarlo de tal manera o si será mejor abrocharlo. Indeciso decido ir en busca de Santiago a su habitación entrando en su cueva encontrándole acostado en su cama con su celular en la mano.

- ¿No le enseñaron a golpear la puerta, Alex? -dice al verme.

- Quería pedirle opinión... -me acerco más a él-. ¿El botón desabrochado o abrochado?

Alza sus cejas viéndome sin creer en la situación tan irónica que estamos viviendo.

- Depende, ¿para dónde es que vas? -pregunta.

- Al cine.

- ¿Solo?

- Eso no le importa. Dígame pues, ¿abrochado o suelto? -insisto negándome a decirle que saldré con la misma chica que me ayuda a estudiar por las tardes.

- ¿Piensa coger? -ruedo mis ojos-. Suelto para que sean menos botones que quitar.

Chasqueo mi lengua sabiendo que su consejo no lo tendré en cuenta y salgo de su habitación dando un portazo con su puerta al cerrarla de nuevo. Voy hacia la habitación de Brenda y la encuentro entre libretas sentada en su escritorio.

- Brendy, necesito su ayuda como mujer. -le digo captando su atención.

- Gracias al cielo, estaba desesperada por tener una excusa para cerrar mis libretas.

- ¿Como me veo más sexy y apetecible? ¿Con el botón abrochado o suelto? -pregunto modelándole las dos maneras.

- ¿Va a una cita? Es raro verle con camisa.

- Usted limítese a responder, Brenda.

Parece pensarlo y se levanta acomodando mi camisa soltando el botón y el segundo también tomándome desprevenido.

- Voy al cine, no a un club de putas. -informo.

- Seguramente vaya con una chica la cual hace que se preocupe por agradarle visualmente así que déjeme arreglarle.

¿Me preocupa agradarle visualmente a Sophie? No creo, simplemente quiero ir guapo.

- Creo que si soltamos el tercero sería el toque estrella. -piensa en voz alta haciéndome apartarme de sus manos.

- No quiero parecer un prostituto, Brenda.

- Falta algo... -se acaricia la barbilla estudiando mi atuendo hasta que parece ocurrírsele lo que parece la mejor idea del universo-. ¡Una cadena de plata! ¡Por supuesto!

- ¿Qué? No, odio esa ridiculez.

- Cállese, estúpido.

Ruedo mis ojos viendo como se dirige a su joyero buscando una cadena de plata que pueda prestarme. Al encontrarla me la coloca aplaudiendo al ver el resultado final del atuendo que ahora parece maravillarle.

- Va increíble, esa chica se volverá loquita por usted, hermanito. -asegura.

Yo le agradezco su ayuda saliendo de casa con prisas tomando mi celular viendo un mensaje de Sophie.

Sophie: Vas a querer matarme. Tengo un problema de ultimísima hora.

Alexander: ¿No irá a cancelarme cuando ya he salido de mi casa y voy camino a la suya, cierto?

Sophie: Discúlpame por eso.

Alexander: No puede ser, Sophie. Ya estoy arreglado, es más, estoy viendo su casa a lo lejos.

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