Evie caminó por el mercado que se encontraba abarrotado a esas horas de la mañana y se ciñó bien la capucha para que nadie reparara en su larga melena anaranjada.
Estaba nerviosa y le era imposible quedarse encerrada en su habitación esperando a que Damara acudiera a ella para contarle cómo había sido su encuentro con el príncipe, así que se había limitado a salir con la excusa de ser ella la que hiciera los recados para poder respirar algo de aire fresco.
Entró en uno de los callejones que la alejaban del mercado y miró hacia atrás para asegurarse que nadie la seguía. Cuando estuvo segura de ello, empujó la puerta de madera de la tercera casa que se encontraba en aquel estrecho sendero y dejó caer su capucha esbozando una amplia sonrisa al ver el desayuno recién servido en la mesa.
-Buenos días muchacha- la saludó la yaya Flor, la anciana que la había ayudado cuando con apenas siete años intentó escaparse del castillo y acabó perdida en medio del pueblo- ya pensé que no vendrías, hija mía.
-¿Y perderse un desayuno como este?
Evie puso los ojos en blanco cuando la puerta se abrió y sintió las manos de Dalton sobre ella, apretando con algo de fuerza para que ella reaccionara y se girara poniendo los brazos en jarra.
Dalton que se había convertido en su mejor amigo desde los siete años, cuando ella aún era más alta que él, cuando él aún la seguía a todas partes fascinado con su pelo anaranjado, esbozó una sonrisa divertida y la agarró de los mofletes para sacudirle la cabeza.
-Eres de lo peor- dijo ella al fin pegándole un manotazo y apartándose de él para ocupar un lugar en la mesa.
-Puede, pero espero que al menos tengas la decencia de no comentarlo con tu amiguita- se acercó a la mesa y agarró un mendrugo de pan.
-Muchacho-le regañó la Yaya Flor- lávate las manos antes de sentarte a mi mesa o yo misma buscaré a esa princesita y le diré barbaridades sobre ti.
Evie soltó una carcajada y Dalton agarró el mendrugo de pan con los dientes para dirigirse a la pequeña cocina.
-Y cuéntame hija, ¿Ya han llegado los invitados que esperabais tener?
Evie asintió y se llevó a la boca una rebanada de pan con miel viendo como Dalton volvía y ocupaba el asiento junto al suyo.
Aunque su amigo era un ladrón callejero sin padres, y ella desaprobara sus métodos para conseguir alimento y sustento, no podía evitar quererlo. La Yaya Flor se había encargado de todos los niños desamparados, dándoles un lugar en su mesa tras el fallecimiento de su esposo, y aunque pareciera algo que a la larga no iba a servir de mucho, hubo cuatro de aquellos niños que rescató de la calle que siempre ocuparon un asiento en su mesa. Evie y Dalton eran los únicos que compartían un mismo pensamiento: en esa mesa faltaba Damara.
Dalton se había quedado prendado de la joven princesa hace un par de años cuando acompaño a escondidas a Evie hasta la puerta del castillo y la vio tras las rejas de la entrada. Una preciosa chica de tez pálida y rostro angelical que lo cautivó por completo. Por desgracia ese amor platónico era lo único que iba a conseguir de ella. ¿Cómo una princesa iba a fijarse en un chico como él? Y no es que Dalton fuera feo, todo lo contrario, había escuchado a varias chicas halagarle cuando pensaban que él no las escuchaba, aunque jamás tuvo interés en nadie que no fuera Damara. Pero era realista y sabía que él jamás iba a poder proporcionarle una vida digna a alguien como ella.
La puerta se abrió de nuevo y esta vez fue Thalia la que entró desprendiéndose de su capa mientras ocupaba su lugar habitual, justo en frente de Dalton. No hablaba, al menos no antes de desayunar, y todos ya se habían acostumbrado a las rarezas de su amiga.
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Ruivas
FantasyDos razas separadas hace milenios, enemistadas y en guerra desde los comienzos del mundo. Pero.. ¿Qué pasaría si dos personas de bandos contrarios se enamoraran perdidamente? Evie es una Ruivas,( ser mágico con apariencia humana) que fue obligada a...