Capítulo 4: Destinos entrelazados

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Damara corrió, lo hizo hasta caer al suelo y levantarse para continuar corriendo mientras intentaba no tropezarse con su vestido. Esquivaba los árboles, miraba a su alrededor en busca de algún indicio de pasos o algún sonido que la alentara a esconderse de nuevo.

¿Había hecho bien al abandonar a Evie a su suerte?

Corrió sin rumbo fijo porque jamás había salido del castillo para saber realmente a dónde la llevaban sus pasos y lloraba rezando como nunca antes lo había hecho para que Evie y su padre se encontraran sanos y salvos.

Escuchó el crujir de una rama a sus espaldas y se giró con tan mala suerte que no vio la piedra en su caminó. Tropezó y cayó con el rostro sobre la arena magullándose una de las mejillas.

-Aquí estás- la voz de Mauricio fue lo que la hizo romperse de verdad. Si él estaba aquí, ¿Dónde estaba su padre?

Él le extendió una mano que ella aceptó y le miró a los ojos en busca de alguna información. ¿Quiénes eran los hombres que los habían atacado?¿Por qué lo habían hecho si el rey jamás había tenido problemas con el pueblo?

-Debemos irnos de aquí, yo te llevaré a un lugar seguro- Mauricio tiró de ella y aceleró sus pasos mientras ella intentaba aclarar sus ideas.

-Pero...Mauricio, dónde está...

-Muertos, muertos todos- la interrumpió él- solo te quedo yo, joven princesa, solo yo para salir con vida de esta.

Damara sintió su corazón romperse en mil pedazos cuando escuchó aquellas palabras. ¿Su padre muerto? ¿Evie muerta?

Miró a Mauricio que no dejaba de acelerar sus pasos sin soltarla, sin un rasguño, ni una pizca de sangre en su ropa o rostro, ni..

Dejó de pensar cuando un chico les impidió el paso con daga en mano y gesto de completo terror en el rostro.

-Evie- soltó por la boca provocando que los dos dejaran de caminar- ¿dónde está Evie?

El chico con un pequeño corte en una de sus mejillas la miró para deslizar la mirada hacia Mauricio, frunciendo el ceño al ver sus manos unidas.

-Suéltala- le exigió.

-¡Aparta de nuestro camino, muchacho insolente!- gritó Mauricio fuera de sí, intentando retomar sus pasos. Pero el chico se lo impidió de nuevo.

-¿Quieres ir con él?- preguntó él apuntando a Mauricio con la daga, pero hablándole claramente a Damara- ¿Confías en él? Si tu respuesta es afirmativa, me haré a un lado y os dejaré marchar. Piensa bien tu respuesta, princesa.

Damara miró al chico con atención y sólo entonces recordó haberlo visto apoyado en los barrotes.

-¿De qué conoces a Evie?- preguntó ella mientras sentía como Mauricio se aferraba aún más a su mano, tanto que comenzaba a hacerle daño.

-Es mi mejor amiga- dijo el chico con sinceridad- y necesito encontrarla antes de que..

-Confío en Evie- le interrumpió ella intentando zafarse del agarre de Mauricio- solo en Evie.

Esa fue contestación suficiente para el chico de pelo castaño y rostro hermoso,  que lanzó su daga al aire para acabar clavada a la perfección en el centro de la mano de Mauricio que soltó a la princesa en el acto aullando de dolor.

Damara retrocedió para que el consejero de su padre no volviera a agarrarla y vio con absoluto asombro como el chico sacaba otra daga algo más pequeña y la lanzaba a una de las piernas de Mauricio que cayó al suelo aún retorciéndose de dolor.

-Dime dónde puede estar Evie, por favor.

Damara asintió cuando él caminó hacia ella, y a pesar del inmenso terror que sentía le guio de vuelta al castillo.

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