Capítulo 9: La última esperanza de Arlo

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A Arlo no le daba miedo nada, o al menos eso es lo que se había empeñado él en memorizar. Si temía a algo viviría esclavizado por el temor. Así que se había pasado noches enteras junto a una hoguera recitando en voz alta las mismas palabras: "No tendré miedo a la muerte".

Aún así falló a su promesa la noche en que cazaron a su Lucy, a su fuego eterno, a su mujer, a su alma gemela. A la única como él, a la única Ruivas que había llegado a conocer. A Lucy la mataron con brutalidad delante de sus ojos y le cortaron la cabeza dejando solo el cuerpo que él se encargó de enterrar con sus propias manos.

Desde ese momento, su mundo se había reducido a la muerte. Quería morir, no afrontar las mañanas sin Lucy, no afrontar los días completos sin ella. Y había decidido al fin hacerlo, al fin de cuentas, él no temía a la muerte. ¿Para qué seguir con vida si ella ya no estaba? ¿Dónde quedaban esas fantasías que tenían de crear una familia, o de poder vivir libres en alguna parte del mundo?

Iba a quitarse la vida, lo iba a hacer, si al bajar de esas escaleras no hubiera chocado con una mujer que olía exactamente igual que su Lucy, y no se refería a ese aroma avainillado que había detectado, sino ese fuerte olor a tinte, al mismo que usaba Lucy para embadurnar sus melenas en un intento de pasar desapercibidos, en un intento de lograr una vida normal. Aún así, ese tinte había servido de poco cuando los cogieron y la mataron sin piedad. Solo había sobrevivido él cuando esos mismos árboles que los habían protegido durante meses y de los que se habían alimentado, extendieron sus ramas y perforaron los cuerpos de sus agresores dejándole a él libre.

Arlo odiaba a los árboles. ¿Por qué no habían llegado a tiempo?¿Por qué no habían salvado a su Lucy?

Miró de nuevo hacia las escaleras por las que había subido la chica y sonrió, maldita sea, sonreía cuando llevaba sin hacerlo desde ese fatídico día.

Los tres muchachos se levantaron y solo la chica de tez pálida y rostro angelical subió las escaleras, en cuanto eso sucedió, Arlo se percató de algo. Los otros dos muchachos, uno rubio y otro moreno, se fulminaron con la mirada, como si se odiaran o como si...

De golpe se puso de pie y clavó la mirada en las escaleras. ¿Y si querían matarla?¿Y si esto era algún tipo de trampa?

No se lo pensó dos veces cuando echó a correr hacia las escaleras, cuando buscó con desespero la habitación de su salvación, ¿Y si ya había llegado tarde?¿Y si se la encontraba con la cabeza separada del cuerpo?

Se dejó caer al suelo y comenzó a llorar con desesperación mientras cubría su rostro con las manos, unas manos ennegrecidas con el pasar de los días.

"Ya estaba muerta, ya está muerta, lo estaba y él había vuelto a llegar tarde."

Se quedó allí sentado hasta que escuchó una puerta un piso más arriba de donde se encontraba él abriéndose. Agudizó el oído y se preparó para todo. Podía acabar muerto, podía terminar como Lucy.

Pero se sorprendió al escuchar dos voces femeninas, una de ellas la reconoció de inmediato, era la misma voz con la que le habían pedido disculpas en las escaleras.

Escuchó los pasos al bajar las escaleras y su cuerpo dejó de funcionarle cuando la vio, llevaba el pelo castaño, casi la misma tonalidad que la de la chica de cara angelical, un vestido de alta costura azulado y unos zapatos que solo alguien de buena posición podía permitirse.

La hermosa chica, nada parecida a su queridísima Lucy, pero aún así bella, se giró solo un instante para mirarle. Y ahí, en ese preciso momento lo supo. Esa chica necesitaba su ayuda, necesitaba ser protegida y cuidada como él no supo hacer con Lucy.

Y Arlo pensaba darle esa protección aunque le costara la vida.



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