Dalton se levantó envuelto en unas sábanas y un olor ajeno. Se estiró sin contener un bostezo y dejó que un cuerpo suave se acurrucara junto al suyo.
¿Un cuerpo ajeno?
Se incorporó de golpe abriendo los ojos y fijándose en el cabello dorado que se esparcía sobre la almohada.
La chica murmuró algo entre sueños y él se levantó de la cama con los ojos casi fuera de sus órbitas. ¿Qué había hecho? ¿De dónde conocía a esa mujer?
Entonces, una serie de imágenes se agolparon en su mente.. Él había estado escuchándola tocar la guitarra y cantar, ella había clavado su penetrante mirada en él durante toda la noche. Cuando acabó, dejó la guitarra aún lado y se acercó a él. Dalton ya estaba esperándola de pie cuando ella buscó con desesperación sus labios y él se lo permitió atrayéndola hacia él y dejándose llevar por lo que recordaba un buen beso que le hizo evadirse de todo.
Recordó entrar en una casa a trompicones y tropezar mientras los dos se desnudaban con rapidez, deseosos de sentirse, como si hubieran esperado ese momento toda la maldita noche.
Ahora delante de él y completamente desnuda se encontraba una mujer que se desperezaba bajo las sábanas.
Dalton recogió su ropa del suelo y se vistió mientras ella abría los ojos y le miraba.
-No tienes porque irte- le dijo provocando que él dejara de abrocharse las botas con impaciencia- puedes continuar aquí. Vivo sola y no tengo ningún esposo que vaya a entrar por la puerta y matarte.
Se levantó sin importarle en absoluto su desnudez y esbozó una sonrisa, muy parecida a la que le ofreció la noche anterior.
-Mi nombre es Didian, ¿y tú? chico escurridizo eres...
-Soy Dalton.
Para sorpresa de él, la muchacha se tomó la libertad de sentarse sobre su regazo y hundir las manos en su pelo, antes de besar la comisura de sus labios de forma sensual.
-Es la primera vez que te veo venir a verme tocar...-susurró- ¿Qué es lo que te hizo ayer venir hasta mi?
Dalton la miró. Era guapa, su belleza no podía equipararse a la de la princesa Damara, ni siquiera a su chica del bigote de leche. Sin embargo, tenía una presencia que, sin duda, hubiera capturado su atención de todas formas.
-Es complicado- se limitó a contestar.
-El amor...ya veo..-susurró ella volviendo a besarle los labios con delicadeza.
-¿Te debo pagar algo?- fue lo único que pudo preguntar él. ¿Qué mujer se comportaría así si no fuera una meretriz? Una casa propia, y ningún marido al que rendir cuentas, eso sin hablar de lo poco pudorosa que parecía.
Didian se puso de pie con gesto enfadado y cogió una de las sábanas para cubrir su cuerpo con indignación.
¿Quién se creía ese hombre para dirigirse a ella de esa manera?
-No tengo marido pero eso no significa que no sea capaz de matarte yo misma como vuelvas a compararme con una prostituta- señaló a la puerta con cara de pocos amigos- me has dado un buen sexo, pero esto no se volverá a repetir. Sal de mi casa antes de que realmente decida que debo cobrarte un dinero que seguramente ni tengas.
Dalton se levantó incapaz de apartar los ojos de ella y se dirigió hacia la puerta aún algo aturdido.
-Lo siento- se disculpó antes de salir de la casa- no era mi intención insultarte.
Y abrió la puerta para salir al exterior donde la gente ya caminaba dispuesta a ir a sus recados habituales.
Caminó apresuradamente a la casa de la Yaya Flor y se frotó el rostro con desesperación. ¿Desde cuando él actuaba de aquella manera?
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Ruivas
FantasíaDos razas separadas hace milenios, enemistadas y en guerra desde los comienzos del mundo. Pero.. ¿Qué pasaría si dos personas de bandos contrarios se enamoraran perdidamente? Evie es una Ruivas,( ser mágico con apariencia humana) que fue obligada a...