Capítulo 2

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-No pienso ponerme eso.

Mejor dicho: ni de coña iba a ponerme eso. Ni aunque no quedara más ropa en el mundo.

Ni aunque el apocalipsis de las agujas hubiese acabado con los costureros del mundo entero y sólo quedase ropa como la que tenía delante.

Mi amiga torció la boca.

-¿Por qué no?

Suspiré.

-¿De verdad quieres que te diga todos los problemas que tiene ese vestido?

Ella se dejó caer en la cama, y me miró esperando a que hablara.

-¿Va en serio? -me reí.

-Dime por qué no te lo pondrías -contestó ella, completamente seria.

Dejé de reír cuando comprendí que sí, que iba en serio.

-De acuerdo -comencé, mientras lo cogía y lo colocaba sobre mi ropa-. Para empezar, falta esto -hice un gesto con los dedos de algo diminuto, a lo que ella puso los ojos en blanco- para que se me vea la ropa interior. Además, es muy ajustado, y yo no estoy tan delgada como tú. Y, qué coño, ¡por mucho que comience el verano, en este pueblo te mueres de frío hasta en junio!

He de reconocer que eso último era invención mía, pero por mi tono hasta había sonado creíble.

Beth estuvo unos segundos en silencio, mirándonos alternativamente a mí y a su vestido. Casi podía ver a su cerebro trabajar, sopesando mis argumentos, decidiendo quién tenía razón y si de verdad no estaría a gusto con esa ropa. Finalmente habló.

-Oh, vamos, pruébatelo -sentenció.

No me lo podía creer. ¡¿Es que no había escuchado nada de lo que le había dicho?!

-¡¿Es que no has escuchado nada de lo que te he dicho?! Beth, ¡no me voy a poner esto!

-Deja de quejarte -dijo mientras sacaba su teléfono móvil-. Si no te gusta no lo lleves, pero por lo menos pruébatelo.

De mi boca salió una especie de gruñido, y finalmente me encerré en el baño para probármelo. Me lo coloqué sobre la ropa, y comprobé que me llegaba justo por la parte más alta del muslo. Estupendo.

Me desvestí con desgana y me lo puse. Efectivamente, me quedaba excesivamente corto.

No pensaba salir con eso a la calle.

Salí del cuarto de baño para enfrentar a mi amiga, quien estaba sentada sobre mi cama, concentrada en la pantalla de su móvil. Cuando llegué a su altura levantó la vista hacia mí.

-Te queda bien.

-¿Me tomas el pelo? -grité, y miré la prenda con disgusto-. ¡Llega a ser dos centímetros más corto y no me tapa ni las bragas!

-Exagerada.

Acto seguido se levantó y fue junto a su pequeña maleta de mano, en la que parecía llevar el armario entero y parte del zapatero. Tras rebuscar un poco sacó una falda negra y una camiseta.

-¡Pero...!

-Toma, anda. Y date prisa.

El asombro debía de reflejarse en mi cara, y a pesar de ello Beth estaba empeñada en llevarme a esa dichosa fiesta.

Aún así ese conjunto me gustaba más que el otro. La falda me llegaba por la mitad del muslo, un poco más arriba, pero no había color en comparación con lo otro. Y la camiseta era hasta bonita.

Observando mi reflejo en el espejo del cuarto de baño, resignada, acabé por decidir que incluso podría divertirme. Me sentía mejor con ese conjunto y me animé a pensar que, total, tampoco iba a pasar nada por ir a una fiesta.

Aunque no me puedas ver (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora