Existe un momento en la vida de cada persona en el que te haces tres famosas preguntas precisamente porque en esa situación, en ese instante, no sabes qué contestar. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy?
Pues bien. Estas preguntas se pueden analizar desde una perspectiva cínica. Mi parte cínica dice que son una gilipollez.
¿Quién soy? Pues cada cual tiene nombre y sabe quién es, ¿no?
¿De dónde vengo? Como tenga que contestar a eso, vamos...
¿Hacia dónde voy? Hacia donde estés caminando, corriendo o arrastrándote.
Estas tres preguntas las crearía un tío que estaba rayadísimo, y a raíz de eso empezó a preguntarse si se conocía a sí mismo, seguro.
Pero también pueden ser analizadas desde un punto de vista comprensivo y paciente.
Mi parte comprensiva y paciente entiende que, obviamente, con la pregunta del "hacia dónde voy" no te tienes que contestar literalmente hacia donde vas, sino tu próxima meta en la vida, tu aspiración... Creo que os hacéis una idea. Esto le hace pensar a esta faceta de mí que comienzo a entender al tío este. Porque necesitas conocerte, saber quién eres. Saber de dónde vienes, que has hecho con tu vida. Hacia dónde vas, que pretendes hacer a partir de ahora de ella.
Y pensándolo bien, también es comprensible que la gente se haga estas preguntas en momentos complicados de su vida. Porque el ser humano tiende a comenzar a verlo ya todo negro cuando comienza a ser gris, es decir, si tienes problemas ya te haces un lío mental de toda tu vida. Se llama gilipollez aguda, y suele pasarle a todo el mundo.
Vale, llegados a este punto tengo que admitir que entiendo las preguntas y que las personas se las hagan a sí mismas. Aunque yo me quedo especialmente con la que para mí, en este momento de mi vida, es la más importante. ¿De dónde coño vengo?
Aunque en realidad sé de dónde vengo, lo que me lleva a pensar que en realidad mi pregunta es otra que falta entre estas tres: ¿cómo he llegado hasta aquí?
Me parece que ésta última era mi pregunta imposible de contestar. Por eso me la hice en su momento, como cabía esperar. Aunque, en mi caso, desde mi yo cínico, hablo literalmente.
Y en realidad, debería haberme importado más el hecho de estar bien, sana y salva en mi casa, a pesar de tener resaca y una laguna mental del tres al cuarto. Pero necesitaba, cada vez más, saber qué era lo que había pasado desde que ese chico, Axel, desapareciera de mi vista. Sabía que me había dejado la botella de... ¿ron? Y que después sacó un bastón encartable y se despidió de mí. A partir de eso me quedé bebiendo sobre el césped, mirando como se adentraba en la casa por la puerta trasera, supuse que para pasar desapercibido.
Desde eso seguí bebiendo. Y observando todo a mi alrededor. Y bebiendo. Y pensando. Y bebiendo. Y llegó un momento en que sólo bebía sin hacer nada más de por medio.
Entonces dejé de recordar lo que pasaba.
***
-¡Jamie! ¡La puerta!
-¡Ya voy!
Salí de la cocina, donde estaba preparando una ensalada (que es fácil y puedes echarle prácticamente cualquier cosa), y me dirigí a la puerta de la entrada. Pasé junto a mi padre, que estaba leyendo un libro en el sofá. El muy listo se había pensado que ya que hacía la comida era la chacha por un día y, por tanto, hasta al menos las cuatro de la tarde me encargaba de todo lo que pasase en casa. Nos ha jodido.
Levantó la vista hacia mí y me sonrió con socarronería. Yo le saqué la lengua y el retomó la lectura.
Al abrir la puerta me encontré con unos ojos verdes que conocía de sobra. Pero aun así era, definitivamente, la última persona que esperaba que se encontrase al otro lado de mi puerta.
-¿Eric?
Y he de reconocer que una pequeña parte de mí hubiera deseado que fuese Axel el que estuviese ahí. Pero eso era totalmente imposible. Además, Eric era como mi amor platónico. Tampoco me desagradaba que estuviese en la puerta de mi casa un sábado por la mañana.
Un momento.
¿Eric estaba en la puerta de mi casa un sábado por la mañana?
-¿Eso es un mandil de mariquitas?
Genial. Me puse colorada como un tomate. Como un pimiento rojo. No, perdón, la pimienta la tenía dentro del organismo, y yo ya debía de parecer un semáforo en rojo tamaño humano. Instintivamente coloqué mis brazos en jarras para intentar tapar lo máximo posible del absurdo mandil que tenía en casa de cuando era pequeña.
-Eh... Eso parece, sí.
Es increíble como puedo ser tan cínica algunas veces y otras, parecer totalmente gilipollas.
Pero Eric era Eric.
-Creo que mi hermana tiene uno parecido -su hermana tenía veintiún años y estaba estudiando medicina, lo cual me calmó bastante-. A mí me regaló uno el año pasado para hacer la coña. ¿Sabes qué ponía? "Besa al cocinero". Menuda estupidez -se rió, pero yo seguía petrificada. Ni siquiera sé cómo fui capaz de procesar todo lo que me había dicho en apenas cinco segundos. Reaccioné en cuanto pareció incómodo y me preguntó-: ¿Puedo pasar?
Asentí, murmurando un "claro" apenas audible y le abrí la puerta tras de mí.
Y entonces apareció de nuevo mi yo cínico.
-¿Qué haces aquí, Eric? Pensaba que los fines de semana estabas extremadamente ocupado.
Más que cínico, borde.
Él saludó a mi padre, y éste le devolvió el saludo con expresión seria.
-Te he hecho un hueco en mi apretada agenda. ¿Estás cocinando? -preguntó al pasar por la cocina.
-Ensalada.
-Eso no es comida -rió, aún por delante de mí.
-Es sano y fácil de hacer. Mejor que una pizza.
-No me compares una buena pizza con...
-Una nutritiva ensalada -le corté-. Te lo repetiré de nuevo, Eric. ¿Qué haces aquí?
-Menudo humor por la mañana. Pensaba que desde aquel día se te había pasado.
"Aquel día" había sido uno en el que Beth se iba a quedar a dormir en mi casa y Eric me llamó de noche para que le ayudase con una cosa de mates. Intenté explicárselo, pero no lo entendía y terminó por prensentarse en mi casa. Evidentemente, él no sabía que Beth también estaba, pero al verla allí engatusó a mi padre para quedarse a ver una peli con nosotras y luego irse a casa. Claramente, se había quedado por mi amiga. Pero eso entonces yo no lo sabía, así que estaba flotando en una nube entre arcoiris. Lo que ocurrió fue que nos quedamos fritos, y al día siguiente (por alguna razón que sigo sin comprender) me desperté abrazada a él como un koala. Lo peor de todo fue que me despertó mi padre, y la que me cayó ese día fue monumental.
Pero ya lo tenía superado.
-Sí. Una buena noche -ironicé. Ahora lo recordada como algo gracioso, pero no lo fue en absoluto.
Fuimos hasta mi habitación, yo detrás de él. Había estado muchas veces en mi casa y sabía dónde estaba prácticamente todo. Si me hubiese descuidado con doce años, también habría encontrado mi diario.
Abrió la puerta y pasó adentro. Yo le seguí y la cerré de nuevo. Eric se sentó sobre mi cama, aún desecha, y yo me tumbé a su lado, esperando a que empezase a hablar.
-Jamie, ¿recuerdas cuando te dije que tenía muchos planes para este verano?
-Sí. Como si fuera ayer. Será porque lo dijiste ayer.
Sonrió, girando la cabeza para mirarme. Desde donde yo estaba parecía más alto aún de lo que ya era. Y eso que estaba sentado.
-Pues mis planes comienzan hoy a la una.
Sobra decir la hora que era.
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Aunque no me puedas ver (PAUSADA)
Fiksi Remaja-Mírame. Hace dos meses no me podía ni imaginar que ahora estaría... así. Lo último que vi fue a mi hermana gritando y la carretera acercándose demasiado deprisa hacia mí. O yo hacia ella. Después de eso no he sido capaz de salir a pasear yo solo, o...