Capítulo 9

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Aparcó poco rato después, al final de un sendero por el que se había desviado de la carretera. Yo me desabroché el cinturón de seguridad e hice ademán de abrir la puerta, pero una mano me detuvo. Me giré y miré a Eric, ahora serio, que me agarraba del brazo, impidiendo que saliese de su destartalado coche.

-Jamie, si te ha molestado lo de antes, yo... Bueno, no quería que... -titubeó, pero le corté.

-Déjalo, Eric. Está bien así -sonreí. En realidad, no tenía nada por lo que disculparse. Pero eso no se lo dije.

Él me devolvió la sonrisa y me soltó. Pensé... Pensé que quizás diría algo más, que sería el momento en el que pasaría algo. Pero no fue así, claro. Esto no era un cuento de hadas. Era mi vida.

Y, además, ya había atontado a mis hormonas bastante por un día. Lo que me recordaba que más tarde tendría que pararme a pensar en ello.

Le esperé mientras sacaba una pequeña nevera portátil del maletero. Parecía que lo tenía todo planeado. Caminamos en silencio hacia un lugar que ambos conocíamos de sobra. Me senté en la arena de la pequeña playa a apenas un metro de la orilla, donde las olas rompían delicadamente, como si tuviesen miedo de estropear el paisaje, y mi amigo me secundó sin decir ni una palabra.

Miré hacia el horizonte. Más bien, me quedé totalmente empanada, pensando. Recordando. La playa del este era una parada obligatoria para todo el que visitaba nuestra ciudad. Además, ahora, recién empezado el verano, era cuando más turistas la visitaban. Lo que tenía de bonita también lo tenía de grande; varios quilómetros de arena blanca, blanquísima, que casi parecía nieve, un agua transparente como el cristal y árboles rodeándola por todas partes. Sin embargo, la ventaja de los habitantes de la zona era que disponíamos de la playa todo el año. Y que teníamos mucho tiempo libre para explorarla. De pequeña solían llevarme allí, pero más tarde empecé a ir con Eric y Beth, cuando teníamos unos trece años. Y a los niños de trece años les gusta investigar. Al menos a nosotros. Un día, a Beth se le ocurrió que podíamos ver que había más allá de los viejos árboles que cerraban la playa, por el este. Eric y yo estábamos sobre las toallas, adormilados, pero nos convenció para coger las mochilas y caminar durante un buen trecho hasta cruzar la extensa arboleda. Lo que encontramos fue ese pequeño rincón, una especie de cala privada que nadie parecía haber descubierto aún. Por lo que la hicimos nuestra. Así que, técnicamente, no estábamos en la playa oficial, sino en nuestra playa. Pasamos allí el resto de la tarde, y a la vuelta vimos que nos habían robado las toallas que habíamos dejado tiradas allí. Esa noche nos echarían la bronca en casa por ello, pero no nos importó, porque había valido la pena. Con los años íbamos allí cada vez más, sin contarles nunca nuestro descubrimiento a nadie, ni siquiera a nuestros padres. Encontramos otra forma de llegar desviándonos de la calzada en lugar de atravesar el bosque, y en ningún momento nos cruzamos con otra persona que no fuésemos nosotros. Y estuvo bien... durante un tiempo. Hasta que fue alguien más y... Bueno, digamos que mis dos mejores amigos dejaron de llevarse tan bien como antes.

-Te preguntarás por qué te he traído aquí, ¿me equivoco? -preguntó de golpe, sacándome de mi ensimismamiento como un despertador. Ni siquiera recordaba que Eric estuviera conmigo.

-En realidad estaba pensando en más cosas, pero se podría decir que esa es una duda que tengo desde que salí de esa lata a la que llamas coche -contesté con media sonrisa.

-Hum, tienes razón, es una lata. Un atentado hacia la seguridad. No debería seguir llevándote al instituto en ella, es mejor que vayas andando -bromeó.

-Esto... Pero es una lata muy bonita. Me encanta -dije, haciendo un puchero.

-Sigues sin saber hacer pucheros.

-Yo puedo mejorar, pero tú seguirás conduciendo una lata.

Él reprimió una risa, y supe que era mejor volver al tema inicial. Al fin y al cabo, aunque me metía con él de coña, había algo de verdad, y Eric lo sabía.

-Entonces... ¿Por qué me has traído aquí?

Él se quedó pensativo un rato. Intenté imaginar qué sería, pero mi amigo era una caja de sorpresas y a mí nuca se me dieron bien las adivinanzas. De hecho, cuando finalmente habló, me podría haber esperado cualquier cosa menos lo que dijo.

-Me han aceptado.

Al principio no entendí a qué se refería, pero entonces metió una mano en su bolsillo y sacó un sobre abierto, que me entregó. Lo cogí con manos vacilantes, porque empezaba a suponer por dónde iban los tiros. Y mis sospechas se confirmaron cuando abrí el sobre y leí las dos primeras líneas de una carta que sin duda sería una de las más importantes que recibiría mi amigo en toda su vida. Por todo esto, me abalancé sobre él como había hecho el día anterior, haciendo de koala pero en versión 'sentada sobre la arena', y lo llené de besos.

-¡Joder, felicidades!

Y él se rió, y yo me reí. Había trabajado muy duro para lograrlo, y se merecía eso y más. Que te acepten en una buena universidad es un sueño. La única parte mala, el pensamiento que embotaba mi cabeza yendo de un lado a otro y que no me dejaba compartir plenamente la alegría de Eric era que dicha universidad estaba en la otra punta del país.

Eso, y que se acabaría el llevarme por las mañanas al insti en su coche-lata.

N/a: HOLA HOLA HOLA!

¡He vuelto! ¿Cuanto tiempo llevaba sin subir un capítulo? ¿Desde octubre? Es imperdonable, lo sé, pero los exámenes no perdonan, casi muero. En fin, estoy súper emocionada porque hacia mucho que no me ponía a escribir en serio y por fin hoy lo he conseguido. Será que la Navidad me afecta. Considerad el capítulo como mi regalo :)

Felices fiestas a tod@s.

Por cierto, espero subir otro capítulo antes de que se acabe el año, que este me ha quedado cortito.

Reject ❤

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⏰ Última actualización: Dec 24, 2015 ⏰

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