Me encontraba todavía en la casa donde se celebraba la fiesta. Bueno, técnicamente me encontraba en su jardín. Pero ya no había ninguna fiesta. Las luces estaban apagadas y la puerta, cerrada. Me levanté del césped en dirección a la calle y comencé a caminar. Tenía que ir a algún sitio, y sabía cómo llegar, pero no adónde me dirigía. Pasó un coche a mi lado, pero no me extrañé de ello, aunque parecían ser más tres de la mañana. En cuanto desapareció de mi vista, divisé una sombra al final de la calle. A medida que me aproximaba la veía más nítida. Era una persona, un chico, alto y delgado. Parecía de mi edad; supe que era de mi edad. Pero desconocía de quién se trataba. Llegué a estar lo suficientemente cerca como para alargar el brazo y tocarle. Y realmente quise hacerlo. Estiré mi brazo, y mi mano estaba a punto de rozarle la cara. Entonces sonrió. No le veía la cara, no sólo porque era más alto que yo, sino porque parecía llevarla tapada por una nube de polvo negro. Pero no me asustó. Su sonrisa me dio tranquilidad. Aunque no llegué a tocarlo. No, porque antes de que ocurriese, mis dedos suspendidos en el aire a apenas un par de centímentros de su mejilla, escuché un ruido ensordecedor. Un pitido agudo y repetitivo que me hizo llevar ambas manos a las orejas sin demasiados resultados. Todo se desvaneció a mi alrededor, y de golpe estaba en mi habitación.
Hiperventilando, asimilando la situación y convenciéndome de que todo estaba bien. Las paredes azules estaban ahí, la mesita de noche, la absurda lámpara sobre la mesita de noche y la persiana totalmente subida. Definitivamente, sí era mi habitación.
Me llevé una mano a la cabeza mientras intentaba incorporarme, no sin cierta dificultad. Fue entonces cuando comprobé que todavía llevaba la ropa con la que había salido de casa unas horas antes. Me quedé unos segundos mirando un punto concreto en la pared, y después llevé mis pies al frío suelo e intenté levantarme. Pero me mareé nada más hacerlo, y me dejé caer de nuevo sobre mi cama. Me dio un pinchazo en la cabeza, y de golpe era como si un pájaro carpintero me estuviera taladrando el cráneo. Pero no tenía ningún sentido. Apenas había bebido la noche anterior. La noche anterior...
Ante ese pensamiento abrí mucho los ojos, y me olvidé milagrosamente de mi repentino dolor de cabeza. Me di la vuelta como una croqueta en la cama para evitar levantarme y busqué mi móvil en la mesita. Tenía cinco mensajes de Beth.
"Jamie, ¿dónde estás?" Recibido a las 2:17.
"Te he buscado por todas partes y no apareces. Llámame, me estoy preocupando" Recibido a las 2:35.
"No te habrás ido con ningún tío, ¿no? Recibido a las 2:41.
"Jamie, ¡haz el favor de contestar!" Recibido a las 2:58.
"Jamie, tenemos que volver a casa, tú no tienes coche y no sé dónde te has metido. Voy a salir afuera, te esperaré hasta las cuatro en la entrada. Aparece, por favor" Recibido a las 3:25
Una punzada de culpabilidad me atravesó el estómago. Pero me acordé entonces de que eso no habría pasado eso si no me hubiese dejado sola, lo cual alivió bastante mi sentimiento de culpa. Aún así, marqué su número.
-Sí... -respondió con voz adormilada.
-Beth, soy Jamie.
Pareció reaccionar ante esto, porque a continuación dijo:
-¡Hija de puta! ¡¿Dónde coño te metiste anoche?! Me tenías preocupadísima, te estuve esperando hasta las cuatro y pico y no apareciste. Me asusté muchísimo, ¿y si te hubiese pasado algo por mi culpa?
-Mira -le contesté en el mismo tono-. No tendrías que haberme esperado, ni me tendrías que haber mandado cinco mensajes, ni te habría preocupado tantísimo si NO HUBIERAS DESAPARECIDO DE GOLPE. Era mi primera fiesta y ¿tú que haces? Irte a vete a saber dónde mientras estoy en el baño y no aparecer por ningún lado. Es. Culpa. Tuya.
Beth se mantuvo callada unos segundos. Segundos después, comencé a oir su respiración agitada.
-Lo.. Siento -dijo, entre hipidos. Estaba llorando-. No te debí dejar sola... Pero es que... Era importante y... Pensaba volver a por ti... Y lo hice, pero no te encontraba... Y yo... Perdóname...
Me masajeé la frente antes de contestar.
-Hablaremos luego, Beth.
En ese momento, no quería saber nada de ella hasta que me graduara en la universidad. No había sido buena idea llamarla.
Bajé a la cocina rogando para que cayera una aspirina del cielo. Mi padre aún no se había levantado, así que me preparé en una bonita soledad un café de sobre y rebusqué algo para acompañar mi nutritivo desayuno.
Y, mientras echaba el azúcar y mordisqueaba una galleta, se me vino a la cabeza un pensamiento de esos que, en cuanto aparecen, no puedes parar de darle vueltas. Un pensamiento que se vuelve inquietante y repetitivo, que moldeas cambiando alguna que otra palabra de orden sólo para acabar comprobando que no puedes hacerlo menos preocupante o incluso siniestro.
Y es que, si no había vuelto con Beth a casa, ¿cómo había llegado?
N/a: siento haber tardado tanto en actualizar (me declaro culpable...). Pero, si estáis leyendo mi otra historia, sabréis que me he dedicado a subir casi todos los dias algún que otro capítulo, y me quita bastante tiempo. Pero bueeeeeeno, aquí está el sexto capitulo^^ (es algo más corto de lo que me gustaría, pero ya hacía demasiado que no escribía aquí y quería subirlo ya, así que perdón también por eso).
Deseando que os guste
-Ny
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Aunque no me puedas ver (PAUSADA)
Teen Fiction-Mírame. Hace dos meses no me podía ni imaginar que ahora estaría... así. Lo último que vi fue a mi hermana gritando y la carretera acercándose demasiado deprisa hacia mí. O yo hacia ella. Después de eso no he sido capaz de salir a pasear yo solo, o...