20; Perseidas

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Melathia

- Mañana a la misma hora de hoy en el mismo lugar ¿Te parece?

¿Estaba escuchando bien? ¿Quería volver a verme? ¿A mí? No se me habria pasado nunca por la cabeza. Lo mire confundida para saber si se trataba de una broma como creia que seria.

-Te estoy diciendo que quiero volver a verte mañana a la misma hora y en el mismo lugar que hoy- me dijo mientras sonreía.

Entonces era verdad. Pero ¿estaba seguro de querer verme a mi? Obviamente reaccione, oportunidades así, nunca se me dan en la vida. Por lo menos a mí...

-Ehh si, si obvio

Levanto la mirada del suelo, y la dirigió hacia mis ojos. Con una sonrisa radiante y hermosa me dijo;

-Chau

Con un movimiento rápido de su mano, se hizo humo y desapareció en el aire. Seguí caminando hasta mi casa. En el bosque habían pasado horas. En la pradera habían pasado quince minutos. El sol se levantaba, y calentaba lentamente la colcha verde. Me empezó a hacer calor, y me costo un rato darme cuenta de que aun tenia puesta la túnica de Artemis. Cuando dijo que me la quedase no me lo había tomado tan literal…

                                                                                        ***

Subí las escaleras lo más rápido y silenciosamente que pude. Escondí la túnica debajo de mi cama y baje a tomar el desayuno.

En la mesa no había nadie. Mi madre estaba en su cuarto de trabajo, seguía con el temita ese de las tierras. Syd tampoco estaba allí.

Me prepare unas tostadas con queso y un té de lavanda. Con la tostada en la mano y la taza en mis labios, me apoye en el marco de la puerta que daba al cuarto de trabajo.

- ¿Dónde está Syd? - le pregunte.

Mi madre levanto la vista de su trabajo.

-Salió a caminar un rato.

-Bueno- dije y volví a la cocina. Hoy no tendría nada que hacer. La verdad ya tenía ganas de que fuese ese mañana a la misma hora en el mismo lugar.

Terminé el desayuno, y fui a regar mis plantas al piso de arriba. Regué las que estaban en el balcón, luego las del baño y las del pasillo que daba a la habitación de mi madre.

Luego bajé y regué las del patio y la cocina. Eran mi hobbie favorito. Mi madre abrió la puerta de casa y me dijo;

-Voy a llevar esto al jefe. Vuelvo en un rato- dijo agitando los papeles que me había mostrado ayer.

Se puso su gorro, escondió sus serpientes y salió.

Yo seguí con mi tarea. Estaba quitándoles las hormigas a una caléndula. Esos insectos eran tan insoportables, persistentemente se escurren y se meten donde nadie les llama. Acabe enojándome y petrificando sin querer la pobre planta.

                                                                                  Artemis

- ¡Dos días en traerme esta miseria! -gritaba el emperador mientras agitaba en el aire cuatro pergaminos escritos de los dos lados. Ocho carillas era algo razonable para mi, pero evidentemente para el no.

-Disculpe mi señor, es que no es tan fácil la cosa.

-A vos no se te hará fácil, lo que vos no entendes es que yo necesito detalles, a-ho-ra

𝑪𝒊𝒏𝒄𝒐 𝑴𝒆𝒔𝒆𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora