Extraño

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La casa apenas iluminada por la luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas

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La casa apenas iluminada por la luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas. Nick, ahora un poco más mayor, se encontraba en su habitación, tratando de concentrarse en su tarea escolar, pero el ruido de la discusión de sus padres en la sala le impedía hacerlo. Las peleas se habían vuelto más frecuentes y violentas, y Nick sabía que esta noche no sería diferente.

— ¡Te dije que no gastaras dinero en tonterías! —rugió su padre, la voz resonando por toda la casa.

Nick se levantó de su escritorio y salió de su habitación, caminando con cautela hacia el origen del ruido. Sabía que Jack estaba dormido en su habitación y no quería que se despertara y viera lo que estaba a punto de suceder. Al llegar al umbral de la sala, vio a su padre, su rostro rojo de ira, y a su madre, que intentaba calmarlo sin éxito.

—Por favor, cálmate, solo compré lo necesario para la casa —dijo su madre, con una voz temblorosa.

— ¡No me digas que me calme! —gritó su padre, levantando la mano como había hecho tantas veces antes.

Sin pensarlo dos veces, Nick corrió hacia ellos, interponiéndose entre su padre y su madre. Miró a su padre a los ojos, con una mezcla de miedo y determinación.

— ¡Papá, no la golpees! —exclamó Nick, su voz firme aunque su corazón latía con fuerza.

Por un momento, su padre pareció sorprendido, pero la sorpresa rápidamente se convirtió en furia.

— ¿Qué crees que estás haciendo, mocoso? —dijo su padre, avanzando hacia Nick.

Nick apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió el primer golpe en su mejilla. El dolor fue inmediato y agudo, y cayó al suelo, aturdido. Pero se levantó rápidamente, poniéndose de nuevo entre su padre y su madre.

— ¡Déjala en paz! —gritó Nick, sus ojos llenos de lágrimas, pero sin moverse de su lugar.

Su padre, enfurecido por la resistencia de Nick, lo agarró por el brazo y lo empujó con fuerza contra la pared. El impacto le sacó el aire de los pulmones y sintió una punzada de dolor en la espalda, pero se obligó a mantenerse de pie, mirando a su padre con desafío.

—Nick, por favor, basta —suplicó su madre, con lágrimas en los ojos.

Pero Nick no podía detenerse. Sabía que si él se rendía, su padre volvería a volcar su ira sobre su madre.

—No voy a dejar que la lastimes —dijo Nick, con la voz quebrada pero firme.

Su padre levantó la mano de nuevo, y esta vez el golpe fue más fuerte, directo a su estómago. Nick cayó de rodillas, el dolor era tan intenso que apenas podía respirar. Pero incluso en el suelo, levantó la mirada, decidido a no retroceder.

— ¡Papá, por favor, para! —rogó Nick, sintiendo cómo las lágrimas corrían por su rostro.

En ese momento, algo pareció romperse en su padre. Miró a su hijo, golpeado y llorando en el suelo, y por un breve instante, la ira en sus ojos se transformó en algo parecido a la vergüenza. Bajó la mano y retrocedió, respirando con dificultad.

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