La vida no pregunta solo golpea

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Después de aquella visita habitual con mi padre, donde la rabia y el agotamiento eran lo único constante, mis pies me llevaron directamente a casa de Mack

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Después de aquella visita habitual con mi padre, donde la rabia y el agotamiento eran lo único constante, mis pies me llevaron directamente a casa de Mack. Sabía que necesitaba alejarme, desprenderme del caos por un momento, aunque fuera breve. Llevaba puesta una sudadera verde, su tela gruesa y acogedora, como una barrera frágil entre el mundo y lo que quedaba de mí. El pantalón blanco que solía ser inmaculado ya no lo era; las manchas de sangre oscura eran testigos de lo que había ocurrido.

Guardé la ropa en una bolsa vieja, atándola con cuidado antes de salir del callejón. El sonido distante de la ciudad me daba una sensación de desconexión, como si todo estuviera sucediendo en un lugar distinto al mío. Tenía que deshacerme de esa carga, como si al hacerlo pudiera dejar atrás las huellas del pasado, aunque sabía que no sería tan fácil.

Mack no haría preguntas, nunca lo hacía. Sabía leerme sin que dijera una sola palabra. Hoy, más que nunca, necesitaba esa comprensión silenciosa.

Aquel día aún pesa en mi memoria, cuando le prometí a Mack que compensaría todas mis ausencias. Esa fue la primera vez que vio mi realidad, sin las máscaras que siempre me ponía. En ese instante supe que, a pesar de lo que había intentado esconder, ella ya lo entendía todo. Mack no era tonta, pero hasta entonces había dejado que el silencio llenara los huecos entre nosotros.

—Odio a tu padre.

—Ya somos dos.

Al acercarme a la cuadra de su casa, el cansancio me pesaba en los hombros, pero más que el físico, era el mental. Sabía que la dependencia estaba siempre al acecho, lista para tomar el control. Por un momento, traté de mantenerme firme, de no recurrir a nada más que el peso de mis pensamientos, pero al final cedí. No completamente, pero lo suficiente. Saqué un cigarrillo normal, una pequeña victoria contra el monstruo más grande, y lo encendí. El humo llenó mis pulmones, dándome esa falsa sensación de calma.

Al llegar a la puerta de su casa, mi mente era un torbellino. No quería que Mack viera el desastre en el que me estaba convirtiendo, pero ya lo había prometido antes. Y si había algo que sabía, era que Mack siempre valoraba las promesas, tanto las rotas como las cumplidas.

Toqué suavemente la puerta, sabiendo que ella ya sabía que estaba ahí. Al abrirse, me recibió con una mirada que lo decía todo. No necesitaba palabras. Ahí está ella aguantándose las ganas de no romper nuestra lista.

La miré como siempre lo hacía desde que la conocí, con esa mezcla de admiración y algo más que no podía definir. Ella se acercó lentamente, depositando un beso suave en mis labios, un roce apenas perceptible, pero suficiente para hacer que mi corazón latiera descontrolado. No pude evitar sonreír, y, sin decir nada, tomé su mano. Salimos juntos de la casa, dejando atrás las paredes que guardaban tantas verdades no dichas.

Al despedirnos, alcé la vista y vi a Yue, quien nos observaba desde la distancia con una sonrisa cómplice, como si entendiera algo que nosotros aún no nos atrevíamos a poner en palabras.

Nosotros [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora