Desnudo ante ti

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Ha pasado una semana desde aquella noche en que Mack entró a mi casa, desde que dejé caer las barreras y permití que mis lágrimas la vieran

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Ha pasado una semana desde aquella noche en que Mack entró a mi casa, desde que dejé caer las barreras y permití que mis lágrimas la vieran. Siete días desde que me expuse, mostrándole las grietas que nunca quise mostrar. Ella es diferente ahora; ya no quiero que me vea así, como un rompecabezas roto, lleno de cicatrices y sombras que no puedo ocultar más.

Recuerdo cómo me ayudó a bañarme, su presencia suave y firme mientras sus manos sanaban no solo las heridas de mi piel, sino también las de mi alma. Dormir a su lado fue un alivio; no hubo preguntas incómodas, solo su calidez que me envolvía. Ella se ha convertido en mi luz en esta oscuridad que parece engullirme.

Pero la verdad pesa en mi pecho. Cada vez que pienso en mi padre, siento que mi salud mental se desmorona, como un edificio viejo que ya no puede sostenerse. Me duele sentir que no puedo hacer nada, que esta debilidad me consume. ¿Qué tanto daño me han hecho? La lucha interna me consume: el deseo de liberarme y la cadena que él representa.

A veces, me encuentro pensando en Mack. Con su luz, me ofrece una chispa de esperanza. Tal vez sea el momento de enfrentar todo esto, de dejar de ser solo un chico dañado y empezar a sanarme. Sé que el camino será difícil, pero necesito recordar que hay más allá del dolor. Hay un futuro donde yo decido cómo vivir mi vida, donde puedo ser más que la sombra de mi pasado.

Pero, ¿y si no lo logro y me convierto en lo peor?

Camino de un lado a otro, aguardando a la chica de piel bronceada. Ella aparece, sonriendo con esa arrogancia que le es tan característica últimamente, y me entrega un cigarrillo. Lo enciendo, el fuego chisporrotea mientras me pierdo en la mirada del auto negro con vidrios polarizados. Siento el humo descender por mi garganta, y al exhalar, mis pupilas se dilatan. Me esfuerzo por mantener la seguridad en mi rostro, aunque la incertidumbre me roe por dentro. Levanto el mentón, retando el mundo a que me diga lo que soy. Termino el cigarrillo, mis ojos fijos en el, esperando que se marche, como un recordatorio de lo que puedo perder.

— ¿Sigues peleado con el jefe? —pregunta una voz a mi lado, sacándome de mis pensamientos.

Tardó en responder — ¿Cuál es la próxima entrega?

Ella entiende que no quiero ahondar en el tema. Mientras saca su celular, revisa algunas notificaciones. —Calle once, el mismo cliente del edificio.

—No podré ir contigo. Ve con uno de los chicos esta vez.

Zoe rueda los ojos y empuja ligeramente mi hombro. —Como que muy seguido no puedes, pero que no fuera la sufridita, porque entonces una llamadita y sales corriendo —murmuro, empleando un tono que no me gusta cómo suena.

—Solo te advertiré dos veces: no te expreses de ella así si no quieres que te lastime.

—Olvídalo, Jones. Pero como que al jefe no le va a parecer cuando se entere.

— ¿Me amenazas? —farfullo sonriente.

—No es amenaza, es algo que va a suceder.

El aire se siente pesado entre nosotros, una tensión cargada de verdades no dichas y decisiones que acechan en las sombras. Quizás lo que me asusta no es lo que soy, sino lo que puedo llegar a ser si sigo en este camino.

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⏰ Última actualización: Sep 20 ⏰

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