Despedida

3 2 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Lo que parecía ser el fin de una historia no era más que el inicio de una nueva, donde cada adiós escondía la promesa de un cambio inevitable.

Finalmente llegó el día en que mi pasado dejó de ser solo eso para convertirse en algo más, desde que mi querido amigo me habló de la chica de sus sueños, por quien estaba dispuesto a irse y pasar el resto de su vida a su lado. Solo lo veía en contadas ocasiones, como ya sabrán. Y justo después de su último viaje a Leicester, me confesó que se casaría, y que no lo volvería a ver. Me alegré por él, pero también me dolió un poco saber que ya no vería más a mi mejor amigo. Lo único que hice fue desearle todo el éxito del mundo. Y por eso, este capítulo se titula "Despedida", porque fue el final de nuestra amistad y el inicio de otra historia que cambiaría mi vida de una manera que solo ella sabía hacerlo.

Para contar esa parte, tenemos que remontarnos un año atrás, a esa conversación entre dos viejos y sinceros amigos.

El chico de cabello corto y mirada cansada se acercó a mí y, al verme, me estrechó la mano como siempre lo hacía. Me burlé de él, de manera risueña, y comenzamos a charlar sobre cómo iban nuestras vidas. A diferencia de la mía, la suya había tomado un rumbo que no esperaba tan pronto.

—Me casaré, Jones, me casaré con la chica de mis sueños. Me vuelve loco, y me arrodillé delante de ella con un enorme diamante. ¿Y lo mejor? Aceptó. ¿Sabes por qué?

Lo miré, escuchando atentamente, hasta que preguntó:

— ¿Porque la amas y estás dispuesto a hacer todo por ella?

—Me conoces bien. Quiero que seas mi padrino y mi testigo.

Lo miré sorprendido.

—Te considero mi hermano, eres lo más cercano que tengo —añadió él.

—Jamás me perdería el momento más feliz de tu vida —respondí.

[...]

Pasaron días, semanas, tal vez meses. El tiempo dejó de tener sentido mientras las órdenes de Dominick seguían llegando como un susurro en la noche, constantes y vacías. Nos convertimos en máquinas sin propósito, esclavos de una rutina impuesta por una deuda que parecía no tener fin. Comprar, pagar, cazar, saldar. Esa era la vida que nos tocó vivir, una existencia que ya no me pertenecía.

Mi madre, exhausta, apenas lograba mantenerse de pie. Sus manos temblaban cuando volvía tarde del trabajo, con la mirada perdida en un futuro que no podía ver. Y mientras ella se desgastaba por darnos una vida mejor, mi padre se encargaba de hacerme sentir cada vez más insignificante. No había golpe que me doliera tanto como su indiferencia, como su mirada que me atravesaba, como si no existiera.

Y Jack... él era diferente. A él lo respetaban. Lo admiraban. Cada vez que lograba algo, sentía una chispa de orgullo dentro de mí, una sensación contradictoria porque, en el fondo, sabía que vivía en su sombra. Él no lo sabía, claro. No podía imaginar cuánto me aferraba a sus logros, cómo me apropiaba de ellos para sobrevivir, para seguir adelante. Mientras él florecía, yo me marchitaba lentamente, deseando ser alguien más, deseando ser él. Pero me alegraba de que viviera por los dos.

Nosotros [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora