Tentación

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La tarde había comenzado a ceder el paso a la noche, y las luces de la calle brillaban con una calidez que contrastaba con el frío que dominaba el aire

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La tarde había comenzado a ceder el paso a la noche, y las luces de la calle brillaban con una calidez que contrastaba con el frío que dominaba el aire. Dominick estaba en un pequeño parque cerca de la casa de su madre, buscando un respiro después de una larga jornada de trabajo. De repente, vio a Nick acercarse, con una expresión pensativa y un poco de incertidumbre.

—Hola, Nick —saludó Dominick, levantándose de su banco—. ¿Cómo estás?

—Hola, Dominick —respondió Nick con una ligera sonrisa, aunque su semblante seguía mostrando rastros de preocupación—. ¿Puedo sentarme?

Dominick asintió y ambos se sentaron en el banco. La atmósfera era tranquila, y el parque, aunque pequeño, ofrecía un momento de calma en medio del bullicio de la ciudad.

—Quería agradecerte de nuevo por el otro día —dijo Nick, mirando al suelo— Me has ayudado mucho.

—No hay problema —respondió Dominick—. ¿Cómo te has estado sintiendo?

Nick suspiró, el peso de su situación claramente visible en su rostro.

—La verdad, no tan bien. Los golpes... no son nada nuevo. Mi padre... no es exactamente el mejor en tratar a los demás. —Nick miró hacia el horizonte, buscando las palabras adecuadas—. A veces me siento como si no tuviera a dónde ir, a quién recurrir.

Dominick lo miró con empatía, comprendiendo el dolor que Nick trataba de expresar.

—Lamento escuchar eso, Nick —dijo Dominick— Mi situación no es tan diferente. Mi padre también tiene su forma de hacer las cosas. Me manda a trabajar para mantenerlo. No es fácil. A veces siento que estoy trabajando más para él que para mí mismo.

Nick lo miró. No había esperado escuchar una experiencia similar.

— ¿En serio? —Preguntó Nick—. ¿Te manda a trabajar para él?

—Sí —respondió Dominick con una sonrisa amarga—. No es tanto que no pueda mantenerme por mí mismo, sino que él parece tener esta idea de que todo lo que gano debe ir para él. Es como si nunca pudiera salir de su sombra.

— Que miserables son nuestros padres. – soltó Jones.

Dominick sonrió de lado — son una mierda.

El silencio se extendió por un momento, mientras ambos chicos reflexionaban sobre sus respectivas situaciones. Finalmente, fue Nick quien rompió el silencio.

—Supongo que no estamos tan solos como pensamos. Al menos hay alguien con quien compartirlo.

Dominick asintió. — Sí, es cierto. A veces, solo hablar de ello puede hacer que sea un poco más llevadero —dijo Dominick—. Si alguna vez necesitas hablar o simplemente desahogarte, aquí estaré. Lo que sea que necesites.

Nick sonrió, agradecido por la oferta.

— Si alguna vez necesitas desahogarte de tu padre, llame.

Los dos se quedaron en el banco, compartiendo una conversación sincera y abriéndose el uno al otro. Aunque sus vidas seguían siendo complicadas, habían encontrado un punto de apoyo mutuo, un rayo de esperanza en medio de sus luchas personales.

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