Aemond sabía exactamente lo que su madre quería decirle. Aemond había observado que su madre no podría empatizar con Visenya, y él mismo encontraba difícil conectar con su mujer.
Ella era un poco extraña...
Visenya a veces hablaba de una manera abrupta, casi desafiante, y luego cambiaba repentinamente a un tono más suave y delicado, como si estuviera interpretando diferentes roles en una obra teatral. Además, su manera de sentarse era poco convencional para una dama de su posición; se dejaba caer en los asientos con una falta de gracia que a menudo atraía miradas de desaprobación en la corte.
Durante las cenas, Visenya comía de forma vulgar, sin preocuparse por los modales refinados que se esperaban de una princesa. Aemond observaba con incomodidad y fascinación cómo ella a veces parecía darse cuenta de su propio comportamiento salvaje y, en un esfuerzo por corregirse, adoptaba una postura más refinada, aunque la transformación nunca duraba mucho tiempo.
A pesar de todos estos defectos y comportamientos extraños, había aspectos de Visenya que Aemond encontraba, contra todo pronóstico, agradables. En ocasiones, ella le regalaba bordados que había hecho con sus propias manos. Aunque los bordados estaban lejos de ser perfectos, con puntos irregulares y patrones que a menudo no tenían sentido, Aemond apreciaba el esfuerzo y la intención detrás de cada regalo.
Además, Visenya siempre asistía a sus entrenamientos de combate. Aunque Aemond sospechaba que ella se sentía obligada a estar allí. Sin embargo, la sonrisa que ella esbozaba mientras lo observaba nunca llegaba a sus ojos, y su rostro, tan similar al de Lucerys, evocaba en Aemond recuerdos y sentimientos contradictorios.
Aemond nunca lo admitiría, pero desde que se había casado con Visenya, tenía sueños extraños. No soñaba con su esposa, sino con Lucerys. Estos sueños lo perturbaban profundamente, pues despertaban en él sentimientos... y recuerdos dolorosos.
"Aemond..." dijo Alicent, levantando su copa y haciendo una señal para que Aemond hiciera lo mismo.
Aemond obedeció, aunque con cierta reticencia. "Madre, ¿a qué se debe tu invitación?" preguntó, desde que se había casado, solo cenaba con Visenya en silencio o en pequeñas conversaciones que ella iniciaba.
Alicent dejó su copa sobre la mesa y se rascó la barbilla. "Tenemos que hablar de tu esposa..."
Visenya, con sus maneras poco convencionales, era un tema que a menudo inquietaba a Aemond. A pesar de no sentir amor por ella, sentía una extraña necesidad de defenderla. "Ella es una buena esposa y agradable," dijo Aemond, aunque sin convicción. Se preguntó si Lucerys defendería a su hermana en su lugar.
Alicent no se detuvo. "Ella es bonita, como se espera de la hija de Rhaenyra, pero... ha pasado el tiempo, Aemond. Ella aún no está embarazada y eso me preocupa."
Aemond se sintió incómodo. Un bebé... No lo creía posible. Ni siquiera había tocado a Visenya, y mucho menos la deseaba. Ella era demasiado reservada, se acostaba con una manta que usaba como una especie de protección, creando una barrera invisible entre ellos.
"Lo estamos intentando, madre," mintió Aemond, consciente de la falsedad de sus palabras.
"Ella es rara... no es..." Antes de que Alicent pudiera terminar su frase, un estruendo se oyó fuera de la habitación.
Madre e hijo se levantaron y salieron apresuradamente. En el pasillo, unos guardias estaban ayudando a Visenya a levantarse del suelo.
"Odio usar vestidos y esos zapatos tan horribles," dijo Visenya con una voz que Aemond sentía que no era femenina. "Ohh... quiero decir, soy tan torpe," agregó, cambiando su voz a un tono más femenino y riéndose mientras ocultaba su rostro.
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my boy princess [Lucemond]
FanfictionRhaenyra,ha dado a luz a dos gemelos: Visenya Velaryon y Lucerys Velaryon. A medida que pasan los años, surge un dilema cuando Visenya se ve obligada a casarse con Aemond, un matrimonio que ella no desea. Para resolver esta situación, Visenya toma u...