capítulo 8: Destino

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Aemond permanecía en silencio en la sala, su mirada afilada recorriendo a cada miembro de su familia. Rhaenyra, ubicada junto a Daemon, su esposo, mantenía una expresión seria mientras él le sostenía la mano con una aparente calma.

Aegon, en su habitual actitud despreocupada, estaba sentado con una copa de vino en la mano, el líquido rojo oscuro manchando su barbilla. Estaba demasiado absorto en sus propios pensamientos, pensando en Helaena y hijo, como para prestar atención a Aemond.

Alicent, al otro lado del salón, mantenía sus ojos firmemente clavados en Aemond, esperando ansiosamente cualquier palabra que pudiera salir de su boca. Aunque intentaba ocultarlo, Aemond percibía la preocupación que se escondía tras su mirada. Ella lo observaba con la expectativa de que él, de alguna manera, calmara la inquietud de todos los presentes, o al menos la suya propia.

Sin embargo, lo que mantenía a todos en vilo era la pregunta que aún colgaba en el aire, un tema que nadie se atrevía a mencionar abiertamente pero que pesaba en cada pensamiento. Finalmente, fue el rey Viserys quien rompió el incómodo silencio

"Mi nieto Lucerys," dijo Viserys, dirigiéndose a su consejero Otto Hightower, que se encontraba cerca, "¿qué se ha informado de él?"

El anciano consejero, Otto Hightower, inclinó ligeramente la cabeza en un gesto respetuoso antes de responder. Su voz, aunque calmada, tenía un tinte ominoso que capturó la atención de todos en la sala.

"Los rumores son... variados, mi rey," comenzó Otto, eligiendo sus palabras con cuidado. "Algunos informan que el príncipe Lucerys fue visto cerca de las Islas del Hierro, navegando en un barco que no lleva bandera alguna, acompañado de hombres de dudosa reputación. Otros dicen que fue visto más al norte, vagando solo en las tierras frías más allá del Muro, buscando refugio entre los salvajes."

Rhaenyra apretó la mano de Daemon con fuerza, su rostro pálido mostrando la primera señal de verdadera preocupación. Los rumores eran oscuros, y el miedo por la seguridad de su hijo comenzaba a filtrarse en su expresión. Aemond sintió cómo un nudo se formaba en su estómago al escuchar las palabras de Otto, aunque trató de mantener su compostura.

"Y hay quienes aseguran," continuó Otto, con una ligera pausa para dejar que sus palabras calaran, "que el príncipe Lucerys ha sido capturado por piratas de las Ciudades Libres, quienes planean exigir un rescate desmesurado o, en el peor de los casos... venderlo como esclavo."

El silencio en la sala era casi ensordecedor tras esa declaración. Los ojos de Rhaenyra se abrieron de par en par, y el miedo en su rostro se transformó en algo más profundo, más visceral. Aemond se mantuvo en su lugar, inmóvil, aunque cada músculo de su cuerpo se tensaba con la ira y la preocupación que trataba desesperadamente de ocultar.

"Estas son solo habladurías, claro," añadió Otto rápidamente, tratando de suavizar el impacto de sus palabras, pero el daño ya estaba hecho.

Los rumores eran peores de lo que Aemond había imaginado, y cada uno de ellos hacía que su corazón latiera con más fuerza, con más desesperación. Lucerys, su Lucerys, estaba en algún lugar, posiblemente en peligro, y él no podía hacer nada al respecto en ese momento.

"Padre, que hagan lo posible para encontrarlo," dijo Rhaenyra con la voz temblorosa por el miedo, mirando a Viserys con súplica y desesperación.

"Estoy haciendo todo lo que está en mis manos... Rhaenyra. Mi nieto Lucerys será encontrado," respondió Viserys en voz baja.

"¡No es suficiente!" Gritó Aemond, su voz resonando por la sala como un trueno, provocando que su familia diera un pequeño salto, asustados por la repentina explosión de ira.

my boy princess [Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora