Capítulo 10: El final...

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El día había llegado. El día que Lucerys tanto había temido y, en el fondo, quizá esperado. Creía que lo había esperado desde la primera vez que usó un vestido, cuando se dio cuenta de que su vida ya no le pertenecía. Una parte de él siempre supo lo que le aguardaba: ser juzgado no solo por amar a su hermana tanto que había cometido una locura, sino también por traicionar su propia identidad, su propio corazón. Ese día, la gente lo juzgaría por amar a Aemond, por ser un hombre que había engañado a todos durante un año, viviendo una mentira.

Lucerys se miró al espejo y apenas reconoció su reflejo. Su cabello, antes limpio y con rizos suaves, estaba sucio y caído, sus rizos desordenados como si nunca hubieran conocido un peine. Sus ojos, normalmente llenos de vida, mostraban una tristeza profunda, ojeras marcadas revelaban noches sin dormir. Y su ropa... dioses, su ropa era un desastre: un viejo jubón arrugado y decolorado, las mangas demasiado largas y desgastadas, y unos pantalones que no le ajustaban bien, como si fueran de otra persona. Se veía mal, y lo sentía aún peor.

"Luke..." La voz de Visenya interrumpió sus pensamientos. Ella se acercó con cautela, como si después de tantos días de tensión y discusiones, esperara que él la perdonara. Visenya quería que la abrazara, que le dijera que todo estaría bien, que la protegería como lo había hecho tantas veces antes.

Pero Lucerys ya no tenía fuerzas para eso. La miró con frialdad, con una mezcla de compasión y resignación. "No voy a ayudarte... ya no más, Visenya,".

Se acercó un poco más y, tocando su rostro, añadió: "Solo sé que estarás bien. Las Septas te cuidarán... serás una buena septa, hermana. Pero no me pidas que te ayude. Yo ya elegí a Aemond."

Antes de que Visenya pudiera decir algo más, las puertas se abrieron con un chirrido que resonó en el silencio tenso. Los guardias estaban listos. Visenya fue la primera en salir hacia la sala del trono, su porte aún orgulloso pese a todo lo que se avecinaba. Lucerys la siguió de cerca, sintiendo cada mirada clavada en él como espinas. Los nobles los observaban, algunos con desprecio, otros con curiosidad morbosa.

Lucerys caminó con la cabeza baja, pero sus ojos recorrían la sala, buscando a Aemond desesperadamente. Pero Aemond no estaba en ningún lado.

Lucerys y Visenya fueron llevados ante el rey Viserys, quien los miraba con una seriedad solemne desde su trono. El salón del trono estaba repleto de nobles de todas las casas importantes, sus miradas llenas de expectación y juicio. El aire era tenso, y el eco de cada paso resonaba con peso en la vasta sala.

"Lucerys Velaryon, has traído deshonra a la Casa Velaryon", dijo el rey Viserys con voz grave. "Serás despojado de tus títulos de príncipe y desheredado como futuro señor de Driftmark."

Lucerys sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Desvió la mirada hacia su abuelo, Lord Corlys Velaryon, quien estaba de pie entre los nobles. Sin embargo, su expresión era sorprendentemente tranquila. No había rastro de odio ni tristeza en su semblante, solo una calma fría, como si aceptara lo inevitable sin emoción.

Lucerys, con un susurro apenas audible, dijo: "Lo siento, abuelo."

Corlys simplemente asintió, como si ya hubiera comprendido todo mucho antes de ese momento. Lucerys tragó saliva y desvió la vista hacia su madre. Rhaenyra estaba junto a Jacaerys, su amado hermano, y Daemon. Todos parecían tranquilamente resignados, pero en los ojos de Rhaenyra se veía la huella del dolor. Había llorado tanto que tenía profundas ojeras, y sus ojos rojos revelaban la intensidad de su sufrimiento. Jacaerys también lo miraba con tristeza.

Más allá, Alicent Hightower lo observaba desde su lugar entre los nobles, y aunque no dijo una palabra en voz alta, Lucerys pudo escuchar el susurro venenoso que escapaba de sus labios: "Depravado". La reina nunca había ocultado su desdén por él, y en ese momento, su juicio era más intenso que nunca.

my boy princess [Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora