Capítulo 11

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La tarde caía suavemente sobre el jardín, bañando todo con una luz dorada que parecía acariciar cada pétalo y hoja

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La tarde caía suavemente sobre el jardín, bañando todo con una luz dorada que parecía acariciar cada pétalo y hoja. En medio de este paraíso, Arian reposaba sobre una manta extendida en el césped, su tobillo vendado descansando cuidadosamente sobre un cojín. Un libro descansaba en su regazo, pero su mirada estaba perdida en el horizonte, sus pensamientos vagando lejos de las páginas impresas.

El joven era una visión que rivalizaba con la belleza del jardín mismo. Su cabello dorado caía en cascada sobre sus hombros, siendo gentilmente manipulado por las hábiles manos de Zoe, quien tejía una intrincada trenza. Arian vestía un suéter corto de punto que dejaba al descubierto sus hombros cremosos y un tentador vistazo de su abdomen plano. Un short corto completaba el conjunto, exponiendo sus largas y esbeltas piernas.

El sol jugaba traviesamente con la joya de oro en su ombligo que rara vez utilizaba, haciéndola brillar con cada movimiento. Sus labios, ligeramente teñidos de rosa por el maquillaje sutil, se curvaban en una sonrisa mientras mordisqueaba una fresa jugosa. Los aretes largos que adoraban sus orejas tintineaban suavemente con cada giro de su cabeza, y el collar con el dije de engranaje, regalo de Damián, descansaba perfectamente en el hueco de su garganta.

Zoe, en contraste, era como un jardín ambulante con su vestido floral que ondeaba suavemente con la brisa. Sus dedos se movían con gracia entre los mechones dorados de Arian, trenzando y entrelazando con destreza.

—Entonces, Ari —dijo Zoe, su voz mezclándose con el suave zumbido de las abejas entre las flores—, ¿cómo van las cosas con Damián después de... ya sabes, esta mañana?

Arian suspiró, sus dedos jugando distraídamente con el dije de su collar. —Mejor, creo. Hablamos y... bueno, fue intenso. Pero me aseguró que me ama y que soy su futuro.

Zoe sonrió, sus manos nunca dejando de moverse. —Por supuesto que lo eres, tontito. Ese hombre te adora. Deberías ver cómo te mira cuando cree que nadie lo está viendo.

Un rubor encantador tiñó las mejillas de Arian, haciendo que sus pecas resaltaran aún más. —Lo sé, es solo que... a veces me pregunto si soy suficiente, ¿sabes? Con todo lo que está pasando con su padre y...

—Oh, cariño —interrumpió Zoe, inclinándose para plantar un beso en la coronilla de Arian—. Eres más que suficiente. Eres todo para él.

Arian sonrió, llevándose otra fresa a los labios. El jugo manchó ligeramente su labio inferior, y su lengua salió para limpiarlo de una manera que habría hecho que Damián perdiera la compostura si hubiera estado allí para verlo.

—Gracias, Zoe —murmuró Arian, su voz suave como el terciopelo—. No sé qué haría sin ti.

Zoe rio, dando los toques finales a la trenza. —Probablemente andar por ahí con un nido de pájaros en ese cabello —bromeó, ganándose un golpecito juguetón de Arian.

Arian giró su cabeza ligeramente, haciendo que la recién terminada trenza cayera sobre su hombro desnudo. Sus ojos grises, enmarcados por pestañas largas y oscuras, se fijaron en Zoe con una mezcla de curiosidad y preocupación.

Como Porcelana (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora