Capítulo 12.1 |Zoé

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Zoé se sentó en una mesa junto a la ventana de la pequeña cafetería, sus dedos tamborileando nerviosamente sobre la superficie de madera gastada

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Zoé se sentó en una mesa junto a la ventana de la pequeña cafetería, sus dedos tamborileando nerviosamente sobre la superficie de madera gastada. El aroma a café recién hecho y pasteles horneados impregnaba el aire, mezclándose con el tenue olor a libros viejos proveniente de la librería contigua. La luz dorada de la tarde se filtraba a través de los cristales, dibujando patrones danzantes sobre las páginas de su cuaderno abierto.

Sus ojos vagaron por el local, absorbiendo los detalles: las paredes de ladrillo expuesto adornadas con fotografías en blanco y negro de la ciudad, las estanterías repletas de tazas coloridas y bolsas de café gourmet, el suave murmullo de conversaciones entremezcladas con el siseo ocasional de la máquina de espresso. En cualquier otro momento, este ambiente acogedor habría sido perfecto para sumergirse en su trabajo para el periódico universitario. Pero hoy, sus pensamientos estaban tan revueltos como el café que removía distraídamente.

Las palabras que le había dicho a Arian resonaban en su mente, cada sílaba un puñal de culpa que se clavaba más profundo con cada segundo que pasaba. ¿Cómo pudo haber sido tan insensible? Ella, que siempre se enorgullecía de su empatía, había herido a uno de sus mejores amigos en su momento más vulnerable.

Zoé sacó su teléfono, sus dedos rozando la pantalla, tentada de enviar un mensaje a Arian. Pero ¿qué podría decir? ¿Cómo podría expresar en un simple texto el remordimiento que la carcomía por dentro? Las palabras parecían inadecuadas, insuficientes para reparar el daño que había causado.

Con un suspiro, volvió a guardar el teléfono y dirigió su atención al documento abierto en su laptop. Las notas para su artículo sobre el acoso en la universidad y la impunidad de los hijos de personas influyentes llenaban la página, pero las letras parecían bailar ante sus ojos, negándose a formar frases coherentes.

Este artículo era importante, lo sabía. Era una oportunidad de dar voz a aquellos que habían sido silenciados, de desafiar un sistema que protegía a los poderosos a expensas de los vulnerables. Pero con cada palabra que escribía, no podía evitar pensar en Arián, en cómo sus propias acciones lo habían herido tanto como el sistema que intentaba exponer.

El tintineo de la campana sobre la puerta de la cafetería la sacó de sus pensamientos. Levantó la vista, esperando ver a Alex y Matteo, pero eran solo otros estudiantes en busca de su dosis de cafeína. Zoé volvió a mirar su reloj, preguntándose dónde estarían sus ¿amigos? la verdad es que ya no lo sabía.

Zoé cerró los ojos por un momento, dejando que el aroma del café la envolviera como un abrazo reconfortante. Al abrirlos de nuevo, su mirada se posó en el reflejo distorsionado que le devolvía la ventana empañada. En esa imagen borrosa, vio no solo su rostro cansado, sino también los fantasmas de sus propias inseguridades.

¿Por qué había dicho esas palabras tan hirientes a Arián? La verdad, amarga como el café que bebía, era que los celos habían nublado su juicio. Celos de la belleza etérea de Arián, de cómo parecía atraer todas las miradas sin esfuerzo. Celos de la atención que recibía, incluso cuando esa atención a veces era peligrosa y no deseada.

Como Porcelana (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora