Desde la tierna infancia, Arian y Damian han sido mucho más que amigos. Un vínculo especial e inquebrantable los ha unido en cuerpo y alma a través de los años. Pero a medida que crecieron, ese afecto inocente comenzó a mutar en anhelos más profundo...
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Los labios de Arian y Damian seguían unidos en un beso apasionado pero tierno. Damian acariciaba suavemente la mejilla de Arian, deleitándose con la suavidad de su piel.
—Que bonito eres —susurró Damian contra los labios de Arian, sus ojos verdes brillando con adoración—. Cada peca, cada curva... eres una obra de arte.
Arian se sonrojó ante el cumplido, mordiendo juguetonamente el labio inferior de Damian.
—¿Ah sí? —respondió con una sonrisa traviesa—. Pues tú no te quedas atrás, grandulón.
Sus dedos se enredaron en el cabello oscuro de Damian, masajeando suavemente su cuero cabelludo. Damian cerró los ojos con un suspiro de placer.
—Mmm, sabes exactamente cómo volverme loco —murmuró Damian, dejando un rastro de besos por la mandíbula de Arian.
Arian soltó una risita, inclinando la cabeza para darle mejor acceso.
—Es un talento natural —bromeó, su voz cargada de afecto.
Sus narices se rozaron con ternura mientras compartían otro beso dulce. Las manos de Damian recorrían la espalda de Arian con delicadeza, trazando patrones imaginarios.
Los besos entre Arian y Damian se volvieron más intensos, sus respiraciones entrecortadas mezclándose en el pequeño espacio entre sus labios. Las manos de Damian recorrían con delicadeza la espalda de Arian, trazando cada curva y línea de su cuerpo como si estuviera memorizando un mapa sagrado.
Arian se estremeció bajo el toque de Damian, su piel ardiendo con cada caricia. Sus dedos se enredaron en el cabello oscuro de su amado, tirando suavemente mientras un pequeño gemido escapaba de sus labios.
—Dami... —susurró Arian, su voz cargada de deseo y amor.
Damian respondió besando el cuello de Arian, sus labios dejando un rastro de fuego sobre la piel sensible. El aroma dulce y único de Arian lo embriagaba, nublando sus sentidos.
—Mi amor —murmuró Damian contra la piel de Arian, su voz ronca por la pasión.
Sus cuerpos se movían en perfecta sincronía, como si estuvieran ejecutando una danza íntima que solo ellos conocían. El calor entre ambos aumentaba, la tensión iba creciendo con cada roce y cada caricia.
Arian arqueó su espalda, presionándose más contra Damian, buscando más contacto. Sus manos recorrían los músculos firmes de Damian, deleitándose con la fuerza que sentía bajo sus dedos.
—Te necesito, Dami —suspiró Arian, sus ojos grises oscurecidos por el deseo—. Siempre te necesito.
Damian lo miró con intensidad, sus ojos verdes brillando con amor y pasión. —Y yo a ti, mi Ari. Eres mi todo, mi razón de ser.
