Capítulo III: El destino de una rosa

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Lo observaba mover su mano con agilidad mientras resolvía el complicado problema con una facilidad y velocidad sobrehumana. Que fastidio. Con tanto número en la pizarra ya hasta empezaba a ver borroso, ni siquiera el redondo trasero del atractivo profesor ayudaba para dejar de ser seducida por los brazos de Morfeo.

Cerró los ojos. Si no quería dormirse debía pensar en algo. Recorrió al profesor de pies a cabeza. Y ¿Qué mejor que en su estrategia de conquista?

–Si ya está pensando en dormir, entonces ya debe conocer la respuesta, ¿verdad, señorita Kocho?

Inmediatamente borró su sonrisa y concentró su mirar en los profundos ojos azules de Tomioka que, por cierto, estaban clavados en su persona.

–¿Kocho?

Volvió a la realidad apartando su vista del rostro de su maestro para concentrarla en la pizarra que tenía escrito el problema. ¿Qué eran esas variables y símbolos? No los reconocía.

–Por favor, si quiere dormir, espere al descanso, señorita. –Pidió a manera que regresaba a seguir explicando el ejercicio que estaba seguro ninguno de sus estudiantes iba a poder contestar.

Mientras tanto, a Shinobu se le estaba haciendo costumbre pasar bochornos en las clases de matemáticas con las risitas de sus compañeras amargadas. Bueno, era mejor tenerlo para ella solita todos los viernes en la noche. Seguramente las brujas esas se pondrían verdes de la envidia si supieran.

Con ese pensamiento suspiró, haciendo creer que estaba poniendo atención. A decir verdad, Tomioka se había comportado como todo un caballero, no mencionó palabra acerca de la falta de atención que le prestaban sus padres ni se aprovechó de la situación para hacerse el galán frente a ella.

Esa noche habían hablado de temas triviales, en los que sentía orgullosa de desplegar todo su conocimiento de mujer y hacerle ver que era mucho más que una niña rica, caprichosa y malcriada.

Y como era capaz de poner a cualquier hombre a sus pies, el plan tendría que ejecutarse con guante de seda. Pero era más simple de lo que parecía a primera vista.

Como el muy ingenuo había creído que la pobre Kocho nadaba para no estar sola, tendría la oportunidad de salir con él todos los viernes en la noche. Primero, simples conversaciones. Luego en agradecimiento, lo llevaría a comer un helado. Ahí mostraría su lado más dulce y él terminaría enamorado como un loco de ella.

El plan era infalible. Después de todo, un maestro no podía dejar a una alumna caminar sola a casa a altas horas de la noche y aunque, detesta tener que verse débil e indefensa delante de las personas, valdría la pena verse así con tal de estar un rato con ese delirio de largos cabellos negros.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que apenas se dio cuenta que habían tocado el timbre

–No olviden su tarea, jóvenes. –Indicó luego de revisar su reloj. –Hasta mañana. –Se despidió de ellos.

Shinobu, por su parte, no pudo apartar la vista de él. Aunque tenía que admitir que ¿quién en su sano juicio dejaría de verlo? Era inevitable. Ése era un hombre de verdad y estaba a su disposición. No como los babosos de sus compañeros, que únicamente se concentraban en ver entre el cuello y los muslos de una mujer.

–Se me quedó mi libro.

Señaló Tomioka para sí mismo. Fue a buscarlo y sintió que alguien lo estaba mirando con insistencia, volteándose ligeramente. Era habitual que las chicas se quedaran observándolo como un pedazo de carne. Sin embargo, fueron un par de ojos púrpura los que llamaron su atención.

Esos ojos ardían como si el fuego lo tuviese guardado en las entrañas. Una expresión indescifrable que le provocó frío en el mismísimo espinazo.

¿Estaba seguro de que tenía diecisiete años? ¡Qué contacto visual!

𝘛𝘩𝘦 𝘞𝘢𝘺 𝘐 𝘓𝘰𝘷𝘦 𝘠𝘰𝘶 [𝘎𝘪𝘺𝘶𝘚𝘩𝘪𝘯𝘰 *⁠.⁠✧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora