CAPITULO 2

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Renna

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Renna

—¿Doctora La Rosa? —escucho mi apellido a mis espaldas.

Giro encontrándome con la Jefe de psiquiatría. Con su cabello algo largo bien peinado, liso de color plateado con algunos mechones negros que trataban de esconderse en todo el cabello.

Eso me hace recordar a mi mechón plateado, lo suelo esconder con mi cabello de color castaño oscuro, de pequeña lo confundia mucho con el color negro. Mi mechón está ubicado en la parte de mi nuca, es un mechón de cinco dedos de ancho, entonces como mis dedos son un poco delgados creo que es de unos nueve o diez centímetros de ancho.

Volviendo al tema de la doctora. Siempre se ve bien, con un pantalón negro elegante que resalta sus caderas y muslos gruesos, como si fuera al gimnasio, y un saco negro pegados a su cuerpo de cuello tortuga, resalta su pequeña cintura... Debo admitirlo, su cuerpo es el cuerpo soñado con el que siempre quise tener de niña y en mi opinión, logre conseguirlo al crecer.

A pesar de que se vea diferente a su vista y a mi vista, me gusta como es mi cuerpo. Sin embargo, su cuerpo resalta más gracias a su ropa aspira respeto, superioridad, pero cuando hablamos por primera vez, se ve tranquila, sencilla y humilde.

—¿En qué puedo ayudarla, doctora? —pregunto dándole los documentos de entrada a la chica de secretaria.

Ahora caigo en cuenta que tiene unas gafas de marco delgado, semi redondas y de color negro. Lucen bien.

—Estoy con el caso del paciente peligroso que le comentó el Doctor Demis... Fue mi paciente hace unos meses —frunzo el ceño confundida al verla hablar con tanta tranquilidad.

—Si no indiscreción, ¿por qué renunció a ser su doctora? —meto mis manos a mi bata para guardar mi bolígrafo, suelo cargar uno en caso de emergencias—, ¿trato de lastimarla cuando fue su doctora?

Suelta una carcajada que se escondió con su mano. ¿Le pareció graciosa mi pregunta?

—Disculpe, no era mi intención... —suelta alejando su mano de la boca mostrándome una sonrisa de oreja a oreja.

—Tranquila —digo mostrándole una sonrisa de amabilidad.

Nos quedamos mirando a los ojos por varios segundos. Observando mejor su color, es un color bastante extraño, nunca ve a un hombre o una mujer con ojos de color miel con manchas de color naranja.

Siento, que los he visto en algún lado.

—Con respecto a la pregunta —habla aclarando su garganta—, no deje de ser su doctora porque me haya hecho algo malo, sino por temas de mi trabajo no puedo estar todo el tiempo en sus tratamientos, terapias y todo lo que él necesita para mejorar.

—¿Su trabajo? —repito más confundida que antes—, ¿usted no es psiquiatra?

—Así es, pero mi trabajo principal es ser abogada de práctica integral o jurista, aunque los términos son diferentes.

Psicología PoderosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora