Renna se crio completamente en una casa hogar con una señora que la consideraba su nieta y ella su abuela, al cumplir 16 años logro estudiar Psicología, especializada en Psiquiatría y al terminar, empiezó a trabajar en uno de los mejores centros psi...
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Atenea
No forcé a Eros a que me contara sobre su familia, con solo ver cómo se puso con las preguntas que le hice y que casi me suplicara me detuviera me dejaba muy en claro que su familia le hizo daño.
¿La doctora Ivanov lo sabrá?
Me pregunto eso porque ella era su doctora, ella debe saber por lo menos porque Eros es así cuando le preguntan por su familia.
Estoy en mi oficina, analizando el nuevo tratamiento de la niña; Kennedy, al parecer está en la etapa donde todo le da igual, si la gritan o la golpean, esa etapa no es para nada buena debido a que niega sus sentimientos y emociones, podría llegar a desarrollar sociopatía si no tratamos en síndrome del emperador como debe ser.
—¿Quiere decir que mi hija está empeorando?
—En palabras más simples, sí, su hija no está mejorando —el señor pasa sus manos por su rostro frustrado—, desde un principio lo dije, si quiere que su hija mejore debe estar con ella, porque las terapias que le doy a su hija son terapias familiares.
—Realmente no puedo, —sus ojos mostraban su enojo a todo— trabajo para mantener a mi esposa y mis otros hijos, además de las dichosas terapias de ella, el tiempo no me alcanza ni el dinero.
—Señor, no quiero ser inoportuna, pero... ¿Está seguro de que hace esto para que su hija se recupere o por órdenes de su esposa?
Su rostro se torna serio, sus manos quedan en mi escritorio.
—¿Está insinuando que mi esposa me manipula? —escupe su pregunta.
—Me gustaría negarlo, pero con la conducta que vino ese día, las pocas veces que ha traído a su hija a las terapias, la forma en que le hablaba a su hija y a usted, no me queda de otra que decirle que su esposa lo manipula y que su hija, muy posiblemente desarrolló el síndrome del emperador para defenderse y hacerle entrar en razón.
—Doctora, usted merece respeto, como yo también, así que le pido, no habla cosas que no sabe sobre mi esposa, ella fue la que se dio cuenta del trastorno de mi hija —su tono de molestia me fastidiaba.
¿Qué tan ciego puede estar una persona por amor?
—Bien... —dejó la carpeta del caso de Kennedy a su lado— Por cómo se ven las cosas, lo que hará será perder el tiempo trayendo a su hija a mi consultorio.
—Usted es psiquiatra, ¡su trabajo es tratar a los pacientes! —me grita molesto.
Afortunadamente su hija tiene los audífonos y le preste una libreta para que dibuje, me contó que le gusta la animación.
—Así es, señor, mi trabajo es tratar a mis pacientes y descubrir cuál es el problema de sus comportamientos, pero no puedo hacerlo si el problema se niega a mejorar...