𝐋𝐚𝐳𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞.[𝐊𝐲𝐨𝐤𝐨 𝐤𝐢𝐫𝐢𝐠𝐢𝐫𝐢]

血─── Capítulo 12.❞

Capítulo doce: La esperanza es algo peligroso.

⚠️Advertencia: Menciones de violencia/heridas, muerte y temas relacionados con trastornos mentales (aunque esto último está más bien implícito).⚠️

...•Habitación de Kyoko Kirigiri.

"Te he criado durante todos estos años para que fueras la detective que no pudo ser tu padre, pero veo que tú tampoco pudiste cumplir eso."

Cuando cierro los ojos solo puedo escuchar esa frase. Me siento inútil, completamente inservible, si no doy resuelto ni un mínimo del misterio en el que me veo envuelta... ¿Realmente merezco ser reconocida como detective?

Tal vez mi abuelo tenía razón, no sirvo para esto, luego de años de entrenamiento aún no soy capaz de lidiar con nada de esto. ¿Y si nunca estoy preparada? ¿Y si nunca mejoro? ¿Seré capaz de volver a casa así? No, no me atrevo a volver ahí, no luego de decepcionar a mi familia y de ser echada como una muñeca de porcelana agrietada a la que nadie le ve el uso ya. Ellos mismos me lo aseguraron, hasta que no consiga ser la mejor no estoy permitida a volver, pero este no es mi lugar tampoco. ¿Acaso siquiera pertenezco a algún lado?

Mi cabeza está revuelta, ardiendo de dolor mientras intento concentrarme, me pesan los ojos, como si tuvieran clavados yunques en ellos, tirando hacia abajo para que no vuelva a abrirlos. Me toma horas el simple hecho de llenar una página del cuaderno, y cuando termino, solo la arranco y vuelvo a empezar. Ya no le veo el sentido, mi caligrafía ha cambiado y incluso me cuesta descifrar mis propias palabras, ¿Cómo consiguen los demás hacerlo? Ellos no tienen el mismo lujo que yo, poderse parar a reescribir una y otra vez las mismas frases de mierda intentando buscarle el sentido a algo que no lo tuvo en primer lugar.

A veces, no, quizá siempre, termino deseando que los arañazos en mis muñecas se agranden más y más hasta que las cabezas de los huesos emerjan del fondo de la carne fucsia. Me encuentro queriendo, y a su misma vez temiendo, que mis manos comiencen a perder su sensibilidad y que poco a poco mis rojizas uñas mordisqueadas comiencen a ablandarse hasta caerse, haciendo que incluso el simple hecho de agarrar un lápiz se convierta en una tarea tan dolorosa que sea imposible. Si por un milagro pudiera volver a escribir aún en ese estado, entonces podría aceptarlo, viéndolo como una forma en la que el destino mismo me está indicando que eso es exactamente lo que debería hacer. Pero si por el contrario, mis manos quedaran deshechas e incapacitadas, entonces me resignaría, dejaría mis pertenencias aquí mismo y me marcharía con lo puesto hacia quien sabe donde, en busca de un lugar que me haga sentir ganas de descansar.