capítulo 5. let it happen

1.3K 109 144
                                    

Mientras Ruslana se hacía las ondas y Kiki se repasaba por tercera vez el eyeliner, que según ella no le salía por las prisas, Martin se vistió con cualquier cosa y esta vez se dignó a enviarle un mensaje a su novio para avisarle de que no podría llamarle hasta tarde.


gab , no voy a poder llamarte al final
lo siento :(


gabriel

No pasa nada amour, demain? <3

demain :)

Joder. Se sentía fatal. Por un lado, Gabriel estaba siendo súper comprensivo, pero por otro parecía que no le daba importancia a esos pequeños momentos. Ni siquiera se había preocupado en preguntarle por qué no tenía tiempo para ellos. Una parte de él estaba deseando que le suplicara que se quedase con él y así no tener que salir. Otra, entendía que lo más sano era que le diese su espacio y no le presionase. Había veces que era tan perfecto que le odiaba por el mero hecho no estar tan enamorado de él como debería, y ni siquiera era su culpa.

Decidió no darle más vueltas y se acercó a su amiga para ayudarle con la parte de atrás del pelo, mientras le daba cumplidos a Chiara sobre su maquillaje. En cinco minutos estuvieron listos y saliendo por la puerta.

Esperaron un par de minutos sentados en los escalones a que salieran, y cuando lo hicieron llevaban un par de cervezas de lata con ellos.

– No sabíamos si habíais podido hacer algo de previa, así que os hemos traído esto. Yo soy Denna.– la chica rubia tenía una sonrisa perfecta, y aunque ya de lejos se le veía que era muy guapa, de cerca lo era aún más.

– Nai, encantada maño.– la morena se acercó a él y le dio un abrazo con toda la confianza del mundo.

Conforme correspondía el saludo, vio al que era su vecino acercarse a Ruslana. El chico desprendía sensualidad por todos los poros. Entendía perfectamente a su amiga, era difícil quitarle la mirada de encima. Intentó aguantarse la risa al ver cómo se intentaba hacer la difícil ofreciéndole la mano en lugar de dos besos. El moreno vaciló, pero le cogió de la cintura para después dejar un sonoro beso en su mejilla que hizo que a la pelirroja las piernas le flaquearan. Cuando fue el turno de saludar al vasco, titubeó.

– ¿Hoy estás de mejor humor o vas a pegarme una patada a mi también?– a pesar de que trató de evitarlo, a Martin se le escapó una sonrisa al recordar la situación.

– Creo que podré contenerme, por el momento.– el contrario le devolvió la sonrisa, y el más pequeño se perdió un poco en ella. Se obligó a dejar de mirarle la boca antes de que el más alto se pensara algo que no era. Demasiado tarde.– Martin.

– Juanjo.– cogió su mano para estrecharla y lo hizo tan despacio que Martin pensó que no iba a soltársela nunca. Se equivocó, pues las puertas del ascensor se abrieron e interrumpieron el momento, dejando en sus manos una sensación de frío.

[...]

Había cola para entrar al bar, tanta que parecía que estuviesen esperando para adentrarse en un antro importante. Martin no estaba acostumbrado a los bullicios y las multitudes que había en Madrid, y esto le estaba haciendo darse cuenta. Ya se sentía pequeñito fuera, pero cuando entró y echó un vistazo ese sentimiento creció exponencialmente.

Ruslana tiró de su brazo hacia dentro con ansia, arrastrándole hasta la barra con el resto del grupo. Pidieron dos rondas y se animaron por fin a acercarse a la pista.

Desde allí, Martin corroboró lo que observó antes en el pasillo. No importaba cuántas personas hubiese en la sala, los ojos se te iban inconscientemente a Juanjo. ¿Lo peor? Que él era muy consciente de esto y lo utilizaba a su favor. Le encantaba llamar la atención, de ahí el rugir con la moto o el estar rodeado de chicas despampanantes como su amiga Ruslana.

Juanjo les susurró algo a las chicas con lo que parecieron emocionadas y se acercó a hablar con el camarero. El vasco y la menorquina estaban un poco más apartados, expectantes de cuál sería el siguiente movimiento del maño. Para su sorpresa, se acercó a ellos y golpeó un par de veces el hombro de Chiara con una sonrisa encantadora.

– ¿Unos chupitos?– la morena estaba por aceptar cuando su amigo se le adelantó.

– Con ella no te va a funcionar eso, es lesbiana.– al más alto parecía que le había comido la lengua al gato, no se esperaba esa contestación.

– Aunque no te entre en la cabeza no siempre que hablo con alguien es con intenciones de follármelo– el mayor se estaba acercando a él peligrosamente, amenazante. Sin embargo, Martin no se achantó ni un poquito, probablemente impulsado por el efecto del alcohol en su organismo, que no le permitía pensar antes de hablar.

– Claro que no, sólo cuando hablas con tías– no sabía que reacción esperaba ver del contrario, pero desde luego no vio venir la media sonrisa que se pintó en su cara.

– ¿Celoso?– el mayor había abandonado su postura a la defensiva, y su mirada de rabia se convirtió en otra que Martin no había conocido antes en él. Algo desconocido se removió en el estómago del menor pero por alguna razón su cuerpo no fue capaz de alejarse cuando posó una mano en su cadera.

– Ni en tus mejores sueños.– Martin era consciente de lo poco creíble que sonaba con las manos del contrario encima suya, pero se aseguró de que no le temblase la voz. No se iba a permitir ser una de sus marionetas.

– Ya, lo que tú digas– Juanjo por fin cortó el contacto, pero no se alejó– Te iba a invitar a ti también pero no quiero que pienses que me quiero meter en tu cama.– el menor no pudo evitar soltar una pequeña carcajada cargada de sarcasmo.

– Vale, pero solo uno– el más pequeño no tenía ni idea de por qué había aceptado. No necesitaba beber más, pero no pudo evitarlo. Echó las culpas a Ruslana, que le miraba con un gesto recriminador. Sabía que si le estropeaba el ligue se lo estaría echando en cara un mes y no le apetecía tener que acordarse de Juanjo tanto tiempo.

Los chicos brindaron, chocando los vasos que estaban a rebosar y corearon un "por nosotros" al unísono. Intentó evitarle, pero notaba la mirada del chico alto sobre él, que en lugar de llevarse el vaso a la boca como el resto, lo apoyó en la barra manteniéndole la mirada. El vasco no entendía qué mosca le había picado, pero si se había propuesto volverle loco lo estaba consiguiendo.

Nota de la autora:

Bonitas, como ayer no pude actualizar he intentado que este capítulo os guste mucho (estoy segura de que sí, os conozco un poco ya). Me pongo a escribir ya el siguiente. Gracias por leerme, por votar y sobre todo por comentar no sabéis cuanto me animáis. Os quiero.
Bisous <3

quédate en madridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora