capítulo 8. fly me to the moon

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Martin se despertó inquieto, no pudo dormir bien sabiendo que su novio y sus amigas estaban preocupados. Se dio una ducha fría para poder espabilarse y la alargó todo lo posible para retrasar el momento. Al salir, se colocó su pijama más cómodo y salió a contarles a sus amigas lo que había pasado al salón, donde se encontró las encontró abrazadas y tumbadas en el sofá.

– ¿Nos vas a contar ya qué te traes entre manos?– la pelirroja sonó amenazante.

– No me traigo nada entre manos, Rus– como las chicas ocupaban todo el sofá, se sentó en un puf de los que tenían por si traían visitas.

– ¿Dónde estuviste anoche? Pensábamos que te había pasado algo– esta vez fue la morena quien habló, sacando la cabeza del hombro de la pelirroja, que asentía mientras le miraba.

– Estuve en casa de Juanjo– Martin ni siquiera pudo mirarles a los ojos. Se hizo el silencio en la habitación y Chiara miró a la otra chica esperando su reacción.– Me olvidé las llaves y no me quiso dejar tirado en el pasillo borracho. Supongo que le di pena– la ucraniana pudo volver a respirar al escuchar eso, aunque seguía visiblemente tensa.

– ¿Y por qué no llevabas camiseta?– el vasco de repente se sentía en mitad de un interrogatorio.

– Me dejó ayer un pantalón de pijama y tal y como me he levantado he venido hacia acá– contestó a la defensiva y sus amigas parecían aún un poco dudosas.

Se estaba molestando, claro que lo estaba haciendo. Sus amigas le estaban acusando de haberse acostado con un chico sabiendo de sobra que tiene pareja. Bueno, quizás no le estaban acusando directamente, pero sus caras lo decían todo. ¿Esa era la visión que tenían de él?

– Tengo novio y Juanjo durmió en el sofá, así que dejad de mirarme así– su tono era acusatorio.– Ni siquiera me cae bien, por mí como si te casas con él– esta vez lo dijo mirando directamente a los ojos a la pelirroja, que se dio cuenta de que la había cagado al desconfiar de su amigo.

– Perdón, amor. No sé por qué he dudado de ti– se quitó de encima a su amiga y se incorporó para cogerle la mano.

Martin negó con la cabeza– No pasa nada. Venid aquí– las chicas se acercaron a abrazarle, cayendo los tres de espaldas contra el suelo partidos de risa.

– Marruski forever!– exclamó Chiara, y los otros dos lo repitieron al unísono.

Después de un rato hablando de tonterías, el vasco recordó que tenía otra conversación pendiente. Se disculpó con las chicas, comentándoles que necesitaba hablar a solas con su pareja. Las chicas captaron el mensaje y decidieron salir, comunicándole que dormirían en casa de la morena esa noche. Martin se sintió agradecido por que le dejasen tiempo de sobra para hablar con su chico.

Se hizo un café con toda la tranquilidad del mundo, cogió algunas cerezas que tenía en la nevera y se dirigió a la mesita de café de fuera. Buscó entre sus contactos el nombre de Gabriel y deslizó para iniciar una videollamada. 

– Allô? Martin?– Joder. Martin no se acordaba de lo bonito que sonaba su nombre con el acento francés del contrario. Sonaba algo así cono Magtan, con la g bien marcada. La cara de Gabriel apareció en la pantalla, estaba tumbado en su cama. Sus ojos azules rasgados estaban fijados en él y su pelo rubio estaba peinado a pesar de parecer recién levantado de la siesta, Gabriel nunca se veía menos que perfecto. Al vasco le invadieron los recuerdos de las noches que pasaron allí juntos, revolcados entre las sábanas. 

– Allô, Gabriel– una sonrisa se pintó en los labios del castaño. Se sentía tranquilo con él, era de las pocas cosas estables que tenía en su vida.– Ça va?*

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