capítulo 3. this is me trying

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Había pasado una semana y todo transcurría con normalidad. El piso tenía dos habitaciones, pero los dos amigos solían dormir juntos cada noche viendo alguna serie, leyendo un libro o simplemente en un silencio cómodo. Aquella mañana la pelirroja se habría arrepentido. La alarma sonó a las diez en punto, a y cinco, a y diez... y así hasta que Ruslana se cansó y despertó al castaño con un zarandeo.

– Pero a ver, ¿por qué cojones te pones una alarma un viernes a estas horas? – Martin abrió los ojos y no movió ni un músculo, se limitó a soltar un gruñido como respuesta. – Pues tú verás lo que haces, yo voy a apagarla.

– Espera, ¿qué día dices que es? – el vasco abrió los ojos sobresaltado y se incorporó rápidamente.

– Viernes, ¿por? – la pelirroja parecía confundida, no entendía qué mosca le había picado a su amigo.

– ¡Hoy es la prueba para el corto! – el chico salió de un salto de entre las sábanas ante la atenta mirada de su amiga, vistiéndose tan rápido como sus piernas le permitieron en ese momento.

Se peinó, se echó su colonia de la suerte y se ajustó la camisa blanca que había elegido para la ocasión, era elegante pero seguía siendo lo suficientemente ancha como para cuadrar con el estilo juvenil del personaje, a juego con sus pantalones anchos a los que no pretendía renunciar por ningún papel, y mucho menos por uno tan pequeñito como este.

Estaba a punto de cruzar la puerta,  cuando Ruslana se interpuso en su camino.

– Te olvidabas de tu anillo, así tienes un trocito mío para darte suerte, aunque no te va a hacer falta.– Martin sonrió y no pudo evitar abrazar a su amiga.

– Gracias por creer en mí. Te quiero.– dejó un beso en su mejilla y desapareció escaleras abajo hacia la parada de autobús.

[...]

Eran ya las ocho de la tarde y por fin estaba llegando a su calle, malhumorado. Había decidido hacer la vuelta andando para despejarse, con 'this is me trying' de Taylor Swift como banda sonora. Tenía un par de llamadas perdidas de sus amigas que querrían saber cómo había ido la prueba y un mensaje de Gabriel deseándole suerte que le envió media hora tarde y no pudo ver a tiempo. Se dijo a sí mismo que al menos se había acordado de que era hoy.

Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta de que había comenzado a chispear. Por suerte estaba ya cerca de su portal y no se había mojado demasiado.

– Joder, se me ha empapado el cigarro– alcanzó a escuchar cuando se quitó uno de los cascos mientras buscaba entre sus llaves la correcta. 

Alzó la vista y pudo observar a su vecino a través del cristal acercándose a él con el casco de su moto en una mano y sus llaves en la otra. Este la encajó en la cerradura y no fue hasta que no abrió la puerta que se dignó a mirarle, sujetándola y haciéndole un gesto para que pasara. 

– ¿Mal día? – al vasco le sorprendió que el contrario se dirigiera a él directamente y se cuestionó si tenía tan mala cara como para que el vecino más borde del bloque se apiadase de él.

– Mal día, mal mes y mal año – sentenció, pasando de largo y dando la conversación por terminada. 

Llamó al ascensor una, dos y hasta tres veces. Necesitaba tumbarse en su cama urgentemente pero parecía que el mundo tenía otros planes para él.

– Por mucho que llames no va a llegar antes, este cachivache se estropea más que anda – no sabía en qué momento había sucedido, pero el más alto le había alcanzado y decía aquello con una serenidad que al más pequeño le estaba poniendo aún más de los nervios si es que era posible.

– Pues que lo arreglen, ¡joder! – Martin no solía ser malhablado, y mucho menos violento, pero en aquel momento no pudo evitar darle un puntapié a la puerta del ascensor para después salir disparado escaleras arriba. 

Se sintió un poco imbécil cuando al llegar a su piso casi sin aliento, las puertas del ascensor se abrieron dejando ver a su vecino, que finalmente había llegado al mismo tiempo.

– La paciencia es la madre de todas las ciencias o algo así era, ¿no? – soltó el comentario con recochineo y cierto tono paternalista, acompañándolo con una sonrisa de medio lado que a Martin le dieron ganas de borrar de sopetón. Se contuvo hasta que por fin poder abrir la puerta de su piso.

– Imbécil – susurró antes de cerrarla, sin siquiera girarse a ver la reacción del mayor.

Al entrar, el silencio le supo a gloria y corrió hacia su habitación para tirarse de golpe a la cama, cuando vio a sus dos amigas allí, parecía que se habían quedado dormidas esperándole. No quiso despertarlas, pero a abrir el armario este crujió y despertó a la morena.

– ¿Marts? – dijo mientras abría uno de sus ojos, desperezándose. Martin le regaló una sonrisa, parecía que su otra amiga también estaba en proceso de despertarse.– ¿Cómo ha ido el casting?

No aguantó más y un par de lágrimas cayeron de sus ojos. Esto fue suficiente para que ambas chicas corrieran a abrazarle.

– Martin, ¿qué ha pasado amor? – el tono de voz de la pelirroja era de preocupación.

– Me he sentido ridículo, chicas. He llegado y todos eran más guapos, más altos y seguramente tendrían muchísimo más talento que yo. – sus lágrimas se intensificaron, y sus amigas se apresuraron a limpiárselas.

– Love, seguro que le das mil vueltas a todos, no seas tan duro contigo mismo. Además, lo importante es cómo ha ido la prueba.– la pelirroja asintió, dándole la razón a su otra amiga.

– No, es que aún no ha llegado lo peor– sus amigas se miraron entre ellas, preocupadas por lo que estaba por decir– Estaba súper metido, os lo juro, estaba súper metido en el papel, y justo cuando el personaje estaba en mitad de un ataque de ansiedad – hizo una pausa para coger aire– coge y empieza a sonar el móvil de la directora de casting. Yo evidentemente me quedé esperando a que lo apagase, colgase o qué sé yo – las dos chicas reforzaron el agarre del abrazo para animarle a continuar con la historia– Quedé como un imbécil, porque se levantó, me dio la gracias por venir y cogió la llamada. – su tono pasó a ser más elevado y las lágrimas cesaron.

– Ay, mi amor– suspiró Rus, que le arrastró a la cama para llenarle la cara de besos.– No pasa nada, era un papel pequeño, tú estás hecho para cosas más grandes.

– No es eso, chicas. ¡Me han dejado en ridículo! Ni siquiera un "Ya te llamaremos"– se llevó las manos a la cara con vergüenza– me trataron como una mierda y yo me quedé ahí, plantado con cara de bobo.

Sus amigas ni siquiera esperaron a que dijera nada más, se acurrucaron cada una a un lado de él en la cama y le acariciaron el pelo hasta que por fin el vasco cayó rendido en los brazos de Morfeo, seguido de las otras dos chicas.

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Nota de la autora:

Como siempre, espero que os guste el capítulo y no os olvidéis de dar stream a mis tías !!! Me encantaría saber qué os ha parecido. Gracias por leerme, por los comentarios y por los votos, bonitas.

Bisousss <3

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