Nota de la autora:
¡Hola! He leído vuestras sugerencias y esta vez además de poner las traducciones al final del capítulo, las dejaré en un comentario por si así perdéis menos el hilo de la historia. Dejadme saber si os parece mejor o peor o si tenéis alguna idea mejor. Espero que no sea mucha molestia y podáis disfrutar del capítulo <3
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Aprovecharon la última noche para salir a cenar, entraron a un restaurante pijo del centro. Uno de esos en los que no te dejan entrar si no vas con camisa o si hueles a perfume barato. Lo eligió Gabriel, a quien se lo recomendó un conocido. El rubio se veía impecable de la cabeza a los pies, y él trató de estar a su altura vistiendo una camisa blanca de una talla un poco más grade que la suya, acompañada de unos vaqueros azules (los menos desgastados de su armario) ligeramente anchos. Utilizó también laca para dejar su pelo hacia arriba, como el francés decía que le gustaba. Quería verse bien en su última noche juntos hasta quién sabe cuándo, pues su chico volvería a Francia muy temprano por la mañana para reincorporarse al trabajo. Cuando se miró al espejo antes de salir y se vio junto a él, Martin se preguntó cómo acabaron juntos siendo tan distintos, no se sentía merecedor de alguien como Gabriel: guapo, inteligente y con un futuro prometedor. En ocasiones se sentía como su sombra, pero sería injusto culparle de aquello.
Al llegar, Gabriel pidió el mejor vino de la carta y para la comida se decantaron por lo que el camarero les recomendó. El más alto le cogía la mano por encima de la mesa mientras esperaban al postre, parecía querer decir algo pero no encontrar las palabras correctas.
– Tu vas bien?*– preguntó el castaño, tratando de ayudarle.
– Oui– se acomodó en la silla antes de continuar hablando– Tu ne m'as pas dit que tu allais t'inscrire dans le club de théâtre.*– ahí estaba la bomba que estaba deseando soltar. Martin sintió un ápice de culpa por no habérselo contado antes.
– Juanjo m'en a parlé l'autre jour, je ne suis pas sûr*– el rubio le soltó la mano repentinamente al escucharle nombrar al maño, pero Martin volvió a agarrarla, tratando de brindarle seguridad.
– Tu n'as rien d'autre à me dire?*– de repente, se sintió un poco acorralado, no sabía realmente qué le estaba preguntando.
– Les castings– soltó su mano y suspiró– Ils ne me rappellent pas.*– por fin lo había hecho, por fin tuvo la valentía de admitir, delante del chico más perfecto de todo París (y probablemente de todo Madrid también) que era un fracasado. Gabriel no respondió, se mantuvieron en silencio hasta que trajeron el postre.
– Merci, monsieur– el camarero no pareció entender nada así que se limitó a sonreír y asentir. Volvió a buscar su mirada, esta vez dispuesto a hablar– Et que comptes-tu faire?*
– Je ne sais pas, peut-être dans le club j'obtiendrais des opportunités différentes.*
El silencio, por primera vez en mucho tiempo juntos, fue incómodo. El aire era pesado y sólo se escuchaba el retintín de los cubiertos contra el plato al comer. Cuando el castaño estaba por volver a hablar, desesperado por acabar con aquella incomodidad, el contrario se le adelantó.
– Tu devrais penser à ma proposition*– el castaño bufó, otra vez estaba con eso.– Tu pourrais emménager avec moi, en France.*
Martin dejó caer el cubierto que se acababa de llevar a la boca, haciendo que se estampase contra el plato. ¿Le estaba pidiendo que se mudasen juntos así, sin más?
– Je ne peux pas*, Gabriel.
– Tu peux, mais tu ne veux pas*– contraatacó.
– Oui, je ne veux pas. C'est ma vie Gabriel, je suis heureux à Madrid, je refuse de m'eloigner. Ma place est ici.*
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quédate en madrid
Fiksi PenggemarEsta es la historia de cómo dos personas encuentran en la intimidad de la pequeña -aunque a veces gigante- distancia que separa sus balcones una vía de escape.