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"How can I destroy Queencard?"

No eran las primeras cuatro personas que despertaban con esa pregunta en su mente. Tampoco serían las primeras que lo intentarían, al tener más de 20 años desde su creación, el juego había generado una enorme cantidad de enemigos. Eso lo sabía Miyeon y se lo contó a Minnie cuando empezaron a salir. Que hay que evitar a cualquier persona que tuviera ideas de destruir el juego.

Cuando Soojin escuchó que era un juego antiguo, decidió ir a la casa de sus padres después de mucho tiempo. Como ellos habían estudiado en la misma universidad, pensaba que su madre podría darle un poco de información.

Luego de una semana donde se concentraron a mejorar el plan, metiendo y sacando tantas cosas que ya ni sabían como empezar. Tocó el timbre de la casa donde se crio y dejó de visitar hace cuatro años. Lo tocó nuevamente, era domingo, su familia debería de estar descansando. Se alejó ante los nervios. Ya se imaginaba la reacción de sus padres al volver a verla. Aunque también había una alta probabilidad de que no estuvieran. Nunca estuvieron mucho en casa.

Cuando pensó que nadie iba a abrir, se dio vuelta y caminó unos cuantos pasos hacia el metro. Se sentía estúpida por creer que podía volver a casa como si nada. ¿Cómo había podido pensar que después de tantos años todo sería igual? Se había ido de sus vidas sin siquiera despedirse, solo por no tener el valor de hacerlo.

Talvez era mejor llamarlos antes de llegar para que se dieran un tiempo de estar en su hogar. Pero no lo hizo porque tampoco lo hizo después de irse. Ni siquiera tenía sus números.

—¿Hija? —se detuvo en seco y cerró los ojos, reconociendo de inmediato la voz que tanto había añorado.

—Mamá —se dio vuelta para encontrarse con una mujer parecida a ella, con más arrugas y un brillo en los ojos que no había cambiado—. ¿Cómo has estado?

—Eso no se pregunta en la calle —le dio una sonrisa materna, la misma que la hacía sentir segura cuando era niña—. Ven, cariño, que tu padre te ha extrañado mucho —se acercó y tomó su brazo con delicadeza, guiándola hacia el hogar que había dejado atrás.

—¿Él también está? —preguntó Soojin, sorprendida. Al cruzar el umbral, notó que todo estaba igual que hace cuatro años, como si el tiempo se hubiera detenido en su ausencia.

—Ya no estamos en edad de trabajar turnos extras —suspiró su madre, acariciándole la espalda con ternura—. ¡Cariño! —gritó al entrar en la sala de estar, encontrándose con un hombre bien vestido sentado recto con un computador sobre sus rodillas. Él levantó la mirada por encima de sus lentes, y al ver a su hija, se los quitó rápidamente, cerrando la computadora con un movimiento decidido.

—¿Por qué no nos avisaste que venías? —se levantó del sillón y caminó con dificultad hacia su hija, cojeando debido a un accidente que había impedido que su pierna derecha se doblara correctamente. Soojin miró su pierna con preocupación. Conociendo a su padre, sabía que no se había dado el tiempo necesario para sanar antes de volver a trabajar horas extras—. ¿Te encuentras bien? —preguntó, colocando sus manos en las mejillas de su hija, intentando asegurarse de que realmente estaba allí.

La última vez que se vieron fue en el hospital.

—Claro que sí, pero ha sido un pequeño problema al que me ha mandado a venir.

—¿Necesitas dinero?—preguntó su madre—Tenemos un poco ahorrado.

—No necesito eso—acarició la mano de su padre para que la soltara—. Solo quería saber si saben algo de un juego llamado Queencard.

Queencard [GIDLE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora