CHARLES:
En dos meses han pasado demasiadas cosas.
Es decir, ya estamos en abril. Definitivamente cuando uno está feliz el tiempo pasa más rápido.
Respecto a la empresa, todo ha ido bien, las ganancias han subido y no ha habido grandes pérdidas; además, en unos días habría una gala en la que presentaría los nuevos proyectos y oficialmente presentaría a Ellie cómo mi novia, porque aunque algunos ya lo sabían, quería que supieran que ella es la única en mi vida.
Y bueno, respecto a Elizabeth.
Los hombres sabios dicen que, sólo los tontos se precipitan.
Pero yo no pude evitar empezar a enamorarme de Elizabeth Evans, de su espontaneidad y su personalidad.
Durante estos dos meses hemos tenido aún más citas, cada una con su detalle único y diferente.
En una de las citas decidimos apagar los celulares y abandonar todo, alejándonos del mundo y fuimos a la playa para pasar el tiempo sin interrupciones e hicimos un picnic bajo el atardecer. Habíamos pintado en unas pequeñas canvas, entre risas y besos robados.
La descarada de mi novia había hecho que yo corriera por la orilla del mar, pero no tardé en desquitarme y la termine cargando hacia el mar. Habíamos jugado con las olas e intentado hacer pequeños castillos de arena.
La otra salida había sido a un árcade, Ellie había sacado su lado competitivo al observar los premios que daban por cierta cantidad de tickets. Y yo solamente había seguido a mi chica por todo el local, jugando en todas las maquinitas disponibles.
Al final de ese día, habíamos terminado cansados pero felices, Ellie iba con un peluche que era más grande que ella y yo tenía un par de fotos polaroid y unos dulces.
La otra vez habíamos ido a un taller de cerámica y claramente ella terminó arreglando el intento de jarrón que yo había hecho.
Y en otra cita nos pusimos un poco locos y empezamos a actuar diferentes escenas de la nada, de diferentes libros o películas.
— Nadando por este fuego de tu deseo toda mi vida, ¿no quieres que me arrime al dulce puerto a descansar de mis pasados trabajos?— Termino de decir, después de imitar a Calisto, de la obra La Celestina.
— Por mi vida, que aunque hable tu lengua cuanto quisiere, no obren las manos cuanto pueden. Está quedo, señor mío. Bástete, pues ya soy tuya.— No pudo seguir con su actuación ya que yo la interrumpí.
— Oh, ¿así que ya aceptas qué eres mía?— Bromeo guiñandole un ojo.
— ¡Charles! Eso no venía en el guión.— Dice haciendo un puchero y cruzando los brazos.
— Perdona, señora, a mis desvergonzadas manos, que jamás pensaron de tocar tu ropa con indignidad y poco merecer; ahora gozan de llegar a tu gentil cuerpo y lindas y delicadas carnes.— Sigo en voz baja mientras la tomo de la cintura y la acerco más a mi.
— Ay no, Charles, no inventes.— Alega dándome un golpecito en el hombre.
—¡Oye! Sí así dice en el libro.— Respondo inocentemente.
En nuestro primer aniversario ella me dio una cajita con algunas fotos nuestras y una carta que al final tenía unos cuantos besos de ella. Y yo le dí un ramo de flores de papel hechas por mi, quedaron un poco chuecas pero ella dijo que le gustaron.
Tampoco era para mentir por convivir.
Ajá, conciencia, ¿estás de mi lado o no?
Luego el 19 de abril, cuando a falta de uno, Taylor tuvo que deprimir a mi novia con dos álbums de la nada y luego de entender todo, me lo contó a mí.
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El Café Del Amor
RomansaElizabeth Evans tenía una vida normal, trabajaba en una cafetería, era empleada del mes, tenía un gato, escuchaba a Taylor Swift y todo iba con tranquilidad, claro, hasta que llega él. Charles Cooper, un empresario exitoso que estaba de visita en la...