Capítulo 0

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Amelia Dupont de sonrisa radiante, aunque la mayoría desconocía los secretos que se escondían tras su impecable fachada. Su madre, Simone Dupont, había sido una mujer de origen humilde del sur de Francia, llevada a Estados Unidos con la promesa de un sueño americano, sólo para descubrir que había caído en las garras de una red de trata de blancas.

Simone nunca habló mucho de esos días oscuros, pero Amelia sabía que su madre había soportado un infierno durante tres largos años. Lo único que Simone le había confesado era que su vida cambió el día que supo que estaba embarazada. Con la determinación de proteger a su hija de un destino similar, Simone logró escapar y comenzó una nueva vida, siempre cuidando de mantener a Amelia a salvo de los fantasmas del pasado.

A medida que Amelia crecía, se convirtió en una joven de impresionante belleza y talento, con una tenacidad y una capacidad innovadora que la distinguían. Aunque su madre nunca le reveló todos los detalles, Amelia intuía los horrores que Simone había enfrentado. Esa comprensión alimentaba su deseo de sobresalir y de crear un legado que honrara el sacrificio de su madre.

Si pudiéramos describir a Amelia Dupont, está una persona para nada ordinaria. Su imponente altura de 1.76 metros la hacía destacar en cualquier multitud, pero era su porte lo que realmente capturaba la atención. Con una figura esbelta, su busto de 36B y una espalda pequeña realzaban su silueta, mientras que sus caderas y glúteos, esculpidos por su rutina diaria de correr, añadían un aire atlético a su elegancia innata. Su piel clara contrastaba de manera encantadora con su cabello oscuro y ondulado, que caía en cascada por sus hombros como una melena salvaje y cuidadosamente arreglada. Con cada paso, Amelia irradiaba una mezcla de gracia y fuerza, una combinación que despertaba una irresistible curiosidad por conocerla.

Sus ojos, de un azul turquesa profundo, eran hipnotizantes. Pocas veces Amelia permitía que una sonrisa se asomara en su rostro, pero cuando lo hacía, dejaba a todos los presentes completamente cautivados, como si una magia especial emanara de ella en esos raros momentos. Aquellos que tenían la suerte de cruzarse con su mirada, se quedaban prendados, incapaces de apartar los ojos de su belleza magnética.

A pesar de su mente prodigiosa, la vida no había sido fácil para Amelia. Soñaba con estudiar Business and Management en Cornell University, pero como muchos en Nueva York, ese anhelo se le escapaba. Gracias a su belleza y estatura, trabajaba en Per Se, el icónico restaurante con tres estrellas Michelin en el Upper East Side. Aunque al principio pensó que la suerte le sonreía, pues trabajar en un lugar donde las propinas de tres cifras eran comunes parecía ideal, pronto se dio cuenta de lo contrario. Amelia no pasaba desapercibida entre los hombres que acudían al restaurante, lo que provocaba la furia de sus acompañantes y la dejaba en un predicamento. Los hombres dudaban si dejar propina, temerosos de la reacción de sus parejas, complicando aún más su situación.

Para Amelia, este trabajo no era su sueño, pero ser mesera en Nueva York era un arte. Debía estar presente sin ser notada, dominar el sigilo, atender con esmero al comensal, ser muy amable sin parecer confianzuda y evitar que sus atenciones fueran malinterpretadas. Noche tras noche, Amelia recibía varias propuestas, algunas más indecentes que otras, pero todas terminaban con frases como "¿quieres ir a tomar algo?", "dame tu número" o "¿cuánto me cobras por una noche de placer?". Esta última siempre le parecía muy soez y fuera de lugar, pero ella manejaba la situación con destreza.

Vivir en Nueva York era costoso, y el sueldo de mesera apenas alcanzaba para un diminuto apartamento con paredes delgadas y una cocina minúscula. Sin embargo, Amelia había logrado darle un cierto encanto con cortinas florales y plantas en los alféizares. Su madre, Simone, solía sentarse en un viejo sillón junto a la ventana, observando el exterior mientras luchaba contra los dolores crónicos causados por años de trabajo en una lavandería.

A pesar de las dificultades, Amelia y Simone se las arreglaban como podían. Amelia sabía que para alcanzar sus sueños debía prepararse y aprender nuevas habilidades, pero sus días estaban llenos de trabajo y responsabilidades. Cada noche regresaba exhausta, con apenas tiempo para estudiar o descansar. Las opciones eran claras y crueles: trabajar y comer, o estudiar y morir de hambre.

Bajo la Sombra del ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora