Capítulo 1: Ángel de Zafiro.

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13 de abril de 2020.

Fue en el momento que las tinieblas reinaban cuando el empíreo desato un diluvio sobre una metrópoli del primer mundo. En el tiempo donde los habitantes de Detroit debían abrazar la paz temporal de la que no disponían en otro momento del día, el choque entre la iracunda tormenta contra los majestuosos edificios mantenía a unos pocos en vela. Algunos de los ciudadanos se encontraban fuera de las tierras oníricas en la comodidad de sus suaves sabanas, mientras que a otros los abrazaba el calor de la cocina manifestado por el baile entre el fuego y el sartén. Ni el fervor de la cocina en el restaurante Xuequi, o las luces algunas veces titilantes del establecimiento eran suficientes para espantar la maldad, reunida en esta ocasión en sus formas más puras, la corrupción y el crimen conversaban como si al resto no le importara el caos que juntas causaban.

La corrupción y el crimen eran amos de la maldad como los regentes de los nueve infiernos, y como todos los reyes que fueron, son y serán, por su poder disponían de centinelas, algunas veces enfundados con espadas, otras con armas de fuego. Estos desconocedores de la nobleza estarían dispuestos a usar lo que les dejaron en sus manos con tal de recibir un hueso para roer y sobrevivir otro día. Dos matones encapuchados resguardaban la puerta trasera del restaurante chino, y frente a ellos, dos más de sus compañeros recorrían cada callejón. Sin el foco de afuera alumbrando la fría puerta metálica para entrar a la cocina y los contenedores de basuras de color verde con señales de óxido, estos cuatro hombres vigilaban lo desconocido.

La luz de la luna no los acompañaba en esta oscura ocasión, solo les quedaba conformarse con el caer intenso de las gotas de lluvia y los lamentos de la ventisca. Un resplandor enceguecedor se hizo presente para desaparecer las tinieblas junto al frio de la tormenta. Ninguno ha sabía lo que acababa de ocurrir, hasta que, como una perdida estrella titilante en un cielo gris, el final de un callejón era iluminado por una luz azulada. El menos cobarde de los centinelas se armó de valor para adentrarse al luminoso misterio, y los segundos transcurrían para convertirse en un eterno minuto que dejo sin más alternativa a uno de sus compañeros que ser el aventurero que descubriría el destino de uno de los suyos. Con menos intensidad, el resplandor volvió, y con su natural rapidez arrojo a un compañero contra otro, los dos sacos de carne que solo querían entender lo que estaba sucediendo.

- ¡Abran fuego! - exclamo una de las próximas victimas del fulgor de color azul.

El miedo se negaba a abandonar al par de centinelas que aún permanecían en pie y a dejar sin balas sus armas con el fin de embestir lo que había empezado la cruzada en nombre de la venganza. Estas no tan inocentes presas fueron alguna vez formidables cazadores, no años atrás, si no hace horas. Su campo de batalla se formaba como un almacén, en cuyo interior se disputaba una tormenta de balas. En camino a la descuidada edificación, los trabajadores de la fábrica clandestina de sustancias psicoactivas nunca imaginarían que esta sería su última mañana en dichas labores ilícitos, todo por la curiosidad de dos gatos dispuestos a morir por el saber. El conocimiento es poder, una herramienta que podía ser usada para el bien común, como lo anhelaban la pareja explosiva conformada por Alice Campbell y Félix Myers.

Como las trincheras que salvaguardaban a los soldados en la Gran Guerra, una mesa de metal tumbada protegía a los dos oficiales de los disparos, brindándoles tiempo para idear un plan muy sencillo de ejecutar. La oficial que rondaba los treinta de edad se haría cargo de los que aún siguen en el almacén, mientras que su compañero contemporáneo iría tras los peces gordos que afuera escapaban de la justicia. En su actuar la preocupación del uno por el otro no figuraba, eran conscientes de que podían llegar al final de la jornada, como tantas veces lo habían hecho. El ensordecedor sonido de los disparos se ausentaba en el humeante ambiente, ofreciendo la oportunidad a que la oficial de melena dorada disparara a sus agresores en el momento propicio, en lo que su compañero de ojos claros aprovechaba para salir del altercado.

Los Iluminados: Parte UnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora