Capítulo 8: Ser un drasino de verdad.

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Despertar no era agradable cuando el frío se adentraba en mi piel sin permiso. Congelaba todo a su paso a un ritmo lento y mortal, uno en donde no podía sentir mis piernas. Músculos y huesos eran paralizados junto a la dureza del suelo donde me encontraba tumbado.

Abrí mis ojos con lentitud para encontrarme con la profunda oscuridad que desconocía. Alzaba mi cabeza para encontrarme con las cuatro paredes agrietadas sin ningún hueco que me diera la opción de ver a mi alrededor, aunque si había algo a lo lejos, una débil luz proveniente de los pasillos.

Me abrazaba con tal de conservar el poco calor que tenía en mi cuerpo, pero no solucionaba el problema del que iba aumentando cada vez más. Mi estómago gruñía, por lo que suponía que había estado más de diez horas encerrado en este lugar. Suspiré con pesadez mientras observaba el suelo por si algún casual habían dejado algo de comida.

—Nada... —susurré, agachando la cabeza—. Esto es horrible. Meirl se ha enterado y con ello... mi padre.

Puse mi mano en mi cabeza, pero ese gesto me fue doloroso. Mi hombro me dolía por como me habían agarrado al igual que la patada que había recibido.

Agradecía que las botas de Meirl no estuvieran hechas de hierro.

—¿Por qué no me lo dijo? —susurré, agotado y moviéndome por el suelo hasta tumbarme—. ¿Por qué no me lo dijo antes? ¿Por qué me lo ocultaba?

Quería llorar, pero no me salía ni una sola lágrima. Apreté mis dientes mientras recordaba todo de nuevo. ¿Estaría bien Keisi? Conociéndole, estaría enfadado conmigo, y si pronto sabía la verdad...

Suspiré con pesadez, poniéndo las manos en mi rostro. Nunca tuve tantas ganas de llorar. Mis últimas horas se acercaban, lo presentía, mis oídos lo escuchaban. Era un ritmo lento, pero fuerte, una melodía que traía horrorosas noticias para mi, una muerte que no podría evitar por mucho que lo deseara.

Mi piel se erizaba mientras me abraza, pidiéndole a Insensibilidad que no deseaba morir tan pronto, y si llegaba, que no fuera tortuosa como me mencionaba a veces Eilu.

—Hay un hecho que debemos tener todos muy en cuenta, pero que ignoramos, Kemi —recordé sus palabras llenas de paz y calma, unas que para mí me aportaba el fuego que necesitaba en ese instante—. Me he dado cuenta que todos los Drasinos temen morir, aunque en verdad, ¿quién no lo hace? Es un hecho que ocurre, pero... me he dado cuenta en testimonios de mis difuntos amigos que no es tan mala como parece.

—¿A qué se refiere? —pregunté con interés.

—En mis días como guerrero, he visto a muchos morir en el campo de batalla. Recuerdo bien como nos escondíamos para tratarlos, pero muchos no podían seguir adelante por las heridas graves. Entre todos esos fallecidos, algunos podían hablar —explicó, poniéndo su mano en su barbilla—. Algunos de mis amigos decían que deliraban, pero yo no lo creía ¿sabes? Menos cuando sus palabras parecían ser muy aliviantes. Recuerdo a uno de ellos que parecía estar entre el hilo de la Vida y la Muerte, conversando con la que todos temen.

» "¿Mi final será cruel por mis acciones o podré descansar como es debido? Ah, veo ahora... Veo los fallos, lo veo todo."

» Le preguntaba, pero no había respuesta. Miré a mi alrededor creyendo que había alguien, pero solo veía la densa niebla oscura, una que traía un silencio sepulcral en los bosques donde nos encontrábamos, donde él y yo nos encontrábamos en el suelo. Él tumbado, yo sentado a su lado. Me acuerdo que le repetí su nombre varias veces: "¡Uone! Deja de decir esas tonterías y resiste, pronto tendremos la ayuda", pero él seguía hablando solo.

» "¿Ha regresado? ¿Tras tantos años ha vuelto? Dos apariencias, dos bellísimas apariencias. Una parte humana, una parte consciente. Un trabajo eterno. Siento tanto por esta desgraciada realidad..."

II.I - La Galaxia Olvidada: Frialdad [G.O]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora