Dormir fue complicado. Era revivir ese momento una y otra vez hasta que despertaba encerrado en el interior del árbol. Un nuevo día se presentaba donde esas nubes seguían acompañándome, aunque no me parecían tan tristes con Ichi encima de mi cabeza y Seiño en mi hombro derecho.
No podía evitar reirme en silencio al ver como Ichi daba pequeños saltos mientras Seiño ponía sus diminutas manos en su caderas rechonchas de color blanco. Ambos parecían hablar sobre mí por como me señalaban. Solté un suspiro e intenté moverme.
—Agradezco que os preocupéis. —Con cuidado agarré a Ichi para dejarle en el suelo—. Pero mi idea era ir hacia las montañas y esconderme en alguna cueva que pudiera encontrar. Creo que es mejor que en la selva.
Se miraron y afirmaron a la vez para luego mirarme. Parecían estar de acuerdo conmigo, de hecho, Ichi salió del árbol para indicarme el lugar que parecía ser más corto. Por ello mismo, antes de ponerme en marcha, terminé de comer los alimentos que me reservé para así ponerse en marcha a un ritmo tranquilo.
En el camino, Ichi me hacía frenar para que mirara todo tipo de vegetación que me rodeaba. Por ejemplo, a unos pasos del viejo árbol, me obligó a agarrar unas flores cuyo brillo parecían ser como minerales propios de las cuevas. Su color blanco dejaba ciego a cualquiera, pero esto no ocurría cuando Ichi era capaz de disminuir el color.
—¿Cómo... eres capaz de hacer algo así? —pregunté, frunciendo el ceño.
Con un ramo en sus manos, me las dio para que las oliera. No me quedó otra, por lo que al acercarme, Ichi no sería muy cuidadoso y me las impactó a la cara, sintiendo el olor a sal junto a la dureza de los pétalos que no esperaba recibir.
—Auch. ¡Ichi! Ve con más ojo —le pedí mientras me ponía la mano en la mejilla.
—I-Ichi... —Rascó su cabeza, bajando y subiendo la cabeza sin parar.
De inmediato puso las flores donde estaban, luego movió sus manos para que un color verdoso apareciera de estas. Así, las flores que había arrancado, volvieron a su estado original.
—Ichi, ¿dominas la naturaleza? —pregunté para ver como él me respondía afirmando sin parar—. Eso me aclara mucho, ¿acaso un poderoso ser de la naturaleza? —Negó y se rió por un momento—. ¡Oye! No te rías, solo preguntaba.
Su risa era contagiosa. Era repetitiva y aguda, una que lograba sacarme una pequeña sonrisa a pesar de estar avergonzado, pero ¿cómo no iba a preguntarme eso? Desconocía todo y gracias a Ichi estaba descubriéndolo.
—Bien, Ichi. No perdamos más el tiempo —pedí, moviendo mi mano para que se subiera y con ello ponerse en mi cabeza. Tras eso, miré a Seiño—. ¿Quieres subir también?
Afirmó y con ello nos pusimos en marcha, o al menos eso intentamos porque en más de una ocasión Ichi me hacía frenar al agarrar mi cabello con fuerza. Me obligaba a tocar los grandiosos troncos de diversos colores.
—Ichi, por favor... —Suspiré y mi pequeño compañero seguía tirando de mi cabello—. ¡Ouch! ¡Vale! ¡Vale!
Obedecí, y nada más hacerlo, el frío que sentía en mi mano fue a todo mi cuerpo. Abrí mis ojos en demasía, sintiendo un gran cansancio encima que me complicó la respiración, deseando apoyarme en el suelo para poder tomar aire. Sentía el sudor en mi cuello, cerrando mis ojos a la vez que retiraba la mano con cuidado.
—¿Q-Qué ha sido eso? —susurré con dificultad. Ichi no me dio respuesta—. P-Por Insensibilidad, ¿acaso he sentido lo mismo que ellos? —pregunté, e Ichi me dio una respuesta, una que me generó escalofríos—. ¿Có-Cómo es posible? ¿Q-Qué les ha ocurrido?
ESTÁS LEYENDO
II.I - La Galaxia Olvidada: Frialdad [G.O]
FantasiNacido en el peor momento, oculto bajo los miles de ojos blancos, curiosos de mi aparición. Un nombre destacado, un título futuro bajo un padre inexistente. Privilegiado inmerecido. Dragón sin fuerza. Sensible detestado. Nombres resuenan, aun si so...