Capítulo 1

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Mia Browne

Jared

Una canción humana resuena desde algún lugar cercano a mi despacho desviando mis pensamientos y haciendo que la escuche con atención.

Maldita sea.

Odio la letra. Odio lo que dice, así que doy la orden mentalmente para que el maldito imbécil que está escuchándola sepa que tiene un castigo fijo antes que se oculte el sol.

La botella que estaba en mi mano se evaporiza en un segundo y resoplo con cansancio, como si de verdad pusiese sentir eso.

Imbécil.

―Zhaób. ―Pronuncio sin forzar mi tono de voz y tres segundos después la puerta se abre y ella entra haciendo resonar sus botas―. Saldré varias horas, no quiero incidencias mientras no esté ―arrastro mi silla hacia atrás y me pongo de pie.

Las bebidas humanas jamás embriagarían a un ser celestial.

―¿Estás bien?

―Perfectamente bien. ―Miento encaminándome hacia la puerta.

―¿Insistes en mentir? ―indaga detrás de mí―. ¿Por qué un arcángel estaría tambaleándose? ¿Estás herido? ¿Bebiste de la...?

―No entiendo por qué sigues hablándome. ―Abro la puerta y me alejo por los pasillos.

Todos los caídos apostados en las paredes montando guardia ni se molestan en mirarme mientras camino. Lo tienen prohibido de todas formas.

En eso consiste todo últimamente. En la reverencia y el temor. Desde hace mucho que no tolero ningún tipo de incidencias, específicamente desde que caí. En ese momento muchas cosas cambiaron, algunas me cuesta entenderlas aún y las demás simplemente las adapté a mi entorno.

El entorno del Príncipe de los Mares.

*

Vuelo a Canadá a cumplir con lo que le prometí a Mia hace una semana. Somos muchos los que estamos cuidando sus pasos, pero yo soy el más intenso por decirlo de una forma sencilla.

―Llegas tarde. ―Me reclama el ángel femenino cuando aterrizo en el patio trasero de la casa de Noah. Desde aquí puedo ver Jeep negro que usamos para sacar a Mia de paseo y hacerles creer a los humanos que somos parientes cercanos de los Browne.

―La puntualidad la exijo, pero no la practico a cabalidad. ―Hablo despreocupadamente y ella entorna los ojos mirándome.

―Habló el dictador.

―Habló tu Superior.

―Entiendo que lo único que calma tu mal humor es el vino angelical, pero por favor ―me suplica―, deja de mezclarlo con...

―No lo hago siempre ―me excuso como si nada mientras caminamos hacia la casa―. Mi mal humor crece después de esas malditas reuniones trimestrales, lo sabes. Todos lo saben.

No soporto mirar a ciertas personas.

―Bueno, eso fue hace quince días, además faltan tres meses para la próxima. ―Masculla y gruño.

―No deberían esperar tanto tiempo. ―Mi voz es baja, algo neutra, algo aburrida.

―Sospecho que no serán solo tres meses ―dice y aprieto los dientes―. Ya hemos acabado todas las ideas y lo más probable es que solo nos reunamos cuando tengamos información vital. Sabes que no nos hemos dado por vencidos, pero sabes que pareciera que a Nia se la trago el universo.

Furia de arcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora