Capítulo 9

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El Guardián


Me acerco cautelosamente a la extraña forma de hielo y se me sale un jadeo doloroso. Mis dientes castañean por el frío que aumenta con cada minuto y me debato entre averiguar quién decidió invernar conmigo o irme.

Si el enorme ser que está dentro supiese que he despertado hace mucho que también hubiese despertado conmigo. ¿No?

¿Y si es alguien que no conozco?

Para empezar, ¿a dónde carajos vine a parar?

Son tantas preguntas las que tengo que me cuesta controlarme.

Debo ser cautelosa.

Sé perfectamente que hay otros lugares. Leí lo suficiente para saberlo, y lo menos que quiero es encontrarme con algún ser monstruoso que esté esperando mi despertar para destrozarme. Cada lugar contienen sus misterios, y yo no quiero encontrarme con algo parecido al leviatán. El leviatán del hielo.

―Joder, hablo como si no pudiese defenderme.

Respiro hondo sin dejar de intentar ver lo que está adentro del hielo y poco a poco me horrorizo más. Es algo grande, el aura del interior es oscura, pero es... algo grande lo que está en su interior. No puede ser nadie que conozca, no recuerdo haber confraternizado con un monstruo de tales magnitudes.

Me largo de aquí.

Si logró hacerme una cama de hielo y ponerme une escudo para que no me congelara... eso quiere decir que es poderoso

―Tengo que salir de aquí. ―Murmuro caminando a la salida después de unir las Veljeax.

Camino y camino más de prisa, pero no consigo salir rápido al exterior. ¿Tanto caminé? ¿Por qué no lo noté? ¿Puedo morir congelada ahora que desperté?

«Estabas ahogada en tu sufrimiento».

―Eso lo puede explicar ―hablo con voz ronca y miro algo que se mueve en mi tobillo izquierdo―. ¿Qué...? ―no termino la pregunta porque el frío no me lo permite.

En mis sueños logré quitar la cadenilla de mi tobillo, pero... solo fue un sueño.

Tuve muchos sueños, demasiados. Algunos los recuerdo bien. En todos ellos busqué la manera de encontrar a mi madre con vida, o a mi hija, pero no. Incluso allí ellas estaban muertas también.

Pero me queda Mia.

Quizás en ese momento mi dolor no me dejaba pensar con claridad. Pero cuando recobré la cordura supe que Mia necesitaba de mí.

Necesita de mí.

Su nombre lo dice todo.

Dormí ―lo que supongo― días, y puedo recordar todo lo que soñé mientras invernaba. En mis sueños también lloraba, maldecía a varias personas.

―Todo tiene sentido ahora.

Mi mente tomó mis acciones como una amenaza y suprimía mis intentos de despertar confundiéndome y eliminando cosas de mi mente. Ahora mismo no sé qué eliminé de mi memoria, y supongo que me daré cuenta luego.

Aunque... ¿Y si esto es un engaño más de mi mente? Quizás no soñé nada y que en realidad siempre estuve ahí, al lado de mi madre llorando y tratando de superar todo.

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