Capítulo 3: Aprendiendo a caminar

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—¿Cuándo debería pagar la fianza?

—Si se encuentra conforme con la habitación procederíamos a firmar el contrato y hacer el depósito hoy mismo.

—De acuerdo pues en ese caso estoy conforme.

Ha sido una suerte encontrar una agencia con agentes que hablasen en inglés, la antigua habitación fue un suplicio conseguirla y encima la señora no dejaba de mirarme mal porque no me entendía. Aunque no la culpo, fue una situación bastante agonizante para las dos.

—Si me acompaña a la oficina dejaremos todos los papeles firmados y la entrega de la habitación podrá ser esta tarde.

—Perfecto.

Ya estábamos en octubre, había finalizado las prácticas y había firmado mi primer contrato en un departamento de protocolo, por fin iba a trabajar de lo que me apasionaba. También me tranquilizaba que mis padres estuvieran orgullosos de mí, además de lo tranquilos que se quedaron tras ver la habitación.

—En esa al menos se te ve la cara.

—Sí mamá, esta habitación es más espaciosa.

—¿Y el barrio es seguro? Mira que si te pasa algo no podemos ir.

—Cómo no va a ser seguro, si todo eso está lleno de cámaras, uno no puede ir al baño sin que lo graben.

—Papá no es para tanto.

—Bueno, tú sácate muchas fotos que se las quiero enseñar a mis compañeras, ya verás qué cara pone la subgobernanta que presume tanto de su hija.

—Sí mamá, yo te paso fotos tranquila.

Las entrevistas fueron realmente incómodas, me preguntaron por mi vida sentimental, si tenía pensado tener hijos de aquí a cinco años, qué pensaba de las relaciones sentimentales en espacio laboral, cuanto tiempo extra le dedicaría a mi trabajo y un sinfín más dividas en cuatro entrevistas.

Por suerte mi departamento está compuesto por más extranjeros, Alexander es alemán y trabaja como abogado internacional; Daniel se encarga de la comunicación entre organizaciones y Elisa quien forma parte del departamento de publicidad. Aún no conozco a muchos más pero, de momento estoy muy contenta, son muy cercanos y parece que se puede confiar en ellos.

Por parte de la cafetería, estoy nerviosa, esta tarde iré a firmar el contrato con el primo de Dong-Hyun, Seo-Joon. La verdad es que su entrenamiento me vino de perlas ya que no tenía ninguna seguridad tras la barra y menos atendiendo en coreano.

—Si te dicen keun es grande y jag-eun es pequeño

—¿Y si me dicen mediano?

—Ninguno de esos dos.

—Gracias genio, tu inteligencia me abruma.

—Venga no te distraigas que todavía nos queda repasar todos los granizados y enseñarte a preparar los cafés.

—Voy a morir, ya veo la luz.

—Nah, eso es que está la puerta abierta, venga concéntrate no podemos perder el tiempo.

Me río solo de recordarlo, he tenido mucha suerte de conocer a una persona como Dong-Hyun, tan atento y cariñoso...a su manera y a Sun-Hee, no hemos coincidido mucho pero se le ve una chica muy risueña y simpática. Una sensación de calidez se expande por mi pecho, se siente bien tener gente agradable cerca.

Son cerca de las cinco de la tarde cuando hemos terminado toda la gestión de la habitación y por fin puedo decir que estoy medianamente a gusto, al menos aquí puedo traer a una persona de visita, en el anterior para que entrase alguien tenía que salir yo. No tenía ni armario, era un palo atornillado al techo donde colgaba la ropa, ropa que tenía que colocar encima de la cama para poder ir al baño... un espectáculo y el baño mejor ni comentarlo. Este es un one room normal, tiene una cocina pequeña, cosa que el otro no tenía y un armario no muy grande pero alto. Tengo una mesa extensible para poder trabajar y la cama es de matrimonio, por lo que por fin podré descansar como en casa. Lo que más me gusta son las estanterías al lado de la cama, al fin tengo un sitio donde poner mis libros y figuras.

Entre notas y silencios | Kim SunwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora