Capítulo VI: El asesinato

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Tendríamos que darnos prisa o perderíamos la prueba.

Había pasado una hora y media desde que inició esta, y no habíamos encontrado ni un huevo. Solo habíamos localizado bestias peligrosas o más magos peleandose por aquí y allá. Ninguno con rastro de huevos de oro.

En algunas partes de la ciudadela, había relojes de aguja colgados en las paredes. La prueba había comenzado a las tres y cincuenta, lo que significaba que esta acabaría cerca de las siete en punto. Y para nuestra mala suerte, ya eran la cinco con veinte minutos. Pensarás "Oh, Hermes. No seas dramático, tienen más de una hora para lograrlo", y quizás tengas razón: si quitaras el hecho de que la prueba abarcaba todo el reino, y Camelot era gigante.

Después de una larga búsqueda por buena parte del reino, los chicos y yo nos detuvimos en una calle a descansar.

-Es imposible que no hayamos encontrado nada -bramó Andrew-. Me parece muy surreal.

-Bueno, si hubieras observado bien -respondí-. Te habrías dado cuenta que ningún otro grupo con el que nos topamos tenía un huevo. Eso o lo tenían escondido.

-Hermes tiene razón -agregó Viktor-. Tampoco hay que desilusionarnos por no encontrar uno, quizás aun tengamos las de ganar.

-Lo veo complicado, pero bueno -dijo Andrew con desgana mientras empezaba a jugar con una piedra en el piso, luego levantó su cabeza y gritó-. ¡¡Chicos allí, miren!!

Justo en el techo de una de las casas, se encontraba un nido. En él había un huevo de oro, y junto a él un ave gigante.

Debía de medir dos metros, tenía un pico color negro, alas filosas, garras plateadas, y una cola muy probablemente de mi tamaño.

-Chicos, está dormida -empezó a decir Viktor-. Es nuestra oportunidad para atrapar el huevo y salir ilesos. Este es el plan: Yo iré a por e...

Andrew interrumpió a Viktor. Se puso tenso y mantuvo una mirada rigida hacia él.

-Basta de tu protagonismo, suficiente ya tuviste con que tu espada lance fuegito. Ahora es mi turno de brillar.

-Si eso es lo que quieres -respondió Viktor, sonriendo-. Por mí bi...

Andrew dió media vuelta y dejó de prestar atención a lo que Viktor decía, sujetó su lanza con fuerza y salió disparado como un rayo hacia el ave gigante.

-¡Andrew, espera! -gritó Rick-. Dios, va a arruinar todo.

Andrew había llegado al techo muy velozmente, su lanza empezó a generar electricidad y con la parte baja de esta, azotó un golpe en la cara del ave. Una vez la hubo golpeado se dispuso a recoger el huevo. Pero el ave fue más rápida y de un golpe con su ala: envió a Andrew hacia una pared.

-Rick, ponte alerta, ante cualquier ataque -dijo Viktor, mientras el filo de su espada empezó a incendiarse.

Rick preparó tres flechas en su arco. Todas estaban apuntando justo a la cabeza del pájaro gigante.

Corrí directo hacia Andrew para ayudarlo, pero antes de que llegara: esta ya había salido hacia el ave otra vez.

Una vez más, con la velocidad de un rayo se acercó al monstruo. De nuevo su lanza empezó a generar electricidad, y Andrew acestó dos golpes rápidos al ave. Esta intentó volver a azotarlo pero Andrew fue más rápido, y volvió a posarse en mi lado.

-Tranquilo, Hermes. Estoy bien -dijo este, respirando agitadamente.

El ave alzó el vuelo, directo hacia Rick.

Este disparó las tres flechas justo en el pecho del ave, y antes de que ella lo atrapara con sus garras, dió una vuelta en el piso y la evitó.

Andrew corrió para ayudarlos, mientras estos se acercaban a ella para atacar.

Las Crónicas de Ariolos Castellum: La Fortaleza En Ruinas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora