Capítulo IX: El clan Obumbratio Vetiti

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Que unos desconocidos te aten como si fueran a secuestrarte no es muy agraciado.

La chica y yo teníamos atadas las piernas y las manos. Nos habían dejado en el suelo y quitados las armas. Si ellos decidieran matarnos: no tendríamos oportunidad.

Eran en total unos siete. No pude distinguir géneros o edad, ya que todos tenían la cara cubierta. Vestían una chaqueta, guantes, zapatos y pantalones negros, junto con una máscara de gas parecida a un casco de motociclista. Tenían el símbolo de una calavera con una máscara de gas en la parte del corazón.

A excepción de todos, había uno al cual su pelo sobresalía por detrás de la máscara, era de un tono pelirrojo, largo y rizado.

-¿Qué hacemos con todo esto, Mercurio? -preguntó uno. Tenía una voz entre cortada y parecía alterada para ocultar su identidad.

El que apuntaba a las bestias chasqueó los dedos, durmiendo a las bestias.

-Ustedes tres -señaló al pelirrojo juntos con otros-. Háganse cargo de las bestias. Y el resto encárguense de reconocer la zona en caso de peligro.

-¿Y usted qué hará, quiere quedarse solo? -dijo uno.

-Mercurio tiene todo bajo control -agregó otro.

-Sí -respondió Mercurio-, todo está bajo control. Vayanse.

Los encargados de las bestias las cargaron y se fueron a la derecha, mientras que los demás escalaron los árboles y saltaban de uno a otro como ninjas.

"Mercurio", pensé.

Como el químico, el planeta... O el dios. Mercurio, dios del comercio y los viajeros, contraparte romana de Hermes.

Este no tenía buena pinta, su máscara de gas era distinta, sin contar que tenía un aspecto más rígido e intimidante. Caminaba de un lado a otro, mientras miraba al cielo, como calculando la posición de cada estrella.

La chica y yo nos miramos confundidos, pero no dijimos ninguna palabra. Tampoco pensé en un plan para escapar, teníamos todas las de perder.

Se acercó más a nosotros.

-¿Qué hacían a estas horas en el bosque?

-Estábamos buscando pistas del que mató a mi hermano, y ataca la academia -dijo la chica rápidamente.

-¿Atacar la academia? -preguntó.

-Esto, déjame explicarte -dije-. Mi amiga -miré a la chica confundido.

-Rosa -respondió.

No podía ver la cara de Mercurio pero juraría que arqueó una ceja.

-Mi amiga, Rosa y yo. Buscábamos pistas de lo que ataca la academia.

-¿Quieres decir que es un algo y no un alguien? -se precipitó Mercurio.

-Mmm, sí -respondí.

Procedí a contarle lo sucedido en la prueba y en el ataque con Michael. Salté la parte de El Merlín.

-¿Bestias en la academia? -dijo Mercurio-. Eso es imposible, la magia purifical lo impide.

-Veo que conoces bien la Academia -dije-. ¿Estudiaste o estudias allá?

-Yo soy el que hace las preguntas, niño -respondió-. Sigue hablando.

-Eso es todo -agregué.

-¡Mientes!, saltaste, esa, parte -dijo con severidad.

Me pregunté cómo sabía que mentía.

-¡¡No puedo contarlo, me castigarían!!

-Tu castigo sería peor si no hablas -levantó su mano malévolamente. Y de esta salieron chispas como en la lanza del idiota de Andrew-. Y apuesto a que tu amiga tampoco dirá nada.

Las Crónicas de Ariolos Castellum: La Fortaleza En Ruinas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora