Que unos desconocidos te aten como si fueran a secuestrarte no es muy agraciado.
La chica y yo teníamos atadas las piernas y las manos. Nos habían dejado en el suelo y quitados las armas. Si ellos decidieran matarnos: no tendríamos oportunidad.
Eran en total unos siete. No pude distinguir géneros o edad, ya que todos tenían la cara cubierta. Vestían una chaqueta, guantes, zapatos y pantalones negros, junto con una máscara de gas parecida a un casco de motociclista. Tenían el símbolo de una calavera con una máscara de gas en la parte del corazón.
A excepción de todos, había uno al cual su pelo sobresalía por detrás de la máscara, era de un tono pelirrojo, largo y rizado.
-¿Qué hacemos con todo esto, Mercurio? -preguntó uno. Tenía una voz entre cortada y parecía alterada para ocultar su identidad.
El que apuntaba a las bestias chasqueó los dedos, durmiendo a las bestias.
-Ustedes tres -señaló al pelirrojo juntos con otros-. Háganse cargo de las bestias. Y el resto encárguense de reconocer la zona en caso de peligro.
-¿Y usted qué hará, quiere quedarse solo? -dijo uno.
-Mercurio tiene todo bajo control -agregó otro.
-Sí -respondió Mercurio-, todo está bajo control. Vayanse.
Los encargados de las bestias las cargaron y se fueron a la derecha, mientras que los demás escalaron los árboles y saltaban de uno a otro como ninjas.
"Mercurio", pensé.
Como el químico, el planeta... O el dios. Mercurio, dios del comercio y los viajeros, contraparte romana de Hermes.
Este no tenía buena pinta, su máscara de gas era distinta, sin contar que tenía un aspecto más rígido e intimidante. Caminaba de un lado a otro, mientras miraba al cielo, como calculando la posición de cada estrella.
La chica y yo nos miramos confundidos, pero no dijimos ninguna palabra. Tampoco pensé en un plan para escapar, teníamos todas las de perder.
Se acercó más a nosotros.
-¿Qué hacían a estas horas en el bosque?
-Estábamos buscando pistas del que mató a mi hermano, y ataca la academia -dijo la chica rápidamente.
-¿Atacar la academia? -preguntó.
-Esto, déjame explicarte -dije-. Mi amiga -miré a la chica confundido.
-Rosa -respondió.
No podía ver la cara de Mercurio pero juraría que arqueó una ceja.
-Mi amiga, Rosa y yo. Buscábamos pistas de lo que ataca la academia.
-¿Quieres decir que es un algo y no un alguien? -se precipitó Mercurio.
-Mmm, sí -respondí.
Procedí a contarle lo sucedido en la prueba y en el ataque con Michael. Salté la parte de El Merlín.
-¿Bestias en la academia? -dijo Mercurio-. Eso es imposible, la magia purifical lo impide.
-Veo que conoces bien la Academia -dije-. ¿Estudiaste o estudias allá?
-Yo soy el que hace las preguntas, niño -respondió-. Sigue hablando.
-Eso es todo -agregué.
-¡Mientes!, saltaste, esa, parte -dijo con severidad.
Me pregunté cómo sabía que mentía.
-¡¡No puedo contarlo, me castigarían!!
-Tu castigo sería peor si no hablas -levantó su mano malévolamente. Y de esta salieron chispas como en la lanza del idiota de Andrew-. Y apuesto a que tu amiga tampoco dirá nada.
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Las Crónicas de Ariolos Castellum: La Fortaleza En Ruinas
De Todo¿QUÉ PASARÍA SI LAS LEYENDAS ARTÚRICAS FUERAN REALES? Pues, en este mundo sí lo son. Discípulos magos del gran Merlín tuvieron descendencia, y esos descendientes se encargarán de seguir con el legado mágico mientras afinan sus habilidades en la Acad...